Capítulo 10

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1875, Londres


Brian asintió sintiéndose algo nervioso. Roger se levantó del sillón y caminó hasta la habitación de Freddie. Agarró cuatro camisas de diferentes colores y volvió al salón principal, en el cual había un espejo de cuerpo entero. Se colocó en frente y se quitó la blanca camisa que ya portaba. En ese momento miró al rizado a través del espejo y sonrió maliciosamente al ver que este tenía las mejillas al rojo vivo.

— ¿Qué miras? — Preguntó el rubio vacilando.

El castaño sintió su respiración cortarse al instante. Lo había estado observando mientras se quitaba la camisa, pues lo dicho, Roger era un chico atractivo. Se dejó llevar por la atracción física y casi olvidó la terrible personalidad del rubio. Rápidamente apartó la mirada y la posó en sus manos, las cuales jugaban entre ellas sobre su regazo.

— No te estaba mirando, egocéntrico... — Murmuró.

— Claro que lo hacías. Pero no me molesta. — Se colocó una camisa marrón.

Era verdad. No le había molestado que Brian lo estuviese observando, y por eso la idea de ser homosexual o bisexual iba creciendo lentamente.

— No lo hacía. 

El rubio decidió no decir nada más, y terminó de probarse cada una de las camisas. 

Pero el plan de poner nervioso a Brian seguía en pie.

Fue a la cocina y agarró un cuchillo, se hizo pequeño corte en la zona de las costillas y pegó un irritante y agudo grito.

— ¡Ah, mierda!

El rizado levantó la cabeza rápidamente. Se levantó de inmediato y caminó apresuradamente hacia la cocina. Se dio cuenta de que parecía demasiado preocupado, así que disminuyó el ritmo de su andar. Cuando llegó hasta el rubio, este estaba apoyado en la encimera, con una mano cubriéndose las costillas.

— ¿Qué pasa? — Cuestionó Brian intentando parecer lo más despreocupado posible.

— Me he cortado, ¡ve al baño a por las vendas! ¡Rápido, joder!

— Ya voy, ya voy. — Obedeció y al llegar al baño, agarró una pequeña caja blanca decorada con una cruz roja. Volvió hacia el rubio, que se había desplazado hasta el sillón de la sala de estar.

— Vas a tener que curarme, Brimi. — Dijo pestañeando más de la cuenta. Se quitó nuevamente la camisa, dejando a la vista el corte que él mismo se había hecho. — ¿A qué esperas?

El más alto tragó saliva y se sentó al lado del rubio. Abrió la caja ante la mirada expectante del ojiazul, y sacó un rollo de gasas y unas tijeras. Cortó un pequeño trozo y lo enrolló al rededor de la herida, haciendo que sus fríos dedos rozaran la piel del menor. 

Al sentir aquel frío tacto, Roger volvió a notar aquel escalofrío que sintió cuando Brian lo llamó "rubio bonito". Un escalofrío que recorrió todas y cada una de las vértebras de su columna. Se removió en el sitio e intentó ocultar su notorio sonrojo.

Pero Brian se dio cuenta, pues el rubio se cubría la cara con una mano.

— ¿Y ahora qué? — El ojiazul se sonrojó todavía más.

— ¿Qué?

— ¿Por qué te tapas la cara? — Brian ya sabía la respuesta, pero decidió poner incómodo Roger y así divertirse un rato.

— Tengo un grano. — El castaño carcajeó negando con la cabeza y guardó las gasas y las tijeras de nuevo en la caja. — Ya está. — El sonrojo del rubio iba desapareciendo lentamente, y por ende, se apartó las manos de la cara.

El estafador resultó estafado.

Roger tenía intenciones de poner nervioso a Brian, pero fue él el que terminó convirtiéndose en un tomate.

El rizado se dirigió nuevamente al baño para guardar la caja blanca.


Maldito Freddie, tenía razón.


[···]


Lunes por la mañana. Freddie se preparaba para ir a la escuela, mientras que Roger desayunaba tranquilamente en la pequeña mesa de la cocina. El día anterior Brian había ido a su casa, y ese mismo día se dio cuenta de la razón por la que el chico de cabellos rizados no salía de su mente. Todavía no lo tenía claro del todo, pero un ochenta por ciento de su ser no paraba de repetirle la palabra "gay". El hecho de que estaba atrapado en el pasado ya lo ponía nervioso de por sí, y a eso se le sumaba el hecho de dudar de su sexualidad. Necesitaba hablar con alguien, y fue entonces cuando, como si el mundo lo escuchara, Freddie entró a la cocina. Abrió la nevera y sacó el tarro de mermelada, acto seguido, agarró dos rebanadas de pan y untó la mermelada en ellas. Se sentó frente a Roger y comenzó a comer. Eran las seis y media de la mañana, Freddie entraba a la escuela a las ocho.

— Cielo, ¿por qué estás tan callado? — Le dio un bocado a su tostada.

El rubio suspiró.

— Tenías razón, creo.

— ¿Razón sobre qué? — Frunció el ceño y volvió a mordisquear la tostada.

— Sobre... Sobre lo de... — El pelinegro lo observaba impaciente, esperando a que continuara. — Lo de ser gay.

Mercury esbozó una maliciosa sonrisa.

— Sabía que Brian era gay, lo sa...

— Brian no, yo.

La sonrisa de Freddie aumentó.

— También lo sabía. — Alzó ambos hombros como si fuera lo más obvio del mundo. — ¿Y cómo lo has descubierto?

Puede que la confianza con Mercury hubiese aumentado durante los días que había estado viviendo con él, pero todavía no se atrevía a decirle que se sentía ligeramente atraído por Brian, pues sabía que era uno de sus mejores amigos.

— Simplemente lo sé. Es raro... Siempre me he acostado con chicas, y de repente... Creo que soy gay.

— Tranquilo querido, conozco a muchos como tú. Es normal. — Roger asintió bajando la mirada. — Bueno cielo, me voy a vestir. No te preocupes por eso, ¿de acuerdo? — El rubio asintió nuevamente.


[···]


— ¿Alguna vez os ha atraído una mala persona? 

Los tres amigos se encontraban en una banqueta, era hora del recreo y cada uno disfrutaba de su desayuno. Brian había formulado esa pregunta repentinamente, causando que el pelinegro y el castaño lo miraran extrañados.

— ¿No? — Respondió el menor. — ¿Por qué lo dices?

— Por nada.

John y Freddie intercambiaron miradas, acordaron no decir nada más, pues sabían que muchas veces, el rizado tenía pensamientos extraños. Continuaron comiendo como si nada hubiera pasado.

— ¿Queréis venir a mi casa esta tarde? — Propuso el pelinegro. John no tardó en aceptar, mientras que las mejillas de Brian comenzaron a arder. — ¿Brian?

El rizado volvió a la realidad y comenzó a jugar con uno de sus rulos.

— ¿Eh? Sí, claro.

Justo en ese momento, la profesora ordenó que los alumnos regresaran a sus respectivas clases.

— Genial, a las cuatro en mi casa. — Aclaró Freddie alejándose de sus amigos.




· Only 100 years - MaylorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora