Doce

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El Sunny se había transformado en un lugar aún más alegre, ruidoso y divertido desde que Argent había cumplido un año, pues Franky y Usopp, de regalo, le dieron una andadera que ellos mismos confeccionaron para que empezara a aprender a caminar. Esta era una especie de sillita donde ponían al bebé, pero tenía espacio para las piernas para que quedara parado, además de que al rededor estaba llena de juguetitos que hacían ruido y le entretenían, y en la base había cuatro rueditas para que pudiera avanzar. Era un artefacto muy útil, además de que eso había obligado a Sanji a dejarlo un poco, a darle algo de libertad.

Claro que sería más útil si Argent lo usara como se debe, pero el pequeño era un diablo.

El bebé tenía una fuerza tremenda en sus piernas y brazos aunque era muy pequeño, entonces solía caminar hasta algún mueble cercano, tomarlo con sus manos para estar lo más pegado posible al objeto, y luego, con sus pies o manos se empujaba para ir a toda velocidad levantando sus pies para que las llantitas no se detuvieran y pudiera ir más rápido, luego chocaba contra algo y se escuchaban las risas de él y todos los que lo veían, definitivamente que Zoro haya jugado con él al "Sacrificio humano" cuando era más pequeño lo había hecho más fuerte y menos berrinchudo, lo mismo con el juego de la almohada en su cara.

Lo único malo de esto era que el pequeño ya tenía 14 meses y no había dado sus primeros pasos solos, un bebé normal lo hace entre los 9 y 12 meses.

Sin embargo, esto traía sin cuidado a Zoro y a Sanji. "Ya aprenderá" decían y le restaban importancia, los que realmente se preocupaban eran el doctor y la navegante, que insistían que debían preocuparse más y trataban de hacer todo lo posible para que Argent aprendiera.

-Lo que realmente quisiera que hiciera solo es ir al baño. - Declaró Zoro.

Y seguían así, sin darle importancia a pequeñeces como caminar, ambos eran estúpidos, tal para cual, perfectos el uno para el otro.

Un día, los mugiwaras llegaron a una isla cualquiera, clima otoñal, con su pequeño cuartel de la marina, hoteles, tiendas, todo completamente normal, excepto esa energía romántica que desprendía. El cielo se teñía de rosa sin importar la hora y las hojas caían lentamente, creando una encantadora escena otoñal.

-Ah... - Suspiró Sanji recargado en el barandal mientras fumaba un poco, toda esa escena lo había conmovido. -¿Eh? Ah, eres tu. - Sonrió al sentir los brazos de Zoro rodeando su cintura y su mentón recargándose en su hombro.

-Pues si idiota, ¿Quién más voy a ser?

-¿Yo que se? Me asustaste. - Sonrió acariciando la cabeza de Zoro. -¿Sabes? Creo que... - El rubio se vio interrumpido por el grito de la navegante llamando a todos para que fueran al cuarto de navegación antes de desembarcar. -Bueno, luego te digo. - Tomó la mano de Zoro para que fueran juntos a donde la navegante y que Zoro no se perdiera. - ¿Qué sucede Nami-san? - Preguntó Sanji al entrar.

-Bueno, la Log pose tarda en registrar la isla una noche, así que tendremos que se cautelosos, hay marinos aquí, ya lo hemos investigado Robin y yo, esto para que ese tonto no se meta en problemas y no podamos advertirle. -Señaló a Luffy quien rio sin apenarse. - Debemos tener cuidado, pero es un lugar muy bonito, así que podemos salir un rato.

-Oi, bruja. - Zoro habló y todos voltearon a verle, era raro que hablara en ese tipo de reuniones. - Quiero tener una cita con el cocinero.

-¿Qué? - Sanji se ruborizó ante esa repentina declaración.

-Si, bueno, si quieres... - Zoro frotó su nuca algo apenado. - Es que... Desde que estuviste embarazado tu y yo no hemos salido.. tu sabes y... - Sanji sonrió aún colorado y abrazo el brazo de Zoro.

Criando a un Pirata (ZoSan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora