ⅩⅢ | El Primer Fin de Semana del Mes

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—¡Gracias, Cartero! —gritó Charlie, bajando del ascensor para correr por todo el Refugio— ¡Naim, te extrañe tanto!

Era lunes después del primer fin de semana del mes. Esos días eran los únicos días que todas las sedes de la Corporación cerraban sus operaciones para permitirle dos días de descanso a sus investigadores y reclutas. Es por eso que Korhonen les explicó que era por eso que los lunes de reincorporación siempre se les daba libre a los reclutas, para que los Principales se olviden de ellos y del Olimpo y puedan estar totalmente enfocados en el complejo y sus investigadores. Por ello, los reclutas de la 14va generación no han tenido mejor idea que gastar su tiempo de encierro que gastarlo en el Refugio, juntos.

—Mi padre está evaluando mudarse a la ciudad —le comenta Evelyn a Eleanor, mientras ella le servía una taza de té.

—¿Aquí en Atlas, Eve? ¿Por qué?

—Dice que no quiere que desperdicie mis pocas horas de "libertad" en vuelos. Quiere que use cada minuto en la familia y nuestra empresa, y la mejor solución es mudarse cerca del complejo.

—¡Vamos! ¡Esta vez sí te alcance! —gritó Ethan, jugando con Ian frente a la chimenea un videojuego de guerra.

Valentino los vio con desdén antes de girarse hacia la bandeja de postres sobre la mesa en la que estaban sentados los tres herederos para disponerse a elegir uno y olvidar a los plebeyos que lo rodeaban. Mientras tanto, Eleanor veía su té sin darle un sorbo, analizando palabra por palabra la respuesta de su amiga.

—¿Tú...? ¿Tú padre de verdad haría eso por ti? —preguntó Eleanor, confundida.

—Pues claro, Eleanor —murmuró Valentino, viendo de reojo como Ian comenzó a golpear el brazo de Ethan—. Mis abuelos también quieren mudarse. Ya comenzaron a diseñar los planos para construir una villa cerca de aquí.

—¡Maldición! —gritó Ethan, levantándose de golpe de su silla de gel y tirando su control al suelo.

Valentino rompió su macarrón del susto.

—Estos plebeyos...

Ian río victorioso al ganar su partida y dejó su control en el suelo. Su rostro se iluminó cuando se volteó y vio a Eleanor cerca de él.

—¡Eleanor! No sabía que habías llegado.

—Llevo aquí casi una hora, Ian —masculló Eleanor, con una sonrisa forzada cuando Ian se sentó en el sillón más cercano a su mesa— ¿Qué tal, compañero? ¿Disfrutaste tus días libres?

—¿Que si los disfrute? ¡Fue el mejor fin de semana de mi vida! —chilló— ¡No sabes cuanto adoro que Atticus y yo vivamos en la misma ciudad! Me llevo al mejor sitio del mundo. Lo disfruté más que el Throwback.

—Normal. Si fuiste lisiado... —murmuró Valentino.

—Hablo en serio. ¡Tenemos que ir todos! ¡Estaba repleto de personas! Habían juegos de casino, luchas, carreras, y apuestas. ¡Muchas apuestas! ¿Ya dije que tenemos que ir? ¡Si fuéramos todos, nos divertiriamos mucho!

—¿No te quedaste todo el fin de semana con tus padres? Yo casi no pude estar con mi padre —comentó Ethan, sentándose en otro sofá cerca de ellos.

—Sí estuve con ellos, pero el sábado en la noche Atticus me escribió para ver qué hacíamos y, cómo mis padres ya estaban dormidos, salimos juntos. Y no me arrepiento, ¡fue lo mejor!

—¿Qué puede tener de interesante un sitio lleno de comunes? —se quejó Valentino e Ian río.

—¡Todo! Sí daba un poco de miedo pero fue genial. Las personas que luchaban usaban sus habilidades como si fuera algo normal.

El Destino de los CondenadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora