Capítulo 5

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1875, Londres


— Estamos en el año 1875, no 1975 o 2075, ¿vale? ¡Así que déjate de gilipolleces y tómate el puto medicamento! — Exclamó ya harto Brian.

— Brian, el lenguaje... — John intentaba corregir a su amigo, pues este nunca utilizaba ese tipo de vocabulario tan vulgar. 

— ¡Para de tratarme como si fuera un puto descerebrado mental! — Continuó Roger incorporándose de nuevo. — ¿Si esto no es una broma, entonces qué es? — Cuestionó esta vez más calmado.

La idea de la broma se estaba empezando a esfumar de la mente del rubio, pero, por otra parte, no encontraba otra posible causa. ¿Y si realmente hubiese ido de algún modo al pasado? No, eso era absurdo. Imposible.

Un incómodo silencio se hizo presente, dando tiempo para pensar al ojiazul.

— Chicos... No estoy loco. — Volvió a hablar Taylor. Brian y John lo miraban esperando a que continuara la frase. — Yo vivo en 1975, lo juro. 

Deacon y May intercambiaron miradas, miradas de lástima. Sentían lástima por Meddows.

— Roger, eso es imposible... — Objetó el menor. — 1875, Roger, estamos en 1875.

Entonces llegó a una conclusión. Roger llegó a la conclusión de que había viajado al pasado. ¿Cómo? No tenía ni idea, pero esos chicos no parecían estar actuando, además de que las calles, plazas, edificios... Todo era demasiado real. Ya había pasado la primera prueba, saber dónde estaba. Ahora venía el siguiente nivel: demostrar que no estaba loco y que venía del maldito 1975.

— Mirad, no os voy a mentir, me estáis tocando muchísimo los huevos y a estas alturas os hubiese mandado a la mierda... — Hizo una pausa. — Pero por Dios, tenéis que creerme, soy del 1975. Necesito vuestra ayuda, no sé cómo he llegado aquí, por favor, estoy siendo demasiado amable para ser yo.

Los dos amigos mantuvieron silencio. Lo cierto es que ese rubio no parecía tener un problema mental, excepto por el hecho de que decía venir del futuro. Sin embargo, no podían creerle, no iban a quedar de estúpidos. 

— No te creo. — Brian se cruzó de brazos. — En serio Roger, ve a un maldito psiquiatra. 

— Yo tampoco te creo... Lo siento. — Apoyó John al rizado.

Roger lo entendió. Él estaba pasando lo mismo, y aunque pensara que había viajado en el tiempo, aún no acababa de creerlo del todo. Entendió que no lo creyeran, puesto que hasta a él le parecía una cosa increíble, así que decidió no darle más vueltas al asunto. Asintió lentamente con la cabeza y se giró, abandonando así los huertos May. Se buscaría la vida, descubriría él mismo cómo salir de ahí y, incluso tal vez, llegaría a hacerse multimillonario. 

Se había alejado unos veinte metros, y pensó que un cigarrillo ayudaría a disminuir su estrés. Llevó una de sus manos hacia el bolsillo trasero de su pantalón, pero se entristeció al no encontrar una caja de tabaco. Por el contrario, al pasar la mano por el otro bolsillo, notó un objeto rectangular y al sacarlo, vio algo que había olvidado por completo: su radio de bolsillo.

Una pequeña radio roja de bolsillo que siempre llevaba consigo y que, usaba frecuentemente. Al principio no le dio mucha importancia, pero...

— ¡Las radios no se inventaron hasta 1899! — Sabía lo que debía hacer, era la prueba perfecta. La prueba perfecta de que venía del maldito futuro. Cambió bruscamente el sentido de su andar, y comenzó a correr agarrando con todas sus fuerzas la pequeña radio.

Cuando por fin alcanzó de nuevo los huertos de la familia May, pudo ver que John y Brian ya no se encontraban allí. Ahora debía buscarlos, casa por casa. 

Tocaba a las puertas y la gente le recibía con miradas de desagrado, puesto que su ropa no era la más adecuada para esa época. No había rastro de los jóvenes, y Roger comenzaba a desesperarse.

— ¡Me cago en la puta! — Gritó con la voz rota, estirándose del pelo con todas sus fuerzas.

— Después dices que no estás loco. — Reconocía esa voz, por lo que levantó la cabeza encontrándose así con Brian. — ¿Qué haces aquí? ¿No te habías ido hace rato?

— ¿Dónde está John? — Taylor se guardó la radio en el bolsillo rápidamente, no quería que el mayor la viese aún, debían esperar al menor de los tres.

— Ven. — Rodó los ojos y lo guió hasta una pequeña casa, la cual estaba rodeada de plantas. Sus padres no se encontraban en ella, ambos estaban trabajando, por lo que John se quedó allí mientras esperaba a Brian, que había ido a vender unos tomates. — Está en la cocina. — Acudía a subir las escaleras pero Roger lo agarró del brazo.

— No, necesito que tú también estés. — Brian se lo pensó por unos segundos, no tenía tiempo para tonterías, y Roger no le caía especialmente bien. Pero al ver la triste mirada que el rubio le dedicó, pensó que todos merecen segundas oportunidades. Asintió y se dirigió junto con el ojiazul hacia la cocina.

— John, ha venido Roger... Otra vez. — Avisó Brian pasándose una mano por el cabello. Deacon dejó de cortar patatas y se giró con su característica sonrisa.

— Hola Roger, ¿estás más tranquilo?

— Sentaos. — Ordenó seriamente el aludido. Brian y John fruncieron el ceño. El rubio caminó rápidamente hasta llegar a la mesa de la cocina y deslizó ambas sillas para indicar que se sentaran. — Vamos, sentaos. — Finalmente, los tres se encontraban sentados. — No estoy loco, vengo de 1975 y puedo demostrarlo.

Ambos chicos permanecieron en silencio, pensaron que el rubio diría algo coherente, pero seguía con sus paranoias futuristas, así que simplemente soltaron un pesado suspiro y agacharon la cabeza, esperando a que Roger demostrara lo imposible.

El ojiazul lo estaba disfrutando. Le encantaba poder callarle la boca a las personas cuando tenía pruebas para demostrar algo, era algo que satisfacía plenamente su ego. Vio como ninguno de los chicos le dirigía la mirada, y entonces sacó la radio y la dejó en la mesa, creando un sonoro impacto que asustó a los presentes. Levantaron miradas y cuando divisaron el objeto, fruncieron el ceño. 

— ¿Qué es eso? — El primero en hablar fue Brian, quien agarró el objeto con ambas manos intentando analizarlo.

— Pues aunque te lo diga no lo sabrás, porque aún no se ha inventado en este año. — Respondió el futurista con una prepotente sonrisa inundando su rostro. — Es una radio, una radio de bolsillo. Sirve para escuchar música, noticias, y esas cosas.

— ¿Una radio dices? — Habló John esta vez. — Pues la verdad es que nunca lo había oído...

— ¡Pues claro, porque no se inventó hasta 1899! — Roger sonreía de oreja a oreja, esperando que los chicos le creyeran, pues esa era la única prueba que tenía.

Brian comenzaba a dudar. Nunca había visto un objeto como ese, y lo cierto es que no parecía algo falso, era un objeto muy realista. Pero no quedaría como un tonto diciendo "te creo", necesitaba más información, necesitaba hacerle preguntas a Roger.

— Bien, si vienes del futuro, entonces podrás contestar a algunas preguntas, ¿no? — Retó Brian alzando una ceja incrédulo. Roger le dirigió la mirada rápidamente, que segundos antes se encontraba posada en John, y sonrió maliciosamente. Sabía que Brian le creía y que todavía no se atrevía a decirlo.

— Adelante, querido mío, pregúntame lo que quieras. — Respondió apoyando los codos en la mesa y entrelazando sus dedos. Sin borrar ese semblante prepotente que tanto lo caracterizaba.


· Only 100 years - MaylorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora