El Imperio

Capítulo 20. Campo de refugiados.

A través de una ventana dentro de un camarote se podía observar las calmadas aguas del Mediterráneo, siendo alteradas por el movimiento del Leal, interrumpiendo la quietud del mar. En el camarote se encontraba tendido Lucas, sumido en un profundo sueño, sobre un camastro azul claro, que ocupaba el 60% del recinto.

Transcurridos varios minutos, Lucas finalmente despertó, tomando asiento en la dura cama, suspirando pesadamente a la par que recordaba la travesía en la que estaba metido él y sus compañeros. El capitán del navío, Matt Russell, les había comentado que sería un viaje extenso y que probablemente durara un par de días o más. Ya había perdido la cuenta del tiempo que llevaban viajando. Se había mantenido aislado del resto, teniendo poco contacto con los demás, anhelando descansar en paz, sólo abandonando el camarote para alimentarse y hacer sus necesidades corporales.

Pero ya era hora de que Lucas impusiera orden a la situación, requería información viable del sitio al que viajaban y un tiempo aproximado de llegada a Israel. Abrió la pesada puerta metálica y salió al pasillo, donde había más camarotes similares al suyo, todos ellos desocupados salvo nueve. Un movimiento a su izquierda captó su atención de inmediato.

La teniente Irene Olzon avanzaba con rapidez, alejándose del camarote de Elliot. Iba completamente desaliñada, con el uniforme revuelto y su largo cabello blanco enmarañado. Cruzó el pasillo precipitadamente, ignorando a Lucas al pasar a su lado. Teniendo una vaga sospecha del comportamiento de Olzon, se dirigió a la habitación de Elliot, esperando una explicación que ratificara su sospecha.

Tocando varias veces, asió la manija y entró sin esperar alguna indicación de que podía hacerlo. Adentro estaba Elliot acostado, con ambas manos debajo de su nuca y con un aspecto excesivamente similar al de la teniente. Esbozando una sonrisa, Lucas observaba detenidamente a su hermano, mientras que éste sólo inhalaba y exhalaba agitadamente. Hohenstaufen le dedicó una mirada sonriente a Lucas, sentándose cuidadosamente y vigilando cada uno de sus movimientos para no llegar a lesionarse.

— No me digas que pasó lo creo que es —recriminó el teniente, sometiéndolo a un intenso escrutinio, recargándose en un lateral de la puerta—. Olzon se veía muy agitada cuando venía hacia acá.

— Hermano, ya tienes una idea preconcebida de lo sucedido, ¿acaso es necesario que te lo explique?, ¿o quieres detalles para echártela tú también? —acotó Elliot, frunciendo el ceño y acariciando su barbilla.

— Eres un idiota, ¿lo sabías? —le reprochó, soltando una leve carcajada—. Según recuerdo, Green te dijo que no debías hacer ningún esfuerzo, para así recuperarte más rápido, y esto que hiciste con Olzon es catalogado como esforzarse.

— Pero aun así me amas, hermano. Y te equivocas, no me esforcé; simplemente bajé el pantalón y dejé que Olzon hiciera todo. Te la recomiendo, sabe moverse muy bien, te hará gemir como no tienes idea, hermano.

— ¡Ja! Tendré que corroborarlo por mí mismo. Y tú también me amas, hermano. Descansa —le increpó con voz autoritaria, abandonando el camarote y cerrando la puerta a su espalda.

Empezó a caminar sin un rumbo fijo, avanzando por el pasillo hasta llegar a una escalera metálica que conducía al nivel superior, hacia la cabina de control del barco. Siguió el camino, permitiéndose guiar por sus instintos, mientras que se preguntaba cuánto tiempo tardarían para llegar a su destino. Ensimismado como estaba, salió a la cubierta del navío, analizando el sistema de armas y permitiéndose admirar el impresionante Mediterráneo y su insondable tono azulado del agua. Los rayos del astro rey provocaban una visión espléndida del mar. Después de unos minutos, reanudó la marcha, esta vez dirigiéndose a la cabina de control, para preguntarle a Matt el tiempo aproximado de espera.