Capítulo 11: La Matriarca y las atracciones neutralizadas

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Importante: cada publicación cuenta con palabras o conceptos marcados en negrita, los cuales tienen su correspondiente explicación al final del capítulo, en un glosario

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Por fin llegó el día en el Mundo sin luz, nombre dado a una ciudad mantenida bajo tierra. La verdad es que la mayoría de los humanos que vivían dentro de la cúpula desconocían su existencia. La junta del clan de las videntes lo había decidido. En el subterráneo de la zona sur, La Matriarca envió a sus mensajeros para que transmitieran la decisión acordada a los otros dos clanes subterráneos aliados.

Los ocultos, nombre común para los miembros de los tres clanes, se habían tardado casi un siglo en construir esos túneles secretos que les impedían ver la luz del sol y, con ello, ser vistos. Las nuevas generaciones solo conocían la oscuridad del lugar, pero en ella habían encontrado la luz necesaria para reunir el valor que impulsaría su lucha junto a los esclavos.

Mediante un sistema arcaico de tuberías, por décadas, los ocultos se habían comunicado en secreto con las personas que sí podían ver el sol, quienes habían sido sometidas a la esclavitud. Para ellos eran sus hermanos los que estaban allí afuera, por lo que era necesaria la unión entre ambas partes. Sentían compasión por ellos, tristeza incluso, pero también admiración y juraron plena lealtad.

Los esclavos, llamados despectivamente por los miembros del domo como los deformes, esperaron con cautela el día prometido. Jamás se les pasó por la cabeza delatar a los ocultos, humanos como ellos, que habían sobrevivido bajo tierra todo ese tiempo, y cuando algún amigo o familiar mencionaba la sola idea de delatarlos, con rapidez eran asesinados por su gente. La pérdida de la dignidad humana los había convertido en personas sufridas y duras; también, en un pelotón que tenía esperanzas en el bien común. Y en la venganza. Eso sería justicia y entre todos se repetían que esta existía, aunque nunca la habían conocido.

Por decenios los esclavos se sometieron a los militares de la élite del domo y a miles de vellatorus; estos últimos, encargados de comer a quien se sublevara o quejara del pesado trabajo que debía realizar a diario. Durante décadas los oprimidos resistieron, evitando por las noches un par de horas de sueño para hablar sobre los planes de La Matriarca. En las extensas jornadas de trabajo, no tenían permitido comunicarse entre ellos. Por suerte, se avecinaba el primer ataque. Faltaba poco para la rebelión contra esos malnacidos que los habían dejado fuera del domo, expuestos a la radiación y a las inhumanas condiciones que suponía vivir en la intemperie.

Domo 24 [Vol. 1] El Apagón 🔞 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora