Cha Eun-ji y Kim Nam-joon se conocen de toda una vida y su amor los llevó a comprometerse a pesar de que no tenían el apoyo de sus familiares.
Años más tarde, con un matrimonio de ensueño y tres hijos, Nam-joon toma la decisión más grande de su vida...
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El atardecer comenzaba a anunciar su presencia coloreando las nubes de un tono rosado y el cielo entre una mezcla de pinceladas de varios tonos naranjas, un poco de rojo, un poco de celeste y un poco de púrpura.
La mano derecha de Seok-jin permanecía dándole leves caricias a la cabeza de Eun-ji mientras ellas suspiraba sobre su pecho cubierto por una camiseta blanca. Los últimos rayos anaranjados caían sobre ellos y la paz que había allí, era acogedora.
—Creo que deberías venir a vivir conmigo, tú y los niños... —murmuró él, acariciando con su otra mano el brazo de ella que rodeaba la cintura de él.
Eun levantó la cabeza de su pecho y lo miró por lo que pareció una eternidad—¿Hablas enserio? —preguntó sin poder evitarlo.
Jin asintió—Claro que hablo enserio. Quiero que estemos juntos, no me gusta extrañarte tanto y que tengamos que vernos en un lugar distinto todos los días —comentó.
—Creí que te gustaban nuestras salidas... —murmuró ella, sentándose en la cama con aires de tristeza.
—No me refiero a eso, cariño —imitó su acción mientras tomaba sus manos y depositaba un beso en el dorso de estas—. Solo digo que, quiero que estemos todos juntos, como una familia —sonrió—. A demás, estás esperando a mi hijo, ¿no te parece que deberíamos estar todos juntos bajo un mismo techo? —preguntó, sin embargo ella no dijo nada—. No me digas, ¿aún sigues pensando en él?
—Eso no es verdad, Jin —lo interrumpió casi de inmediato, comenzaba a molestarse de que siempre Nam-joon estuviera presente.
—Entonces, cásate conmigo.
Seok-jin soltó sus manos y se colocó de pie para ir hacia su armario donde, hurgando entre los abrigos, encontró lo que buscaba. Sacó una pequeña caja de color blanco y se acercó nuevamente a su novia, se arrodilló frente a ella, apoyando sus codos sobre el borde de la cama y la miró con una amplia sonrisa mientras le entregaba la pequeña caja que ella tomó entre lágrimas.
Al abrirla, se encontró con un pequeño anillo adornado por un diamante, era un diseño sencillo pero muy elegante. Ella lo miró de pronto y se inclinó hacia adelante para abrazarlo.
—Gracias por ser persistente aquel día, de no ser así, no te hubiera conocido... —murmuró sobre su hombro—... Jin, me haces muy feliz. Que tú llegaras a mi vida, fue una caricia a mi alma y estoy segura de que para los chicos también es así.
Ambos unieron sus labios en un cálido beso y se separaron volviendo a recostarse sobre la cama. Aquella noche, ella se quedaría pues sus hijos estaban al cuidado de su padre y le pareció el momento oportuno para estar a solas con Jin.
Él colocó el anillo sobre su delgado dedo y Eun-ji por un instante se perdió en sus recuerdos. Hace algunos años no llevaba puesto un anillo en aquel dedo pero inmediatamente apartó de su mente el recuerdo de la propuesta que Nam-joon le había hecho cuando solo eran una pareja jóven que trataban de balancear sus sueños y la responsabilidad que conllevaba criar un hijo.
