Veintidos

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Después de un combate contra la marina, los mugiwaras pudieron oara en una isla para descansar, o algo parecido.

El caso es que Argent había luchado codo a codo con la tripulación y a Sanji no le agradaba la idea de que su hijo, a esa edad, luchara con ellos, no quería que le pasara nada, debía mantenerlo al menos lejos de la marina si no podía detenerlo de pelear contra monstruos. Zoro pensaba que debía crecer, pero también le preocupaba un poco. Y Argent, el creía que ya era mayor y quería que lo dejaran de tratar como un niño.

-¡Puedo cuidarme solo! - Reclama el menor de los rubios. - ¡Ya no soy un bebé!

-¡Ya lo sé! ¡Pero no por eso debes ponerte en peligro! - Le respondió el otro rubio.

-...- El peliverde se mantenía en silencio, no sabía de lado de cuál de los dos seres que más amaba estar, suponía que del de su pareja, pero su hijo también tenía un buen punto.

-No me puse en peligro. - Dijo entre dientes el muchacho. - ¡Necesitaban ayuda! ¡El tío Chopper estuvo a nada de caer si no hubiera sido por mi ayuda!

-¡Lo teníamos controlado, y tu tenias órdenes de quedarte adentro!

-¡No pueden tenerme adentro por siempre! ¡Me largo de aquí! - Argent salió de la habitación donde discutía con su padre y se fue refunfuñando.

-Hijo de su... No me va a dejar hablando así ese maldito. - Sanji ya iba tras el cuando...- ¿Eh? - Una mano en su hombro lo detuvo.

-Déjalo, tiene que pensar un rato, deja que se calme. - Dijo Zoro y luego abrazo al rubio. - Tu también debes calmarte. - Sanji suspiro y se dejó abrazar.

-Es que no entiende Zoro, es un necio.

-Ya se, pero no lo regañes, nosotros también tuvimos su edad. - El Moreno acarició los largos y dorados cabellos de su pareja, luego deposito un beso en sus labios. Le sonrió. - Ya volverá.

-Eso espero. - Contestó Sanji.

Mientras tanto Argent saltaba del Sunny, se iba al pueblo, estaba demasiado molesto como para quedarse en el barco, sabía que se terminaría desquitando con alguno de los tripulantes y no tenía intención de lastimarlos o decirles algo hiriente.

Empezó a caminar y terminó en el bosque, con su espada empezó a cortar las plantas para abrirse paso, estaba muy furioso, no lo dejaban hacer nada, no lo dejaban pelear, no dejaban que los ayudara.

-Tenías órdenes... Métete tus órdenes por donde te quepan... - Maldecía Argent en voz baja mientras cortaba las plantas ferozmente. - Lo teníamos controlado, si claro. - Dijo con sarcasmo. - Tss...- Se detuvo un momento, sentía que las lágrimas caerían en cualquier momento y apretó la quijada. - ¿Entonces porque no me dejaron en un pueblo cuando era niño? ¿Por qué no me abandonaron y en su lugar me entrenaron? ¿Por qué no me dejan pelear?... ¿¡QUÉ NO HABÍAN ESTADO CRIANDO A UN PIRATA?! - Cayó de rodillas al suelo y dejó su espada a un lado.

Respiró profundo y limpio sus lágrimas por debajo de sus gafas pero no podía dejar de llorar, odiaba pelear con su padre, lo quería demasiado. A eso agregado el sentimiento de impotencia y las hormonas.

Entonces escucho a un ruido que lo hizo resollar, tomar su espada rápido y ponerse a la defensiva.

-Mhjuju, tranquilo querido, no te haré daño.- De una sombra apareció una mujer, tenía puesto un vestido verde, zapatilla oscuras y un collar que cubría casi todo su cuello del mismo tono, sus ojos esmeraldas y su cabellera igual. Con esa voz tranquila pero poderosa habló y se aproximó al joven. - Vamos, permiteme llevarte a mi tienda.

-No gracias. - El rubio se levantó y no perdió de vista a la mujer. Hablaba calmado y serio de nuevo, sabía que podría ser una enemiga. - De hecho ya me iba, lamento si me metí en tu propiedad sin permiso.

Criando a un Pirata (ZoSan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora