Capítulo IX

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 Hay una persona cantando una canción de Reik que me pone triste, y otra de Ed Sheeran que me hace imaginar bailar con Nathan en un campo de tulipanes de colores. Cada vez que me subo a un metro el universo confabula para recordarme que no tengo pareja, personas ponen música a todo volumen y otras cantan baladas o canciones de Adele, Taylor Swift y Carla Morrison. Escucho canciones de amor cantadas en vivo en el metro y de vez en cuando se me sale una lagrimita ya que siempre me aferro a lo que no puedo tener, porque lo que tengo no es suficiente.

Nathan me gusta mucho como para dejarlo ir, no es justo.

La noche anterior me había dicho que tuvo una cita con alguien de otra aplicación de citas y la sangre me ardió por dentro como si fuese lava recorriendo mis venas, me tomó por sorpresa y sentí una puya en mi corazón. Lo peor de todo es que no tenía una justificación razonable para enojarme con él, porque no somos nada oficial; no es mi novio, ni siquiera me sé su nombre completo..., él es un hombre adulto que no quiere comprometerse a tener una relación conmigo porque yo vivo un poquito lejos..., y me lo ha dicho múltiples veces; sin embargo, Nathan me ha herido con el solo hecho de seguir adelante y salir con alguien más.

Me dijo que no fue especial, pero ¿Qué certeza tengo yo de sus palabras? ¿le creo? Aún no sé si puedo confiar en que le gusto totalmente como para que decida no salir con nadie más. Es un vínculo complejo, y he intentado poder salvar nuestras charlas, desde ese punto me he dado cuenta que estoy más pendiente del celular, la pantalla me consume e intento poder estar atenta a los pasos de las niñas en la clase, hago un esfuerzo por no quedarme viendo los mensajes mientras pongo la música.

Como es de esperarse me quedo con Carmesí luego de clases, me siento con ella y Nuria en el salón de espaldas al espejo, mientras comemos unos chocolates Costa Rama que Nuria trajo porque se le antojó. Reviso mi celular, Nathan está escribiendo, hablamos de lo fácil que es para él viajar, me sorprende lo poco burocrática que es su vida al viajar y me da una envidia colosal.

—¿No quieres más, Carmesí? —escucho a Nuria.

—No, no quiero.

Alzo mi mirada, Carmesí se ve triste.

—¿Qué tienes, mi niña? —pregunto.

—Es que un niño de la escuela me gusta y no sé cómo decirle. ¿Qué hago?

Me pregunta y Nuria pela los ojos mofándose.

—Le hablas a la persona menos indicada, mami... —le dije. —, pero algo debes saber, si te gusta mucho mucho..., no se lo digas si no estás 100% segura de que a él le gustas.

—¿Y cómo sé que le gusto, po?

—Eso tú lo sabrás. Depende de la relación que tengan en estos momentos...

—No hablamos mucho, pero sí es amable conmigo.

—Amabilidad no es lo mismo que gustar, debes ver si tiene algún interés muy específico en ti, ahí es posible que sepas...

Carmesí asintió pensativa, pienso que lo había entendido, aunque entender algunos tópicos del nacimiento del amor..., son temas complicados. Casi inmediatamente llegó el señor Juan por su hija, obviamente no le faltó lanzarme unos piropos y luego se fue con Carmesí.

Me despedí de Nuria y me retiré.

Ya en el metro, revisé mi celular, Nathan preguntaba por mí, lo había dejado en azul porque estaba hablando con Carmesí.

Sonrío, el alemán tuvo un mini desespero porque no le respondía:

"Hey"

"¿Hola?"

Un océano entre nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora