Capítulo 24

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1875, Londres


Los pájaros cantaban más de lo normal, era como si supieran la felicidad que envolvía al rizado en aquellos momentos. La suave brisa que entraba por la ventana chocaba contra la bronceada piel de Brian, el cual charlaba amenamente con un compañero de clase. Normalmente no le gustaba socializar con ninguna persona que no considerase su amigo, pero desde aquella "cita doble" se sentía una persona renovada. Se sentía fresco y feliz, sobre todo sabiendo que al terminar la escuela, su rubio lo esperaría tras la puerta.

El reloj marcó las dos del mediodía, por lo que rápidamente, los estudiantes guardaron sus cosas para irse a sus adoradas casas. Brian tuvo que pasar por el bullicio de gente que se formaba por los pasillos, después tragarse el humo de los oprimidos y drogadictos de la escuela, y finalmente, soportar las miradas de un grupo de jovencitas hambrientas. 

Por fin, llegó a la puerta principal. Buscó por todos lados a esa melena dorada, y al fijarse en un árbol, pudo ver al ojiazul apoyado con los brazos cruzados y una sonrisa. Brian se acercó a él y se dieron un corto abrazo. No querían levantar sospechas.

No sabían lo que eran, no habían quedado en que eran pareja oficialmente, simplemente se dejaban llevar y actuaban como una cuando podían.

— Daría lo que fuera por poder besarte y acariciarte aquí. — Susurró Brian en su oído. — En ir de la mano contigo, en mirarte como un tonto enamorado... — Continuó. Roger sonreía.

— Yo también... Deberías haber nacido en mi época, joder... — Comenzaron a caminar.

Paseaban por una plaza llena de niños correteando, abuelos sentados disfrutando la vida y trabajadores estresados que volvían a sus casas.

— ¿Qué quieres hacer hoy? — Preguntó el castaño. El ojizarco se alzó de hombros. 

Ambos caminaban pensando en un plan, cuando finalmente, la bombilla de Roger se iluminó.

— Tengo una idea... — Atrajo la atención de Brian. — Vamos a un sitio apartado, un sitio donde no puedan vernos... Nos tumbamos allí y simplemente charlamos, disfrutamos de poder ser nosotros mismos... — Explicó con aires de poesía para hacer reír al contrario. — ¿Qué me dices? — Cuestionó esta vez en un tono normal.

— Genial.


[···]


— ¿Qué te pasa, cariño? — Posó una mano en el muslo de su novio.

— Nada, estoy bien. — John sonrió tristemente. A Eva no le convencía.

— No estás bien... Sabes que puedes contármelo todo, ¿verdad?

El castaño no lo soportó más, tuvo la necesidad de sacar las lágrimas que intentaba resguardar y lanzarse a los brazos de su novia. La chica le acariciaba el cabello dulcemente.

— Johnny... Eres como un dulce niño... — Murmuró entristecida. — ¿Qué pasa? — Lo separó para mirarlo a los ojos.

— Es que... Es que... — Intentó hablar entre sollozos. — Es que no quiero hacerte daño...

— Tranquilo, sea lo que sea... Lo aceptaré. — Le sonrió de una manera tranquilizadora.

Deacon cogió aire profundamente y ordenó las palabras en su mente, intentando decirlo de una manera menos dolorosa.

· Only 100 years - MaylorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora