Vida

12 1 0
                                    

Es díficil buscar un principio cuando los sucesos de los acontecimientos siguen un patrón. Más aún cuando los recuerdos son poderosos, superando la realidad entre tiempo y espacio. Ascendiendo a una bruma de desorientación donde las personas te superan a lo grande sintiéndote chiquita. No por ser inferior sino por esas expresiones, sonrisas tan brillantes, tan reales dejándote absorta. Tampoco es envidia, no quiero la felicidad de otros ni ser vista ante un escenario ni ser la anfitriona de una cena altamente social. Quiero ser vista. Sentirme apoyada. Sonreír por algo que realmente me ha hecho sacar esa risa de desahogo entre gritos de por medio y decir "Uf, hace tiempo que no me reía así". Con una cerveza fría en pleno agosto entre mis manos frente al mar, sin multitudes, frente a una persona que se queda maravillada con cada palabra que sale de tu boca (aunque la anécdota sea catastrófica). Que te acompañe descalza por la orilla de la playa sin darme cuenta de que ya son las 12 de la noche. Sin embargo, sí, la soledad es asombrosa. Aporta un gran crecimiento interpersonal, pero como ser humano ¿A quien no le agrada una buena noche de invierno cuando se acercan fechas navideñas (para algunos trágicas) un abrazo largo hasta quedarte dormida? No podemos negar que esa impulsividad hacia lo "prohibido" y "desconocido" que nos llama, nos empuja a desviarnos casi sin querer a aquello que en realidad no deberíamos hacer.

La mayoría no es quizás personal, sino, hacia el resto. Me pregunto (en ocasiones no aplicándolo) Cuando dejaremos de vivir por la sociedad y más por lo que nos gustaría hacer nosotras ahora, justo en este instante ¿Cuándo?. A pesar de la valentía que muestro sobre estas palabras, tengo miedos. Muchos. Me preocupo cada día, constantemente, minimizando los mimos que debería darme. Desaprovechando aquello que sé que me hará feliz pero lo que me lo impide es tan absurdo, tan fácil de solucionar que inconscientemente busco la manera de hacerlo más díficil. Porque somos tan tozudos. Lo fácil es fácil, solo cuando lo permitimos. Cuando permitimos que los acontecimientos cambien de manera drástica dejando que nos afecte. Y qué bonita es la vida si la vemos desde otra sinfonía. Que bonito sería permitirnos el lujo de alcanzar todo aquello que no está bajo nuestras manos, eso que llaman "destino", ese sentimiento de ignorancia que nos llama tanto la atención. Volverse ingenuo ante la sobriedad de los momentos felices. Hasta que llega el día que lo tienes todo o crees tenerlo, entras en ese pozo de melancolía del que no consigues salir. El miedo te persigue con cada paso que das. La soledad se sienta contigo en los actos sociales en los que tú cuerpo está presente pero tú mente se disocia a un mundo paralelo en el que sientes que tu alrededor se distorsiona hacia la oscuridad plena, entera. ¿Qué ocurre? Respira 1,2,3. Exhala 1,2,3. Mierda, no funciona. Aprieto entre dientes, cierro los ojos, "todo está bien". "Todo está exactamente igual que hace 3,2,1 segundos antes de entrar en este bucle". No eres inferior al resto. Nadie va a abandonarte de nuevo. No esta vez (creo). La teoría del "aquí y ahora" a mi no me funciona.

La cuestión de que podría haberlo tenido todo bajo el brazo a la vez me persigue, sobre todo el consuelo de tener ese amor cerca de mi corazoncito. Aún me pregunto cuál será la razón por la que rehuyo los amores puros. La dirección correcta del camino más reluciente. Ir a ciegas es lo mío. Que locura esta que nada parece funcionar; Ni con la impulsividad que nace en mí cuando la verdad no quiero saber. Cuando la euforia recorre mi cuerpo al sonar mi canción favorita en el coche de camino a casa junto al amanecer, junto con la tranquilidad de que en soledad aunque me duela, nada podrá romper el caparazón que forjé con los pasos de los años sin darme cuenta.

Que delicia fantasear con una vida soñada. Me gusta porque lo único que te  puede impedir que lo hagas es la realidad. La realidad es aterradora y absolutamente mortífera. Por ello crear un mundo iluso junto con recuerdos, es el momento más feliz de mi día y los más tristes las despedidas que crean una simetría de quienes no se quieren marchar. De la misma manera que repaso, releo y proyecto el único lugar dónde estoy segura, resguardada de una tormenta asegurada; Alejarme de todo con la arena húmeda entre mis pies a pie del agua de la playa, esperando a la nada sin perder el tiempo a la vez. En absoluto silencio. Observando lo que tengo justo enfrente viviendo el momento, viviendo la vida que se me otorgó sin opción a retroceder para recuperar esos momentos en los que pude elegir ser feliz y no lo hice. En cambio ahora lo veo. Consigo ver lo delicada que es la vida y lo rápida que es, como el viento, no lo ves venir. Y yo opto por ir a ciegas siendo consciente de que no son impulsos, solo intento sobrevivir como el resto de personas pero yo me dedico mi vida a mi, a amar a quien me lo permite y a dejar ir a quien no quiere estar en ella. Es más simple de lo que pensamos.

(Parte 1 de muchas)

Reflejos del almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora