"Galletitas de chocolate"

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Mi mamá se arreglaba para ir al teatro con mi papá, ella tenía puesto un vestido liso de seda rojo y un sombrero con plumas que yo usaba para disfrazarme de indio nativo cuando mis amigas venían a jugar a casa, cosa que si mi mamá se llegaba a enterar, yo era una nena muerta.

Ella nos dijo que se iban a ir cuando llegara la nueva niñera, la anterior fue una vieja llena de canas que no hacía más que apretarme las mejillas cuando rompía cosas o me portaba mal. Yo ya estaba acostumbrada a portarme mal y a ser re metida, y ella no soportaba como yo era.

Cuando ella vivía acá, en una pieza al lado de las nuestras por si necesitaban algo en las noches, ella era insoportable. Controlaba cada minuto de nuestras vidas, hasta que un día se murió.

Mi papá nos dijo que ella se fue a hacer un viaje para visitar a unas hadas que vivían en Escocia, Lara le creyó y le escribió una carta que mamá le prometió que se la iba a mandar, pero Sofia y yo sabíamos la verdad, la mujer ya había pasado al otro mundo y por lo que escuche hablar a las cocineras, fue de un ataque cardíaco. Como yo en ese momento era muy chica como para medir lo malo que significaba una muerte, solamente me puse feliz de no tener que soportarla más, era más parecida a una bruja que a una amiga de las hadas.

Empezó a caer una suave lluvia que hacia que un dulzón de olor a tierra y flores se mezclará y entrara por las ventanas. Las sirvientas las cerraron para que no se mojaran los marcos y porque mi mamá se volvió loca al pensar en la humedad y en lo inflado que se le iba a poner el pelo.

Cuando ella subió corriendo las escaleras para darse un retoque de último minuto sono el timbre retumbando por toda la casa. Jack el "mayordomo" , apuro sus pasos de pingüino para abrir la puerta. Una frisa fría se filtro por la puerta y me hizo estornudar, nos habían vestido para la ocasión con unos horrendos vestidos de tul lila a todas iguales, nos formaron en fila por orden de estatura y nos quedamos quietas hasta que la nueva niñera entró.

Era una mujer joven, me relaje cuando me la ví, a su lado iba una nena de pelo color castaño y parecía ser más grande que Sofi, era alta y vestía unos jeans y una chaqueta verde mojada por la lluvia, supuse que sería su hija, y no me gustó la idea de que vinieran otros niños a vivir a mi casa.

—¿Es acá?— preguntó la chica, masticando chicle, la niñera asintió y nos sonrío con amabilidad.

Lara no se resistió y se apuro a abrazarla, ella era una nena bastante encantadora que se encariñaba rápido con las personas. La niñera la levanto y la abrazo como si fuera su propia hija, quizás no era tan mala como la vieja.

—Vos debes ser Lara, me hablaron mucho sobre vos—le dijo ella y Lara abrió mucho los ojos sin caber en la felicidad, se llevarán muy bien.

—¿Quien es ese nene?— preguntó de repente mi hermanita. Apuntaba detrás de la niñera y la impaciencia hizo que se devolviera entre los brazos de ella, la niñera la dejo en el piso y se movió unos centímetros para dejar al descubierto a un nene de mediana estatura con el pelo de color castaño también, las mejillas rojas y los ojos hinchados, había estado llorando y se notaba a kilómetros.

—Él es mi hijo Exequiel, él espera ser tu amigo— le respondió ella y Lara se acercó al niño y lo abrazo pero él la empujó y hizo que cayera al piso.

—¡Exequiel!— lo retó su madre.

Sofía ni siquiera se movió, no estaban educando para ser señoritas y guardar la compostura en todo momento, pero yo sabía desde hace tiempo que no iban a poder conmigo, así que camine hasta al lado de Lara y la levanté, después la obligue a ir al lado de Sofía y yo sola con mis ocho años bien ganados encare a Exequiel.

Casate conmigo (Exequiel zeballos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora