Capítulo X

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Es un nuevo día, pero no estoy en mi cama de cobijas de animalitos, no está mi espejo con una esquina rota, ni mi mesita verde color manzana donde dejo mi celular cargando, en el techo no está el el bombillo colgando de un cable, ni mis posters en la pared de los conciertos a los que he ido. Despierto, estoy en una habitación con paredes de ladrillo cobrizo, la cama es de madera y el colchón es más cómodo que el de mi propia cama, hay una ventana cerrada que da hacia un lindo jardín, tiene unas macetas con orquídeas violetas colgando del borde, me levanto, he estado arropada todo el tiempo con una cantidad increíble de cobijas, al frente de la cama hay un closet de madera oscura, lo abro y está mi ropa doblada y colgada..., sonrío. Salgo de la habitación y el aroma de unas galletas inunda mi olfato, huele demasiado bien este lugar, camino por un pasillo angosto de paredes forradas de papel beige, y a pesar de que nunca he estado en esta casa, sé a dónde me llevan mis pies, abro una puerta y entro a un baño exactamente igual al de la casa anterior de mi tía María, me veo en el espejo, lo primero que noto es que mi cabello tenía un degradado rosa en las puntas, también estaba más delgada y no tenía ojeras, no puedo creer que al fin no parezco un mapache.

Lavo mi cara, el agua está sumamente fría, tanto que me duele y arde, seco rápidamente mi rostro con una toalla, y para que se me pase el ardor me aplico una crema para evitar las arrugas que está en el lavamanos, sorpresivamente noto que hay tres cepillos de dientes, uno azul, otro rojo y mí cepillo de dientes blanco con verde. lo tomo y uso la crema dental. Me cepillo los dientes mientras me miro al espejo, pensando en lo raro que es esto..., todo esto es extraño.

Luego de hacer gárgaras, seco mi boca con la toalla y salgo. Es ahí dónde un gran hombre de casi dos metros, de tez blanca, ojos azules, cabello blanquecino, lentes de pasta, vestido con un conjunto de pijama gris y azul, me observa con una sonrisa y sus brazos cruzados, al parecer esperando a que saliera del baño. Su cara es desconocida para mí.

Guten morgen, Silvia. —me saluda, y al hacerlo reconozco su rostro.

—¿Tío Yannik? —exclamo y lo abrazo como nunca.

Él me abraza con tacto pero no tan fuerte como yo lo hago.

—Bendición... —murmuro con tristeza aún abrazándolo.

—Dios te bendiga —dice en español con su acento que siempre me ha parecido encantador. —, mmm hueles a coco.

Me separo de él finalmente, y no puedo creer que lo esté viendo nuevamente..., pero si él vive en Alemania con mi tía María...

—Tu tía está haciendo galletas, e hizo unas arepas para el desayuno. —me dijo antes de entrar al baño.

Estoy muy confundida, este nivel de confusión es muy alto. Sigo caminando hasta encontrarme con una sala preciosa y amplia, con muchas plantas, hay una chimenea al fondo, el piso es de madera oscura como algunos muebles, hay un sofá negro que rodea el frente de la chimenea y una mesita baja blanca con fotos enmarcadas de mi tía María y mi tío Yannik frente a hermosos paisajes, el ambiente es muy cálido, a pesar de que a través de las ventanas se vea que el exterior está comenzando a llover, el cielo está gris y el ambiente se nota increíblemente frío. Me acerco a la ventana, hay casas muy lindas en esta calle. De pronto el olor de las galletas vuelve a colarse por mi nariz y abre el apetito en mi estómago.

—Hola, mi amor, ¿Cómo estás? —escucho la voz de mi tía.

Volteo y está en el área de la cocina, llevo casi una década sin verla, me quedo parada sin decir nada, no sé qué decir. Está sacando las galletas con una espátula de la bandeja y dejándolas en un plato, se ve concentrada, su cabello azabache está suelto, viste un abrigo gris de lana, un suéter rosa, unos leggins azules y unas pantuflas blancas. su nariz está un poco roja predominando ese color entre su piel morena. Vuelve a girarse a mí.

Un océano entre nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora