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—¿Dong-sun?, discúlpeme pero me resulta irreal todo lo que me está diciendo —comentó Nam, mientras negaba con su cabeza con algo de molestia

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—¿Dong-sun?, discúlpeme pero me resulta irreal todo lo que me está diciendo —comentó Nam, mientras negaba con su cabeza con algo de molestia.

Apartó la mirada y observó a su alrededor. Las paredes de la oficina eran de un color verde menta y habían muebles de color blanco que aportaban brillo con la luz natural del día que se filtraba a través de las cortinas.

En la pared detrás de ellos habían varios cuadros con diplomas y una fotografía de la directora como estudiante graduada junto a sus compañeros y luego, otro dónde era su primer año ejerciendo su autoridad como directora de la institución, tambien acompañada de un grupo de estudiantes de primer año.

Se removió incómodo en su lugar, prefería cientos de veces sentarse en los cómodos sillones mullidos que habían a un lado antes que estar en las incómodas sillas que le hacían doler la espalda como si se teatara de un anciano con problemas de artrosis.

—Señor Kim —llamó captando su atención nuevamente—, también nos ha dejado sorprendidos lo que ha sucedido. Dong-sun es un estudiante ejemplar entre sus compañeros de salón, por eso es que no ha recibido nada más que una advertencia —explicó suavemente—. Los cité porque Dong-sun no ha querido hablar con nadie... sería mejor que ustedes se tomen un momento para hablar con él sobre lo sucedido para que no vuelva a ocurrir.

—Así se hará, gracias por su amabilidad y comprensión directora Wang —habló de inmediato Eun-ji, apoyando su mano sobre el brazo de Nam para evitar que su enojo incrementara y acabara discutiendo.

Ambos se pusieron de pie y luego de hacer una leve reverencia se marcharon en silencio, al salir de la oficina de la directora miraron hacia un costado. Sentado y cabizbaja se encontraba el niño mirando sus zapatillas blancas, en cuanto vio los zapatos de su padre frente a él, elevó la vista rápidamente y se colocó de pie con sus brazos pegados a los costados de su cuerpo.

—¡Papá, lo siento! —se inclinó hacia adelante.

Eun-ji se removió inquieta en su lugar, Nam-joon estaba con sus puños apretados y las fosas nasales de su nariz se abrían constantemente ante su respiración acelerada que trataba de calmar fallidamente.

Nam nunca le había puesto una mano encima a sus hijos y estaba segura de que así seguiría porque hacía un gran esfuerzo por disipar su enojo.

—Déjame ver tu rostro —mencionó, el niño apretó los labios y elevó su rostro con duda latente. Tenía un pequeño moretón debajo de su labio y una pequeña bolita de algodón en su nariz—. ¿El otro niño?

—Creo que le rompí la nariz... —murmuró tímidamente.

—Genial, el otro niño debería aprender a cerrar la boca y no meterse dónde no lo llaman.

—¡Nam! —exclamó Eun-ji, golpeándolo en el brazo mientras se acercaba a su hijo—. Dong-sun, no debes golpear a tus compañeros. Pudieron expulsarte de la escuela, ¿qué haríamos luego si no te aceptan en otro lugar por buscar problemas, eh? —se agachó a su lado con evidente preocupación y tomó su pequeño rostro entre sus manos para examinarlo mejor—. Mira como te dejó, ¿te duele, hijo? —preguntó con ganas de llorar.

𝐅𝐀𝐌𝐈𝐋𝐈𝐀 𝐈𝐃𝐄𝐀𝐋 | 𝐊𝐍𝐉Donde viven las historias. Descúbrelo ahora