Capítulo 5: siempre cómplices

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Importante: cada publicación cuenta con palabras o conceptos marcados en negrita, los cuales tienen su correspondiente explicación al final del capítulo, en un glosario

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Lo ignoraban, pero a ambos los marcaron.

Una persona sacó una agenda de su bolso. La abrió y buscó hasta dar con la página que debía completar tras sus observaciones. En una larga lista se encontraban tiqueadas algunas palabras y otras en blanco. Eso indicaba que el trabajo lo realizaba hacía meses. A la izquierda de la hoja se leía el nombre «Francisco» y a la derecha, «Vibeke».

Vibi dejó de aferrarse al cuerpo de Francisco cuando este se detuvo en la zona pactada. Faltaba una cuadra aún, pero ahí debía detenerse. Entusiasmada, fijó la mirada en los faroles que iluminaban el mirador del teatro en el décimo quinto nivel. Cerró sus ojos por unos segundos y sonrió, puesto que en una hora más estaría allí. Sin embargo, también sintió nostalgia al recordar a sus amigos, pues había decidido, por primera vez, asistir sola. Se quitó el casco, aunque infantilmente hubiera querido no hacerlo, y procedió a camuflarse. De la mochila del motorista sacó una sudadera negra con capucha, la cual era mucho más grande que su cabeza. Él nunca la había visto con esa prenda. Comprendió luego por qué la ropa debía ser nueva y opuesta a la que acostumbraba a usar: quería pasar desapercibida. Vibi se la puso y se despidió de él, siempre cómplice. Francisco buscó la frente de su hermana, pero solo pudo ver la punta de su nariz y sus labios. Levantó un poco la capucha y la despidió con un beso la frente. Luego la miró con una mezcla de ternura y risa, mientras volvió a encender el motor.

—¿Qué? Estás cagado de la risa. Ya, lanza tus pesadeces de una vez —le dijo a su hermano al momento que apretaba sus labios y miraba con ligereza hacia un costado; pretendía que lo ignoraba, aunque aún oía su risa.

—¿Pesado, yo? No te enojes tontona, sabes que voy a todas contigo, pero no entiendo este hermetismo obsesivo con tus gustos. Eres «un ángel», lo somos, da igual lo que hagas... —dijo Francisco y puso a una de sus manos sobre la cabeza de su hermana, acariciándola.

—Él po. ¿Por qué me trajiste en moto, entonces? Francisco, bájate de la nube. Ni que fuéramos «superhumanos»...

—Ay Vibi, se entiende lo que trato de decirte. Nunca me he creído «especial» o «iluminado» ni ejemplo o referente de nadie. Me conoces bien. Sí asumo que en esta sociedad me tocó nacer y cargar con una cruz pesadísima, pero que tiene su lado bueno también.

Domo 24 [Vol. 1] El Apagón 🔞 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora