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Dos malditas semanas, dos malditas semanas que fueron una tortura. El Sultán estaba de expedición y lo extrañaba demasiado, me sentía tan sola en ese palacio de depravados, en ese lugar dónde todos me detestaban.

No había salido de mis aposentos, pero aún así ya era demasiada tarde. Al parecer a una persona no le agradaba que pasara tanto tiempo aislada del harén. La madre Sultana me mandó a llamar. No lo iba a negar, era raro.

Empecé a caminar a paso lento hasta llegar a los aposentos de la madre. Cuando lo hice toqué la puerta, sus las esclavas las abrieron para mí, después de escuchar un "adelante"

Pasé y caminé hacia ella, sin levantar la mirada. Me detuve a unos cinco pasos de su persona, bajo su atenta mirada.

- Madre Sultana... - me dispuse a hablar para alzar la mirada. Ella estaba sentada en su sofá, portaba un hermoso vestido rojo con una tiara en su cabeza, más una pose erguida. Muy elegante por dónde quiera que miraras- ¿Me necesitaba? - pregunté con amabilidad-

Ella dejó salir el aire, para llevar sus manos a su vestido.

- Sí- respondió- Me han dicho que no sales de tus aposentos-

Vaya, al parecer me tenían muy vigilada.

- Su majestad no se encuentra aquí... - hablé con precaución- Por lo que me veo sin motivos para merodear por los pasillos, no tengo amigas además de Elena...- le confesé con sinceridad, ella asintió - Además, madre...no tengo a dónde ir.

- Te voy a dar la oportunidad de salir al jardín privado -  la miré extrañada ante aquello, pues ahí solo iban los de la realeza o alguien de mucha importancia-

- ¿De verdad? - pregunté sin creerlo, una sonrisa iluminó mi rostro- ¿Lo tengo permitido? - ella asintió.

¿Acaso le agradaba a la madre de mi amado?

Me hubiera encantado compartir con ella.

- Claro. - afirmó- Vístete hermosa y sal un rato. Siéntete libre. - pidió- La señorita Choi te acompañará. Ahora ve anda- me sonrió, incitandome a prepararme.

Hice una reverencia sin dejar de sonreír y salí de sus aposentos. Al parecer le agradaba a la Sultana.

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¡¡Esto era hermoso!! Era una preciosidad, había unas hermosas rosas rojas, blancas e incluso azules.

Eran demasiado bellas, tanto que lo primero que hice fué tocarlas. Quería sentir la textura suave de sus pétalos. Pero para mí mala suerte, me pinché con una espina de una hermosa Rosa roja.

- Agh... - dejé salir para alejar mi dedo con rapidez ante la reacción de mi cuerpo. Vi la sangre salir, no era mucho, era poco. Una pequeña gota cayó, ensuciando el césped. - Las rosas son hermosas, pero muy peligrosas... - murmuré para llevar mi dedo a mis labios.

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Narradora...

Mientras tanto unos hombres a la distancia observaban a la hermosa francesa, con lujuria, deseo. Acechaban a su posible presa, desde la distancia. Veían la manera en la que su dedo acariciaba sus labios, incluso la sonrisa los enamoraba.

- Tú serás el indicado- sentenció la mujer mayor, señalando a un hombre joven con sobre peso y barbu-

El joven sonrió emocionado pero al mismo tiempo sorprendido.

La Concubina del Sultán Jeon JungkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora