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Me pasé todo el día en la habitación de el Sultán, durmiendo, comiendo. Pues no tenía nada más que hacer. Ya casi era hora de que llegara el Sultán.

Estaba paseándome por la habitación, contemplando todo a mi alrededor, hasta que llegué al escritorio donde el Sultán se sentaba. Me quedé estupefacta, ante tanta hermosura. Ante mis ojos, estaba la joya más hermosa que haya visto en toda mi vida; un hermoso anillo, con un  diamante de color azul como el océano, era precioso.

Estaba tan concentrada admirando esa preciosidad, que no me di cuenta, de cuándo el Sultán ingresó a los aposentos.

- ¿Te gusta?... - preguntó de repente, a lo que yo me sobresalte- No era mi intención...- dijo riendo-

No pude evitar sonreír.

__ Sí, si que me gusta.- digo con seguridad para voltear y verlo a solo dos pasos de mí- Está hermoso.- salió de mí, casi en un suspiro- Digno de una princesa.-  sonrei - La persona que sea propietaria de esta joya, tan hermosa como la luna, será bendecida - dije encantada, de la belleza que esta poseía.

El solo me miraba, como tratando de ver algo en mí. Cómo si analizara cada una de mis palabras.

__ Ojalá sea así...- se acercó a mí, sin apartar su mirada de mis ojos, para entonces, depositar un casto beso en mis labios, haciéndome recordar cada detalle de lo ocurrido, anoche.-

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FLASHBACK:

Iba caminando por los enormes pasillos, para llegar a la recámara de Jungkook. Estaba nerviosa, era mi primera vez. Me entregaría a alguien, para dejar de lado la niña que vive en mí y convertirme en una mujer, a mis diecisiete años de edad.

Yo estaba preciosa, eh de  reconocerlo. Parecía una princesa con ese hermoso vestido que llevaba puesto, era de color rojo como la sangre, sí, el rojo que solo puede usar una persona de poder, alguien de la realeza. La dama, me vistió de rojo.

El vestido, dejaba mostrar un poco mis pechos. Tenía una hermosa tiara en mi cabeza, apoyada en mi cabello levemente rizado.

Realmente estaba preciosa.

Luego de unos diez minutos, llegué. Las puertas fueron abiertas, por los guardias encargados de cuidar quién entra y sale de los aposentos del Sultán. Yo respiré hondo, para calmar mis nervios y entrar.

Al entrar, él estaba de espaldas, pude apreciar su ancho. Él se volteó lentamente, dejando que su cabellera danzara con elegancia. Me miró muy serio, a lo que yo rápidamente caminé hacia el.

Me arrodille para besar su túnica, la cuál era del mismo color de mi vestido, rojo.

Llevé mis manos a la túnica, para después llevar esta a mis labios y besarla. Sintiendo la suavidad de la tela.

Me quedé así por unos segundos, mirando el suelo, hasta que el dio un paso hacia atrás, inclinándose. Llevó su mano derecha a mi mentón,  me hizo levantarme y alzar la mirada, para posar sus ojos en los míos.

Al hacerlo, me miró con determinación, para después obsequiarme una hermosa sonrisa, que me hizo estremecer en ese instante.

La Concubina del Sultán Jeon JungkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora