Capítulo 10. En el bosque.

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Después del intenso bombardeo que sufrieron en la noche, junto con todas las penurias por las que tuvieron que pasar, los soldados refugiados en ese edificio de la ciudad pudieron respirar tranquilos, nuevamente.

El Sol calentaba lentamente todo a su paso, aumentando la temperatura conforme amanecía.

Lucas Varzzen salió del edificio junta con el sargento Cabrera, para analizar la situación en la que se encontraban. Debían decidir lo que tenían que hacer a continuación: quedarse ahí o abandonar a los heridos para ir al cuartel de la resistencia por refuerzos.

El aspecto de la ciudad era perturbador, si de por sí ya estaba destruida y en ruinas, después del bombardeo de anoche esto aumentó aún más. Columnas de humo negro se podían divisar hacia cualquier lado al que se mirara.

De todos los tanques Fénix que había, solo tres lograron sobrevivir a la batalla acaecida el día de ayer.

- Voy a ver si ya se restablecieron las comunicaciones- dijo el sargento, interrumpiendo el escrutinio de Lucas.

- Ojalá haya sucedido- comentó.

El sargento regresó sobre sus pasos e ingresó por la entrada principal, dejando al teniente solo.

Caminó unos pasos hacia adelante, observando a su alrededor, como si estuviera buscando algo.

Metros más adelante, estaba la Phantom intacta e imponente, sorprendentemente, parecía que no recibió daño alguno.

Lucas se acercó a la nave, con la intención de detectar si habría sufrido algún desperfecto que le impidiera funcionar correctamente.

Mientras hacia esto, un grito desgarrador sonó cercas de él, haciendo que se sobresaltara y empuñara su rifle automático.

Buscando un objetivo al que disparar, el grito volvió a hacer acto de presencia, esta vez, escuchándose más cerca.

Avanzando hacia donde creía que era el origen de aquel extraño grito, cruzó una calle a su izquierda. No tardó demasiado en saber de donde provenía.

Tirado sobre la calle, un hombre se arrastraba como podía con sus dos manos porque no tenía ningún pie, dejando un reguero de sangre detrás de él.

Rápidamente, se aproximó hacia el moribundo y vio que sus heridas eran recientes y finas, como si con una espada muy afilada le hubieran cortado los pies.

Sin perder el tiempo, cargó al extraño hombre con presteza, mientras éste no dejaba de quejarse del dolor. Mirando en derredor, intentó localizar a quien haya sido el responsable de semejante acto inhumano pero fue en vano, no encontró a nadie.

Regresó sobre sus pasos velozmente, para que el hombre no perdiera mucha sangre de sus heridas. Estaba en tensión, temía que algún enemigo saliera de la nada y lo atacara.

Llegó agitadamente a la entrada y pateó la puerta para abrirla y así poder entrar. Cuando lo hizo, vio al sargento estupefacto.

- Teniente, yo...- iba diciendo y se detuvo porque observó bien a Lucas y al hombre que cargaba.

- ¡Llamen a un médico!- gritó el sargento, abruptamente.

El recinto principal estaba tranquilo y vacío, solo ocupado por ellos y unos cuantos soldados que pasaban por ahí, deteniéndose para ver tan singular escena.

Tres minutos después, llegó el soldado Materazzi, con un maletín blanco en su mano derecha y se dispuso a atender al hombre.

Lucas lo dejó en el suelo para que pudieran atenderlo bien; Sam le inyectó un calmante, haciendo que se tranquilizara de inmediato. Después, hizo un torniquete arriba de las sangrantes heridas para que dejara de perder sangre.

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