21

303 29 5
                                    

Mi Nam...

---

Me hallaba en los aposentos del Sultán, aguardando su llegada.

Mientras tanto, mi atención se posó en una exquisita joya reposada sobre su escritorio. Aunque aún incompleta, emanaba una belleza singular.

Se trataba de un broche de oro moldeado con la forma delicada de una flor de loto.

— Mi Nam —anunció al irrumpir por la puerta—.

— Mi señor —respondí, inclinándome en reverencia—.

— ¿Qué te trae aquí? —preguntó, esbozando una sonrisa— ¿Y Jeon Seul?

—  Está bien, alteza —respondí, acercándome con gracia—. Alteza, ¿acaso me considera hermosa? —levantó una ceja y me escudriñó con interés—.

— Eres indudablemente hermosa —aseveró—.

— ¿Compartiría a esta mujer con otro? —inquirí, notando un cambio en su expresión de alegría a seriedad—.

— ¿A dónde quieres llegar con esto? —me cuestionó—.

— Solo respóndame, por favor —solicitó—.

Reflexionó unos instantes antes de responder.

— No pienso compartirte con nadie, tú me perteneces —declaró, y asentí en silencio—.

—  Es exactamente lo que pienso —respondí—. No planeo compartir mi afecto con nadie más, alteza. Usted es solo mío. Nunca me traicione, no permita que esta relación se convierta en un triángulo, su majestad. —quería llegar a su corazón, que supiera de lo que podía pasar—Si usted me traicionara, sería mi desdicha.

Al decir esto, percibí en sus ojos el peso de la culpa. Él sabía lo que había hecho.

Hubo un breve silencio antes de que decidiera cambiar de tema.

—  Le he adquirido un regalo —dije, desviando la conversación—.

— ¿Oh, sí?

— Sí, esta noche lo espero en mis aposentos —comenté con un toque de coquetería, moviéndome con gracia—. Espero su presencia; no deseo ser decepcionada.

— Esta noche estaré allí sin falta, mi Sultana —me guiñó un ojo—.

Tras ello, dejé los aposentos de su majestad para pensar en qué podría hacer.

En mis propios aposentos, localicé el líquido en un frasco de cristal y el célebre abrigo de lana de Elena, que había caído en una discusión previa. Tomé el abrigo agachandome con el frasco en la mano, pero no supe que pasó, creí que el contenido se vertió un poco cómo si hubiera estado abierto. No, era imposible. Estaba cerrado, no era cómo que tuviera gotera el frasco.

Estando en pleno invierno, con un frío intenso, tendría que devolverle ese abrigo. Al menos para que se cubriera.

Llamé a la señorita Lia y en minutos, estaba frente a mí.

— ¿Sucede algo, señorita Mi Nam?

— Sí, lleva esto a Elena. Se le olvidó aquí y hace mucho frío; estoy segura de que le será útil —dije con amabilidad—.

— Entendido —tomó el objeto envuelto en nailon y se marchó.

Si se vertió un poco del líquido, seguro fué en el suelo. No iba a preocuparme, estaba segura de que no cayó en su abrigo de Lana.

Pero me equivoqué y me arrepentí.

Ya habían intentado asesinarme varias veces,  enfrenté la muerte, la humillación y aún me quedaba mucho por vivir. Debía asegurar el amor de Jungkook, luchar contra víboras que nunca me iban a dejar en paz y proteger a mi hijo de todo.

Él era un príncipe y aunque su hermano Suho fuera el heredero al trono en ese entonces, todo podía suceder. Por lo que no tenía tiempo de lamentarme por lo que iba a suceder próximamente, a pesar de ni siquiera saber lo que venía.

●●●

Decidí ir a los baños para ser bañada; debía estar deslumbrante y radiante para mi Sultán.

Mientras las criadas me bañaban, apareció Jennie, quien parecía estar por hacer lo mismo. Dejé salir el aire sabiendo que sería una conversación algo incómoda.

— Oh, Mi Nam —dijo, sentándose en los bancos pequeños del baño, para ser atendida—.

— Jennie.

— Me han contado que su majestad se ha acostado con alguien más —dijo con una sonrisa—. Dime, ¿cómo te sentiste? Parece que te van a olvidar pronto —¿se estaba burlando de mí?—.

Era irónico. El día estaba cómo para hacerme odiar el estúpido día en el que Jungkook decidió unirse en cuerpo a Elena.

Suspiré y luego sonreí, aunque era forzado.

— Jennie, ya te lo dije antes. Nunca me olvidarán porque permanezco en lo más profundo de su corazón —me miraba con esa sonrisa—. Y aunque haya sido solo una noche con alguien más, yo estaré para siempre. En cambio, Jennie, ¿puedes asegurar lo mismo? —le pregunté y su sonrisa desapareció—.

— No celebres demasiado pronto. Habrá muchas más y te apartarán.

— Aunque eso sucediera, lo cual dudo, te aseguro que nunca volverás a estar en los brazos de Jungkook.

—  ¿Qué te hace estar tan segura? —parecía furiosa—.

— El propio Sultán —respondí con calma—. Debo dejarte ahora; su majestad debe estar con nuestro príncipe.

Ella se tensó.

— No te creas tan especial solo porque has dado a luz a un príncipe —dijo con una pequeña crisis de envidia—. Permíteme recordarte que mi hijo será el que lleve la corona.

Suspiré y una mueca se dibujó en mi rostro.

—Aún falta mucho para eso —respondí—.

— Cuando llegue el momento, te echaré de aquí junto a tu hijo. Te extinguiré.- palabras que no me sorprendían.

— Para lograr eso, necesitarás algo más que un simple príncipe, Jennie.- le hice saber para levantarme.

— Solo espera y verás.

—No te hagas ilusiones; eso nunca sucederá. Y si llegara a ocurrir, dudo que estés aquí para contarlo.— le dije y salí de allí hacia mis aposentos —.

Debía apartar mis preocupaciones y centrarme en Jungkook. Todo esto había sucedido por estar tanto tiempo alejada de él. Esto debía resolverse pronto. Si lo mantenía toda la noche en mis aposentos, no podía pasar la noche con Elena. Porque si aceptó, era obvio que no sabía de la visita de esa mujer, para esa noche. Querían hacerla llegar de sorpresa. Esperaba que le hubieran dado la infusión, porque eso significaba una noche intensa, totalmente fogosa.

Ese día debía hacer que Jungkook pronunciara mi nombre, pero no por enojo, sino por placer.

●●●

¿Les va gustando la historia?

La Concubina del Sultán Jeon JungkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora