Capítulo IV

15 3 0
                                    

Puedo sobrevivir sin hablarle, no es la última Coca-cola del desierto, es solo un chico. Intento convencerme mirándome al espejo. Es solo otro chico que acota experiencia a la vida. Destapo mi botella de agua y la bebo, entonces pego mi frente del espejo. 

—No importa si se equivocan, no paren. —le hablo a mis alumnos mientras practican zapateo y me despego del espejo, entonces me volteo y los observo. 

He estado toda la clase pensando en Nathan, cosa que me fastidia. Oigo el zapateo un poco arrítmico, así que dejo mi botella en el piso y aplaudo los acentos para que se peguen al compás. 

—¡Ustedes pueden! —exclamo sonriendo y poco a poco fueron encontrando el ritmo. 

Algo casi poético y similar a lo que debía hacer yo. Encontrarle el ritmo a la vida sin estancarme en que todo lo hago mal. 

Cuando terminó la clase, recogí mis cosas y acompañé a Carmesí a sentarnos en el piso del salón, mientras esperábamos a su papá.

—Silvia, a mi papá le gustas, tú eres muy buena conmigo, me gustaría que fueras mi mamá. —dice de la nada. 

—Carmesí…, ¿A qué viene todo esto? —digo divertida.

—Es que…, te ves triste. 

—¿Sí? No, vale, yo no estoy triste. —río, miento y tomo agua. 

—Sé cómo es. Mi papá tenía la misma cara cuando se separó de Camila. 

—¿Por qué no la llamas "mamá"? 

—No quiero llamarla por algo que no siento… 

En ese momento llegó el señor Juan y Carmesí se levantó a abrazarlo. 

—Qué bonita estás, Silvia… 

No faltaba un comentario de parte de él, rodé los ojos y me levanté del suelo. 

—Sí, gracias, señor Juan. —dije caminando fuera del salón. 

—¿Quieres tomar algo? —preguntó. 

En realidad, lo pienso, me haría bien tratar de no pensar en Nathan…, pero declino la invitación como siempre, me despido y me voy. 

Paso al frente de una tienda con ropa muy bonita y ladeo mi cabeza, estoy indecisa en si entrar o no…, pero quiero estar fuera de casa así que entro. Hay vestidos casuales muy hermosos y opto por uno en el que nunca me hubiese imaginado, quiero sentirme sexy en estos días, si Nathan no quiere hablar conmigo entonces le mostraré de lo que se pierde. 

Tomo el vestido corto de color negro y brillitos con tirantes y un escote cruzado, lo llevo a la caja para pagarlo. 

Salgo de la tienda con mi bolsa de compras y me dirijo al metro. 

Ya en casa, dejo todo en la sala, no hay nadie, mi mamá está trabajando y Lion sigue de viaje. Así que me preparo para darme una ducha. 

Aunque mi corazón está dolido, mi mente no, y comienzo a sentir e imaginar, dos manos más sobre mi cuerpo. La ducha es nuestro lugar y mi cuerpo, donde sus manos pertenecen. Me toco ahí abajo pensando en él, me da placer y  se acelera mi respiración, sin embargo mantengo mi boca cerrada. En mi mente Nathan separa mis piernas, yo lo hago y le doy más espacio para manipularme, entonces siento un pequeño hormigueo expandiéndose, y no puedo seguir con mi boca cerrada, dejo salir un gemido mudo y sigo imaginando los dedos de Nathan en mí moviéndose sin piedad, y es ahí cuando siento artificiales, Nathan desaparece y yo quedo…, yo quedo loca. 

Al terminar de ducharme, me envuelvo en una toalla y voy a mi habitación. Me siento en mi cama y me quedo viendo un zapato, pensando en aquellos fuegos artificiales…, ni pensando en Tom Hiddleston había conseguido de esos…, y Tom es muy sexy… ¿Cómo es posible que nunca me haya causado esos fuegos artificiales que causó Nathan en mí?  

Un océano entre nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora