—Pasame el azúcar.
—La tenés a diez centímetros de tu brazo, agarrala vos.
—¡Qué me pases el azúcar Exequiel!
—¡No!
—¡Listo, no me caso, pido el divorcio absoluto, voy a contratar a alguien para que llegue a la mitad de la boda y diga "yo me opongo"!— le grité a Exequiel en el desayuno.
Las cosas no iban bien, tal vez el chango estuviera considerando el matrimonio ahora que éramos novios oficiales. Había pasado una semana desde su cumpleaños y nuestro compromiso pero más allá de parecer la oreja feliz que fuimos en el parque de diversiones con los chicos, volvimos a ser los mismos de antes y de alguna manera eso me gustaba.
—Toma— me extendió el frasco de azúcar con la cabeza gacha y la voz cansada, esto de las peleas lo estaba estresando, aunque para mí eran un rápido de tantos besos y cariños que me daba en la escuela.
Si creía que la peor parte había pasado cuando les contamos a nuestros amigos que nos casariamos, es porque había olvidado que aún iba a clases. Todas las chicas conmenzarln a dedicarme miradas aterradoras, los chicos nos molestaban con la luna de miel y Mike... él era el primero en empezar las burlas.
—Mart, ¿Me podés pasar la miel?— me pidió Lara, la miel estaba más lejos que el azúcar así que me levanté y la agarre para entregárselo.
—¡¿Te paras por la miel y no por el azúcar?!— exclamó Exequiel, su cuello iba acalorandose por la frustración y no paro de bufar hasta que terminamos de desayunar.
Mi papá ya se había ido al trabajo, mamá desayunaba en la cama cuando se despertaba- al mediodía-, Sofía no se encontraba en casa porque ahora vivía en la universidad y Lissy comía en la cocina, nuestros desayunos sin la supervisión de un adulto era un caos total.
—Voy a lavarme los dientes, espérenme— nos dijo Lara mientras corría escaleras arriba.
Nos quedamos solos en la entrada, listos para irnos a la escuela. Miré de reojo a Exequiel, nunca logro usar el uniforme como se debía: la chaqueta arrugada, la camisa afuera, los pantalones por debajo de lo normal y la corbata suelta alrededor de su cuello.
Me acerqué a él y empecé a anudar su corbata, al menos de vería un poco más presentable. A veces me preguntaba que había pasado con el chico que todos adoraban de pequeño.
—Tened que pasarla por abajo, la pones por acá y ya está— meintra le arreglaba la corbata le daba indicaciones para que aprendiera, él me dedicó una sonrisa y beso mi mejilla.
—Vas a tener que darme clases particulares si querés que aprenda a como anudar está cosa— me dijo sosteniendo entre sus manos el extremo largo de la corbata.
—No es necesario, puedo hacer esto todas las mañanas— le dije, restándole importancia con la mano, sin embargo para Exequiel mis insignificantes huesos de amabilidad tenían mucha relevancia.
Entrelazó nuestras manos y tiró de mí para quedar más cerca de él.
—¿Te había dicho que te amo?— susurró en mi oído, me estremecí, durante la última semana el papel de esposa me estaba afectando demasiado, cuando quería aparentar que no me importaba nuestro matrimonio él hacía algo extremadamente dulce que hacía que mi corazón se agita y que mi pulso se disparará.
—Creo que unas mil veces— le respondí tratando de alejarme.
—¿Tan pocas?— Exequiel y su romanticismo me afectaban para bien y para mal—. Entonces voy a tener que decírtelo una mil veces más por el resto del día.
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Casate conmigo (Exequiel zeballos)
FanfictionEl niño que llegó repentinamente a mi casa, el que se metió en mi vida sin previo aviso, el cuál se robo el amor y cariño de todos y al que odiaba profundamente ahora se iba a convertir en mi esposo? Esto tiene que ser una pesadilla. Aclaración: est...