El día que toqué fondo

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Un día desperté hundida a cien metros bajo el mar. Ascendiendo poco a poco con la brisa de las olas mimando mi melena. La punta de mi nariz saliendo al exterior, inspirando profundamente al percatarme que había revivido de nuevo. Quedándome boca arriba dejando que el agua sostuviera mi cuerpo, dejándome llevar, mientras me susurraba “no te quedes en el fondo” lo que nunca fui capaz de hacer. El insomnio se hizo rey de mis noches. Toqué fondo como nunca, provocando que la pena fuerte e intensa arrastrara a mi corazón mar adentro, encerrándolo en una cajita con melodía bajo llave, dónde nadie pudiera contemplar que se escondía dentro de él. Un corazón acelerado buscando desesperadamente cómo detenerlo. Poniendo las sonrisas a cien mil revoluciones y el ego en silencio. Esperando que la oscuridad me alcance cruzando los dedos para no volver a despertar. Esperando que las perversiones sacian mis miedos, sacien las penitencias pagadas por el vicio. Por el acto suicida que dejé escondida tras la oscuridad resurgida de las cenizas para intentar salvar un corazón que ya no tenía armadura. Chocando de cara con la coraza, cayéndome de espaldas en la puerta forjada de candados de oro. Una puerta que nunca fue iluminada, acostumbrada a estar rodeada de tinieblas. A bailar mientras el mundo arde, a contemplar el atardecer anaranjado reflejado en el mar en calma que me abrigaba el alma. Quedándome absorta mirando como se perdía el horizonte, la energía, el brillo de mis ojos hasta que solo permaneció el silencio pleno que desvaneció el muelle que sostenía mi vida.

Reflejos del almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora