Capítulo 10: lo que nunca se dijo

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Importante: cada publicación cuenta con palabras o conceptos marcados en negrita, los cuales tienen su correspondiente explicación al final del capítulo, en un glosario

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Ya estaban limpios, pero aún quedaba tiempo para partir. Volvió a irse la luz. Sin embargo, esas intermitencias eran usuales. Así mismo había ocurrido con el apagón anterior.

Ante el silencio de Vibeke, el músico decidió abrazarla y al tantear un espacio libre, se sentó y la guio para que se acomodara. Maxi apoyó a la chica en su tonificado pecho. Desde la muerte de sus padres, tenía el impulso de amparar a las personas. Bueno... a algunas, aunque no existiera un lazo sólido con ellas. Protegía a su modo, pues, al igual que todos, sentía pánico, pero trataba de controlarlo. Matus escuchaba los latidos de su ídolo. Parecía un sueño. El sudor de la camisa ajustada alcanzaba su mejilla. La humedad de esos pectorales viajó por el rostro de la mujer. Llegó a sus labios. No asco, no amor, no admiración, no pasado. Sentía su sabor, pero en su interior iba y venía la angustia. El encuentro se había dado en el peor panorama y el más surreal.

Luego de ser censados, pasó un cuarto de hora hasta que los motores de los vehículos de hidrógeno volvieron a arrancar. Continuaron con la evacuación. A medida que avanzaban hacia el norte a gran velocidad, sentían que el miedo a morir se había quedado en la ciudad de Trile, con las placas hexagonales destruidas. La fe de todos subía y bajaba por los interminables rieles de una gran montaña rusa. Ya estaban lejos del portalón este, pero la tranquilidad absoluta llegaría en cuanto estuvieran en El Muro, ciudad militar amurallada ubicada en el centro del domo. Allí era la zona más segura y todos recibirían refugio hasta que la pesadilla acabara y recuperaran la energía eléctrica. Aquellas dos personas integraban un grupo de cinco mil evacuados. Ciento cincuenta camiones a toda velocidad los alejaban del punto de riesgo, pasando por Nuevo Santiago en dirección a El Muro.

Si bien las personas habían sido atendidas y se les explicó el itinerario, las razones sobre el ataque y su conexión con el apagón no existían. Nadie les daba una aclaración o se aventuraba a una hipótesis. En cuanto reinaba la tranquilidad, otra vez se cortaba la luz y bastaba con que un par de personas llorara o gritara para que el pánico volviera. Aunque sabían que todo finalizaría con el formateo de sus chips de emociones, la gran parte se sentía vulnerable y perdida. Así, los egos se dejaban atrás, en el teatro sin recital. Nadie escondía su miedo. A nadie le importaba qué diría el resto. Ante el temor que habían sentido por perder la vida y que se desmoronara el esfuerzo de sus antepasados por proteger a la especie humana, todos eran iguales. La pirámide social se hizo trizas, al igual que las capas internas del cielo que cayeron ante el ataque.

Domo 24 [Vol. 1] El Apagón 🔞 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora