Pasaron unos dos días y todo ya estaba un poco mejor en la mente de Susan. Sus preocupaciones primarias de saber dónde estaba 19 dejaron paso a otras curiosidades acerca de este nuevo mundo, de aquella nueva ciudad que se abría ante ella, y las ansias de saber la verdad sobre el mundo nublaron todo su pensamiento. Sue le visitaba todos los días y charlaban acerca de las costumbres de los babelianos. Susan había aprendido rápidamente el concepto de la familia gracias a Sue, y no pudo evitar sentirse desgarrada por saber que nunca tuvo una figura de apoyo paternal durante su corta vida. También aprendió que los babelianos se dedicaban a cazar animales de los bosques circundantes, a la agricultura del trigo y otras verduras, y a la manufactura general de bienes. Algo que parecía muy familiar para ella había salido una vez de la boca de Sue. El concepto de explorador. El oír esa palabra de sus labios solo hizo recordar a Susan sus ansias frenéticas de una búsqueda compulsiva de la verdad.
Susan empezó a cuestionarse qué significaban aquellas visiones donde los Tech la observaban. Se cuestionó acerca de si Génesis realmente sabía la existencia de humanos supervivientes. No quiso formular preguntas tan importantes a una niña tan pequeña como Sue. Ciertamente, en muy poco tiempo, le había cogido cariño a la niña, quién le traía siempre la comida y pasaba largas horas con ella. Agradecía mucho su compañía y Sue también.
La pequeña no tenía muchos amigos en Babel. Siempre había sido criticada por su posición social. Sus padres eran miembros del sumo concilio, el órgano director de la ciudad bastión, y eso hacía que los niños babelianos le tuvieran cierto repudio. Sue, sin embargo, nunca le dio importancia a este hecho, ya que sus padres hicieron muy bien en enseñarle a la niña la importancia de nunca presumir y ver a todo el mundo por igual. Su madre, Verónica, se dedicaba a la exploración, y su padre, Carl, a la cacería, aunque de cuando en cuando acompañaba a Verónica a sus misiones de exploración.
Aquella mañana Susan se atrevió a formular una pregunta que nunca antes se había planteado, pero había caído en la cuenta de que no sabía en qué año estaba.
-Oye, Sue. ¿En qué año estamos?
-Estamos en el año 2580.- respondió con firmeza.
Por fin tenía un registro histórico de su mundo. Se alivió al saber que algo en ella había sido resuelto, pero aún quedaban muchas más preguntas sin respuesta y no quería tampoco presionar a la niña, así que se dispuso a tomar el extraño brebaje que le trajo la niña. Decía que se llamaba leche, y que provenía de un animal llamado vaca. Las vacas eran salvajes, según comentaba la pequeña Sue. Su sabor le gustaba, era algo que nunca antes había degustado su paladar ya acostumbrado a los hongos y carne de rata.
-Oye, Sue. Creo que ya me encuentro un poco mejor. ¿Puedo salir a dar una vuelta?
La pequeña se lo pensó un poco, pero a los segundos después de meditarlo con detenimiento la joven aceptó.
-Pero con una condición, Susan.
-Por supuesto.-accedió.
-Cuéntame luego de dónde vienes y cómo era tu mundo.
Susan se había quedado paralizada. Pero por un momento dejó de lado su sorpresa para sonreírle y asentirle con la cabeza. Cuando se despegó de las sábanas, se dio cuenta de que sus ropas habían cambiado. Llevaba unos pantalones de cuero negro, una cazadora conjuntada con una camiseta blanca que marcaba su figura esbelta. Habían unas botas nuevas, que parecían más cómodas que las que tenía antaño. También se dio cuenta de que su equipo de exploración había desaparecido o sido requisado.
-Sue, ¿dónde ha ido a parar todo lo que tenía?-preguntó suavemente.
-Cuando llegaste, decidimos que para que descubrieras todas tus respuestas tenías que desprenderte de tu pasado. Te vestimos como una auténtica babeliana, ya que pronto empezarán los ritos de bienvenida.
-¿Ritos de bienvenida?-preguntó aún más curiosa que molesta por el hecho de que decidieran sobre el destino de sus pertenencias.
-Es una celebración para que todos en Babel te conozcamos mejor. Habrá comida en abundancia, bebida, bailes, y un montón de diversión.
-¿Y qué es eso?-preguntó nuevamente.
-¿La diversión?-inquirió la niña.
-Sí.-reafirmó, avergonzada de no comprender nada de lo que le estaba hablando la niña.
-Es cuando pierdes la noción del tiempo en disfrutar de todo tu alrededor.
-Sigo sin comprenderlo.
-Esta noche sabrás de primera mano lo que es divertirse, no voy a dejar que te pierdas la oportunidad.-le dijo emocionada.
Susan asintió y se colocó sus nuevas botas. Se levantó lentamente de la cama y arrastró sus pies por aquel coto. Sue le agarró de la mano y ambas salieron hacia fuera. Pero Susan no estaba preparada para ver aquel panorama nuevo que se abría ante sus ojos. Al mirar hacia el cielo vio un cielo muy despejado, y pudo ver el azul celeste tan desconocido para ella. Pero lo que de verdad hizo que su corazón diera un vuelco fue el astro rey que se erguía, iluminando el suelo con un dorado brillo matinal.
-¿Qué es eso, Sue?-señaló hacia aquellos esfera brillante que cegaba su vista.
-¿No lo sabes, Susan? Es el sol.
El sol. Y un recuerdo de su niñez, en aquel entonces, volvió a renacer de entre su subconsciente. Ella se veía envuelta en unas sábanas, en una camilla, y observaba con curiosidad aquel mural tan fascinante para ella mientras dos Tech hablaban a su lado. Eran las Tech de aquellas extrañas visiones de hace dos días.
-Su curiosidad no tiene límites.-dijo la mayor.
-Sus niveles de actividad neuronal son prodigiosos, sugiero suministrarle más perceptores.-dijo la joven que apuntaba observaciones de interés científico.
-Esta niña va a ser un prodigio, pero temo que su curiosidad innata sea un problema.-concluyó, apartando su mirada para recargar una jeringuilla.
El recuerdo se desvanecía, al mismo tiempo que la atención de Susan hacia Sue mientras dejaba la mirada perdida ante semejantes recuerdos. Pero por fin, al mirar el molesto rostro de Sue, que parecía desconcertada más que enfadada, le sonrió.
-El sol existe, Sue.
-Claro que sí, y la luna. ¿A qué viene todo esto?-le preguntó, como si fuera obvia su afirmación.
-Y también la luna. Lo sabía.-dijo, sonriente.
Sue la miró extrañada, pero Susan por fin descubrió algo más que le había sido ocultado desde que era niña. La visión de aquella ciudad rodeada de murallas de varios metros de altura, perimetrada por atalayas de concreto fortificadas le afirmó una pequeña parte de algo que siempre había sabido. Más cerca de ella, numerosas chozas de madera cubrían la gran ciudad, y los habitantes, de todos los aspectos posibles que jamás había podido concebir su imaginación conformaban el lugar. Y más allá, campos de cultivo. Y más allá, animales de compañía que Sue decía que se llamaban perros. Y más allá, la sombra de un bosque. Pero sobretodo, más allá estaba toda la verdad.
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Proyecto Génesis
Science FictionAlpha-23, una chica esbelta, rubia, y de ojos azules, está a punto de completar su instrucción en el programa de entrenamiento del proyecto ORIGEN. Ella es completamente idéntica a las demás, y sin embargo siente que las cosas están a punto de cambi...