Dentro de tres amaneceres más. Parte 1.

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La confianza que crece conforme vamos descubriendo lo que nos quita el sueño acaba en tercer plano después.

 Cuando Clarice sentía que se comenzaba a centrar siempre ocurría algo que la distraía. Como por ejemplo ayudar a los demás, no hay nada que le complaciera más, y cuando es mutuo aún más. Hacía tiempo que no cocinaba como dios manda. La satisfacción de cocinar para complacer a un amigo, Cris, que le apoyaba y la escuchaba en momentos de debilidad, o ver una serie mientras la comentaban y reían a la vez. Compartir medio sofá para reposar su primer plato de dificultad baja. Sus besos en su frente como muestra de agradecimiento por cuidarle, no podía evitarlo, acabó diciendo. Su corazón no podía evitar abrazarla, abrazar esa fuerza que tira de ella hacía fuera. Hacía la superficie de su consciencia plenamente lúcida, en la que separaba los sentimientos de afecto amoroso con los que se corresponden a las de una amistad. Quizás, cuando llegaba la noche, podía llegar a unir estos términos, que en este universo no están plenamente separados. Pero es cierto, pensaba en él de vez en cuando. En ocasiones, miraba el reloj esperando probablemente con impaciencia a que llegaran las diez, la hora de cenar porque también compartían ese rato.

Al principio, Clarice, tenía claro que era improbable que surgiera una relación de amistad con Cris, porque después de un gran distanciamiento entre ellos, se convirtió en una persona muy decidida. Las únicas palabras que se cruzaban entre ellos a día de hoy era un hola y un adiós. Lo justo y necesario entre unos viejos amigos reencontrándose bajo el mismo techo. Su soledad rutinaria comenzó a acercarse más a él. Al pasar mucho tiempo sola en casa, encerrada, tenía suficiente tiempo como para permitirse pensar en cómo reaccionaba cuando le veía. Algunas veces, confuso, con la mirada extremadamente difusa y perdida. Iba directo a su punto de mira rutinario sin decir ni una sola palabra. Le preocupaba, pero no era consciente ni sabía que ocurrió en su pasado en su ausencia. Bajo sus deducciones, temía que le partieran el corazón tiempos atrás. Las sospechas que tanto presentía se hicieron realidad, y no de la forma que predijo, sino que, le partió ella el corazón. Aquel día se le repetía sin cesar porque muy inconscientemente sabía que le partiría el corazón dentro de tres amaneceres más.

Conforme pasaban las noches, el insomnio se hizo rey de sus sueños. Cada una de esas noches se preguntaba qué podía hacer para reparar su corazón hecho añicos, para poder deshacerse de su culpabilidad. Esto desencadenó que, de forma rutinaria, sus vidas tomaran el mismo rumbo. Sus gestos de amabilidad no eran fingidos, ni tampoco sus palabras (o eso creyó). Pero de forma impulsiva, creció una llama morbosa de origen prohibido. De forma que Claris no pudo controlar y, Cris se dejó guiar por un corazón lleno de bondad hipnotizado por la belleza que tenía enfrente de sus narices.

Antes de un diluvio siempre se amanece con un día tremendamente soleado y despejado. Puedes predecir con las noticias del tiempo que quizás llueva pero, siempre tenemos un pedacito de esperanza de que no lloverá. Así aliviamos un probable sufrimiento.

Clarice se acercaba con cautela pero de manera intensa. El deseo entre ellos tenía una sinfonía. Crecía de manera exponencial cuando sus cuerpos se mantenían cerca pero, sin llegar a tocarse. Los recuerdos de aquél desliz que hubo hace mucho tiempo, resurgieron aquella noche. De repente, en pleno Enero, se podía apreciar que en aquella sala desapareció el invierno. Esa misma noche inesperada, Claris deshizo el nudo que les separaba en el pasado; Cogió cautelosamente su copa de vino blanco ya caliente, atrapó con la mano el rostro de Cris, y conquistó sus labios poseyendo su cuerpo. Deshaciendo el orgullo que se interponía entre ellos arrancándole la ropa. Llevando a cabo el acto que lo condenó por el resto de sus días: Lo hizo completamente suyo.


Reflejos del almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora