Enzo se fue después de tres días, dijo que, más que nada, había ido allí porque tenía muchas cosas que pensar y que la ciudad ni sus padres lo dejaban en paz, además quería pasar tiempo con nosotros antes de que nos encontramos con la sorpresa que nos habían preparado para cuando volviéramos a Buenos Aires y que todo quedará patas para arriba. La verdad es que lo había visto muy distraído el poco tiempo que estuvo acá, parecía que estaba en otro planeta y a veces se lo vea muy concentrado pensando. Algo tramaba, y por lo que vi, era algo que no les iba a gustar a sus padres.
Las dos semanas de luna de miel pasaron rápido, en un abrir y cerrar de ojos ya nos quedaban dos días para volver y en realidad no quería, ya que eso significaba volver a los entrenamientos, dar el examen de ingreso a la universidad y contarle a mi mamá lo que quería estudiar, sabía que mi mamá y Mart me iban a apoyar, pero mis suegros... ellos tenían muchas expectativas sobre mí y eran como mis segundos padres.
Le aparte un mechón de pelo a Mart de la cara, siempre tenía el pelo cubriendole los ojos y eso a veces me molestaba, no me dejaba verla en todo su esplendor. Aunque también era una buena excusa para acercarme a ella.
—Mart, despertate, tenemos prueba de matemáticas— le susurré al oído.
—¡Dios, no estudie, que hago, voy a desaprobar!— dijo al borde de perder los nervios.
Después enfoco mejor la vista y se dio cuenta de que seguíamos en el Caribe, de luna de miel y que aparte eran vacaciones. Me dedicó una mirada asesina y salí corriendo de ahí, estábamos en una hamaca calgada entre dos palmeras, en plena plata tropical.
La arena era blanca y el mar tan celeste cómo el cielo, corrí a través de ese fantástico paisaje sin mirar atrás, sabía de antemano que Mart iba a buscar verngaza por haberla asustado así.
No había muchos turistas por allí, hoy había un recorrido en canoas por las orrrilas del mar y la mayoría había ido. Así que aprovechamos el día para disfrutar de la plata solo para nosotros, aunque Mart se había quedado dormida nada más recostarse en la hamaca.
De pronto, Mart se tiró sobre mí y ambos caímos. Rodamos por la arena hasta llegar a la orilla del mar, nos mojamos un poco y cuando reaccione, Mart me tenía acorralado entre sus brazos.
—De acá no te escapas, chango— sonreí al escuchar el apodo que me había puesto.
La miré con intensidad, esperando ponerla nerviosa, pero había olvidado algo: desde nuestra primera vez parecía que ya nada le avergonzaba, y eso era una desventaja para mí, porque ya no podía molestarla por más tiempo.
—Bueno, ya que no puedo escaparme, qué tal si hacemos algo— levantó una ceja y me miró, esperando mis palabras—. Sabes... siempre me pregunté cómo sería hacerlo en una playa...
—¡No, Exequiel, ni siquiera lo imagines!— se levantó de un salto y empezó a caminar en cualquier dirección con tal de alejarse de mi, sabía que todavía le molestaba que me refiriera a tener relaciones en público como si nada, era el único punto a mi favor que tenía.
Me puse de pie y fui atrás de ella, cuando la alcance le sujete el brazo y la atraje hacia mi.
—Te estaba jodiendo, aunque admito que me encanta verte así— le dije mientras la abrazaba y me reía de su cara. Tenía los cachetes colorados, como una nena cuando hacía escándalos por comer galletas.
—Alguien te puede escuchar Exe— me dijo, acercándose a mi.
—Si, claro. Las toallas y las palmeras son tan chismosas— me peso en el brazo y me abrazó enseguida. Mart se había puesto muy cariñosa y tierna, nunca en mi vida la había imaginado así. A pesar de continuar con nuestras peleas habituales, era extraño tenerla solo para mí. Todavía no caí en la felicidad de saber que no sufriría más pensando que ella llevaría a casa de la mano de cualquier chico para presentarlo como su novio, o pelearme con ella y estar meses sin hablarnos. Ahora tenía la certeza de que cuando me fuera a costar por las noches, no me torturaria pensando que se sentiría besarla o haberle confesado que la amaba, porque ella ya era mi esposa y nada podía hacerme más feliz que eso.
—Exe, tengo hambre, vamos al hotel a comer— me pidió.
—No, yo quería ir con vos atrás de esas palmeras que hay por allá, ya sabes, para hacer...— me fulminó con la mirada y me calle, al parecer seguía un poco enojada por lo de la joda y lo de mencionar cosas relacionadas con hacerlo.
—Sos un pervertido, que pervertido que es mi marido— me agarró del cuello y me besó con una sonrisa. Nos fundimos el uno con el otro por unos minutos, cuando nos separamos, ella chico su nariz con la mia y me miró directo a lo ojos—. Y así como el pervertido que sos, me gustas.
—Ya lo sabía— ella fingió molestarse y salió corriendo mientras gritaba:
—¡Si me alcanzas antes de que llegue al hotel, te preparo una sorpresa!— tarde un poco en asimilar sus palabras, pero le ordené a mis piernas correr a toda velocidad en cuanto me di cuenta de que esa sorpresa podía ser lo que estuve sugiriendo todo este rato.
[...]
—No me alcanzaste, creo que gane— se burló Mart. Su pelo negro se alboroto cuando una corriente de aire cálido paso y cubrió su cara.
—La naturaleza de venga de vos— le dije apartando el pelo. Cuando su cara quedó descubierta, la besé en los labios y por una fracción de segundos creí que me daría un ataque o algo. Fue suave, silencioso y tan dulce como volar sobre nube de azúcar, cada minuto que pasaba junto a ella, me convencía más de haber tomado la decisión correcta.
—Exe, sigo teniendo hambre— susurró cuando me aparte unos centímetros de sus labios.
—Anda a la habitación, yo pido algo.
Subió a la habitación y yo fui a recepción. Pedí un carrito con champagne, fresas, crema y chocolate. Me dijeron que estaría en mi habitación en diez minutos, así que subi en seguida para esperar junto a Mart.
Al entrar, Mart veía tele calmadamente. Cambiaba de canal una y otra vez, sin decidirse por uno.
—¿Qué tenés ganas de ver?— me preguntó.
—No sé, alguna película romántica capaz— ella me miró incredula. La mirada que me dedicó parecía decirlo todo "¿Me estás jodiendo?"
—Odio esa clase de películas, lo sabes.
—Si, lo sé. Pero también me odiabas a mi, y mira cómo estamos ahora— me acosté a su lado y la atraje hacia mi de su cintura—. Casados, en una cama compartida, en nuestra luna de miel, a punto de tener sexo...
—No inventes cosas que no ban a pasar chango— me interrumpió divertida.
—Lo íntimo no lo estoy inventando— susurré contra su pelo. Cuando empecé a besar su piel, tocaron la puerta y maldije para mis adentros al recordar las fresas.
Me levanté rápido a recibir a la persona que me llevaba el carrito. Era una chica castaña que sonrió al verme, parecía una cualquiera. Estaba tan acelerado y con la sangre hirviendo, que prácticamente le tiré la propina y la ignoré, cerrando la puerta con seguro y llevando el carito con comida al lado de la cama.
—Fresas— se limitó a decir Mart.
—Con chocolate— añadí y eso cambió su actitud. Mart amaba el chocolate tanto como a las galletas o a nana.
Se puso de pie y se acercó al carrito. Agarró una fresa y la sumergió hasta la mitad en la fuente de chocolate, al sacarla, este empezó a endurecerse.
—Abri la boca— me ordeno. Me empujó contra la cama y me obligó a sentarme. Ella se sentó sobre mí y acercó la fresa a mis labios—. Dale Exe, no está envenenada.
La probé y saboree el dulce y amargo saber de la fruta con chocolate, Mart sonria como nunca. De pronto, mientras seguía masticando me besó el cuello y al mismo tiempo desabrochaba mi camisa.
—Te voy a dar la sorpresa de todas formas— murmuro encogiéndose de hombros. Termine de comer la fresa y la empuje contra la almohada.
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Casate conmigo (Exequiel zeballos)
FanfictionEl niño que llegó repentinamente a mi casa, el que se metió en mi vida sin previo aviso, el cuál se robo el amor y cariño de todos y al que odiaba profundamente ahora se iba a convertir en mi esposo? Esto tiene que ser una pesadilla. Aclaración: est...