Ⅹ | El ThrowBack

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Eleanor veía las noticias, apoyada en un taco de billar, mientras Valentino y Deven seguían con su partida. Casi no le prestaba atención a nada de lo que decía, ni a su entorno en sí. La heredera de los Stewards solo tenía una cosa en mente. La revelación que ayer el Doctor les hizo después de la prueba final, algo que Evelyn notó a mil yardas de distancia.

—Eleanor. Deja de pensar en eso. No hay nada que podamos hacer —le dijo Evelyn, llegando junto a Atticus y la camarera con la comida que ordenaron.

—Lo sé. Solo intento encontrarle el sentido. ¿Reclutar a los veinte candidatos? ¿Dar nacimiento a dos generaciones? —preguntó preocupada— ¿En qué habrá estado pensando el Doctor?

—Eso no importa. Ahora somos reclutas. Solo tenemos que hacer lo que nos ordenen —dictaminó Deven, entronando una bola lisa en un agujero de la mesa.

Evelyn lo vio de reojo y luego volvió a fijarse en la expresión de su amiga.

El viernes, después de la prueba, cuando el Doctor confesó en una reunión de representantes y candidatos que había decidido hacía días que crearía dos generaciones para que los veinte candidatos que habían superado el enlace se convirtieran en reclutas; tenía la misma expresión en su rostro. Ella y todos.

—Jugó con nosotros para que creyéramos que teníamos elección si nos presentabamos en la prueba —comenzó a hablar Ian y todos se giraron hacia él— El Doctor nos hizo parte de un show para entretener a sus investigadores y luego-

Ian comenzó a toser y Atticus acudió a socorrerlo con un vaso de agua.

—Ian. Estás herido. No puedes hablar —le pidió pero él, con todo lo que le permitía su collarín, negó.

—Jugó con mis esperanzas, Atticus —dijo con la voz entrecortada—. Nunca pudimos escapar. Nunca.

De todos los candidatos, Ian fue el que más sufrió. El mismísimo Principal Dennis Hicks, el curador más famoso del mundo, tuvo que despertarlo de su desmayo. Sino, los enfermeros estimaban que duraría más de tres días inconsciente. Tenía sus dedos magullados, la nariz enyesada y un ojo morado, sin mencionar como que su adolorido cuello necesitaba de un collarín para soportar el peso de su cabeza y que necesitaba de una muleta para poder estar en pie.

Su condición era muy precaria y todos estaban muy preocupados por él. Bueno... Todos menos uno.

Valentino volvió a tirar y entronó la bola 8 en el agujero correspondiente. Aplaudió victorioso  y se giró hacia su compañero.

—¡Soy fantástico! —exclamó orgulloso. Deven rodó los ojos— Ay, cariño. No hay necesidad de molestarse. Algún día lograrás procesar lo genial que soy y dejarás de amargarte. Te lo prometo.

—Por ahora, dejaré de amargarme cuando nuestros padres terminen la reunión con los suyos y yo pueda salir de aquí —espetó Deven, señalando a su alrededor.

—No insultes al Throwback. Es de mis lugares favoritos en la ciudad —le dijo Atticus, terminando de darle de beber a Ian—. De todas formas, si no estuvieras encerrado aquí, estuvieras encerrado en la habitación del hotel. Solo. Dame las gracias de que convencí a los guardias para que nos dejaran salir un rato mientras nuestros padres conversaban.

Por el reclutamiento de sus herederos, y el emparejamiento forzoso con un completo extraño, las cabecillas de las Tres Grandes Familias invitaron a los representantes de la familia Adams, Allen y Moore a un almuerzo en el mejor restaurante de la ciudad, The Shining, para hablar del futuro de sus hijos. Obviamente, ninguno de los respectivos hijos fue invitado pero Atticus no se quedaría de manos cruzadas en el hotel mientras su padre tenía una interesante velada. Convenció a los guardias de la Corporación de dejarlos salir al Throwback.

El Destino de los CondenadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora