Capítulo 11

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1975, Londres


Habían pasado ya muchos días desde que Roger Taylor desapareció, y la noticia no había tardado en difundirse. Winifred y Michael estaban desesperados, pues no había rastros de secuestro, asesinato o suicidio. Simplemente no había ningún rastro, todo seguía igual.

Era como si la tierra se lo hubiese tragado.

— ¿Has oído eso de que Taylor desapareció? — Le decía una niña a su amiga. Ambas se encontraban en la escuela de Roger.

— Sí, pero lo prefiero así. Era un imbécil.

Ambas chicas rieron.


1875, Londres


A las cuatro en punto, Brian y John llamaron a la puerta de Freddie. Brian se estuvo preguntando durante todo el camino si Roger se encontraría en la casa o no, por lo que estaba algo inquieto. La puerta finalmente se abrió, dejando ver al persa. Después de saludarse, los invitados se adentraron en el lugar hasta llegar a la sala de estar. Se dieron cuenta de que en el sofá, sobresalía una cabellara rubia y brillante.

— ¡Roger, cuánto tiempo! — Saludó Deacon.

— Hola John, ¿cómo estás? — Se incorporó con una sonrisa para abrazar al menor, pero sus azules orbes se posaron en los orbes avellana de Brian. — Brian... — El mencionado saludó con un gesto de cabeza.

— ¿¡Queréis té!? — Exclamó Mercury desde la cocina, liberando así la tensión que se había formado en el salón. Los tres chicos asintieron.

En pocos minutos, se encontraban todos bebiendo de su té, sentados en la mesa del salón. Freddie y John mantenían una animada y activa conversación, mientras que Roger y Brian se encontraban cabizbajos, con los nervios al cien por cien. Aquello no pasó por desapercibido, el pelinegro se dio cuenta rápidamente e interrumpió la conversación que estaba teniendo con el menor.

— Cuánta tensión, ¿no? — Se levantó para recoger las tazas que estuvieran vacías. — ¿Por qué tan callados? Vosotros dos os pasáis el día hablando. 

Los aludidos no tenían palabras. Simplemente les resultaba incómodo hablar entre ellos, así que cada uno permanecía en su mundo.

— Freddie tiene razón, ¿pasa algo? — Habló John inocentemente.

El rizado y el rubio se miraron, intentando descifrar quien de los dos hablaría primero. Finalmente, Brian interrumpió el silencio.

— No seáis paranoicos, no pasa nada. — Bebió de su té.

— Bri, querido, no soy imbécil. — Respondió el persa sentándose nuevamente. 

La respiración de Brian comenzaba a agitarse. Enseguida supo que un nuevo ataque de ansiedad estaba haciendo su aparición, pero no volvería a suceder, no frente a Roger. 

Se puso en pie y dejó su taza en el grifo. 

— Tengo que estudiar. — Se dirigió a la puerta principal y salió de la casa con pasos apresurados. Necesitaba respirar aire fresco. Su amigo Freddie le había puesto en una situación muy comprometedora, y tuvo que salir corriendo de allí antes de ahogarse con su propia respiración.

Los tres chicos mantuvieron silencio, pero rápidamente, Freddie comenzó a contar anécdotas divertidas sobre su gata Delilah. Roger intentaba escucharlo, pero su mente viajaba hacia otro tema. Se sentía mínimamente mal por no haber podido hablarle con normalidad a Brian, se sintió un inmaduro y cobarde. Tenía ganas de correr tras él y pedirle disculpas, pero no podía irse él también, pues sería muy obvio que tenía cierto interés en el rizado.

Las horas pasaron y, finalmente, Roger se encontraba tumbado en la cama, haciendo un intento por dormirse.

Pero no podía.

Cerraba los ojos durante minutos, pero no conseguía dormir. Se incorporó y comenzó a rebuscar en los cajones en busca de algún libro, sin embargo en casa de Freddie no había ni uno. Todavía se sentía culpable por haber ignorado a Brian durante la tarde, y una alocada idea pasaba por su mente.

Eran casi las tres de la mañana, pero se sentía obligado a ir a ver al rizado. Roger era de esas personas que no se sentían culpables en ninguna ocasión, pero había descubierto que Brian cambiaba su forma de ser, y ya no luchaba por cambiarlo.

De un solo brinco, saltó de la cama y se comenzó a vestir rápidamente. Salió de su cuarto para dirigirse al de Freddie y así comprobar que estuviese dormido. Tras ver al persa roncando y con Delilah encima, salió a cuclillas de la casa.

Varios minutos de camino, y ya se encontraba frente la casa de los May. Sabía que no debía llamar a la puerta, pues los padres del joven, los cuales ni siquiera conocía, despertarían. Así que comenzó a mirar por las ventanas, hasta que divisó a May durmiendo plácidamente. Sin sobre pensárselo, dio un par de golpes con sus nudillos en la ventana, pero Brian no despertó. Lo intentó un par de veces más, y nada. 

Roger no se rendía.

Abrió lentamente la ventana y fue entrando lentamente a la habitación. Caminó de cuclillas hasta quedar frente a May, y se agachó para estar a su altura.

— Brian. — Susurró. No hubo respuesta. — Brian. — Volvió a susurrar, esta vez sacudiendo al rizado.

El castaño comenzó a removerse con el ceño fruncido, por lo que el rubio supo que estaba despertando. Finalmente, sus bonitos ojos se abrieron, y al percatarse de la presencia del rubio, separó los labios para intentar gritar.

Intentar. Porque Roger había colocado una de sus manos sobre la boca del mayor, evitando así que despertase a medio vecindario.

— Shhh, calla. Voy a apartar la mano y no vas a gritar, ¿vale? — El más alto asintió rápidamente. — Bien. — Apartó la mano lentamente y Brian se incorporó de un único y rápido movimiento.

— ¿Qué haces aquí, Roger? ¿Sabes la hora que es? — Habló con la respiración agitada, pues el ojiazul le había pegado un buen susto.

— Sé perfectamente la hora que es. Quiero hablar contigo.

— Roger, mañana tengo es... — Detuvo sus palabras cuando sintió la cálida mano del rubio agarrando su fría muñeca y tirando de él.

— Vamos. 

— ¿A dónde? — Respondió levantándose de la cama.

— A pasear. — Abrió la misma ventana por la que había entrado a la casa. — Venga, pasa.

Brian obedeció, y en pocos segundos, ambos chicos se encontraban en la calle. Comenzaron a caminar sin decir ni una palabra. Brian esperaba a que Roger hablase, y Roger no sabía cómo empezar la conversación. El rizado comenzó a desesperarse, pues eran las tres de la mañana y el día siguiente tenía escuela, así que acabó con el silencio.

— ¿De qué querías hablar? — Cuestionó cabizbajo.

Roger se tomó unos segundos para ordenar sus palabras.

— Quiero ser tu amigo, Brian. Y lo digo en serio. Puede que haya sido un poco idiota contigo, pero Freddie me ha ayudado con mis ataques, he cambiado algo y creo... Creo que tú también me ayudarías a mejorar. Al principio no me caías bien, para qué mentir, pero después me he dado cuenta de que eres una gran persona...

El aludido frunció el ceño. ¿En qué comento Roger había cambiado tanto? Entendía que no hubiese sido consciente de ello, pues siempre se negaba a visitarlo y evitaba tener una conversación con él. Rápidamente comenzó a sentirse culpable. Sabía que el rubio le hacía sentir un "no sé qué", y esa era una de las cosas por las que lo evitaba. Si acababa enamorado de él, sabía que algún día debería despedirse, pues el chico venía del futuro. Se dio cuenta de que no había respondido a Taylor, quien lo miraba con un semblante apenado. Comenzó a sentir lástima por él, y se sintió presionado a elegir.

¿Debería arriesgarse y tener una amistad con Roger?

¿O debería seguir ignorándolo y no arriesgar?

Quien no arriesga no gana.

Pensó.

· Only 100 years - MaylorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora