𝐅𝐈𝐍𝐀𝐋

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𝐍𝐀𝐌-𝐉𝐎𝐎𝐍

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𝐍𝐀𝐌-𝐉𝐎𝐎𝐍

¿Quién iba a decirlo?, finalmente las cosas en mi vida habían retomado sus caminos que ya habían estado trazados desde antes de mi nacimiento. Como el agua que sigue su curso sobre distintos terrenos, así era mi vida.

Cerré mis ojos y aspiré el aroma de las flores de lavanda que reposaban en el balcón de la habitación. Los rayos del sol me acariciaban cálidamente en esa mañana y mis pies descalzos se deslizaban hábilmente sobre el piso de madera flotante.

Salí al exterior sintiéndome extasiado, como cuando un bebé nace y por primera vez percibe todo a su alrededor y comienza a llorar. Así de vivo me sentía.

Regresé al interior listo para cambiarme, sabía que no podía postergarlo más, que hoy sería el gran día que llevaba planificando para que todo saliera bien.

Habían transcurrido dos años desde la última vez que las cosas se habían puesto terribles, como el mar embrabecido habían sido nuestras dificultades pero ahora todo estaba en calma y podíamos disfrutar de la paz, aquella que tanto anhelaba Eun-ji.

Luego de aquella visita que le había hecho al señor Yoon, no supe nada más tal y como me lo había prometido. La última noticia que había recibido era que Tae-hee permanecería recibiendo terapias en el extranjero, pues su supesto amor por mi era obsesivo y enfermizo a tal punto de que había tratado de atentar contra su propia vida. Aquí ya no le quedaba nada, pues incluso hasta su carrera de modelaje se había ido por la alcantarilla.

Por otro lado, Hyori había tratado de contactarse con Eun-ji incontables veces e incluso en varias ocasiones debí intervenir para poner a salvo a la madre de mis hijos, pues sabía lo mucho que le dolía aquella situación. La había perdonado y estaba feliz de que tanto ella como Seok-jin estuvieran comenzando una vida juntos, sin embargo, no quería tenerla cerca nuevamente.

—Papá, ¿hoy vas a traer a mamá? —preguntó mi hija mayor, al verme con la mirada perdida en el suelo.

Asentí en respuesta y le devolví una sonrisa antes de ponerme en pie y acercarme a ella para besar su frente y abrazarla.

Amaba a mis hijos, a todos por igual, pero Ji-hyo era la luz de mis ojos y eso no lo cambiaría nadie. Aún no podía creer que estaba creciendo a pasos agigantados, triunfando con su violín siendo que parecía como si fuera ayer que aún la cargaba en brazos y le cantaba canciones de cuna para que dejara de llorar.

Salimos juntos de la habitación mientras hablabamos animadamente, me contó sobre sus proyectos y aspiraciones y me sentí dichoso de poder escucharla y que confiara en mi para decirme todo aquello.

No desayunamos, sino que en cambio nos fuimos hasta la casa de mis padres, para reunirnos con el resto de la familia. Sí, Eun-ji y los chicos aún seguían viviendo allí y no es que esta no quisiera irse, sino que mis padres no los dejaban marchar.

𝐅𝐀𝐌𝐈𝐋𝐈𝐀 𝐈𝐃𝐄𝐀𝐋 | 𝐊𝐍𝐉Donde viven las historias. Descúbrelo ahora