La tristeza más profunda

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No podía escribir frases comprensibles. Sus pensamientos se desordenaban una y otra vez. El muro que atravesaba su corazón se hacía más resistente ante la proximidad de un futuro dolor. Las noches le resultaban más oscuras, más solitarias. Amaba los momentos en los que el sol chocaba con su rostro y había silencio en su cabeza. Nunca averiguó qué y por qué todo se desviaba en un mal mayor, quizás omitió la parte en la que sustituía llantos por sonrisas. Quizás se resguardaba en un futuro idealizado en el que había un final feliz. Amenazó con rendirse ante lo que amaba, ante todo aquello que le daba razones por las que vivir. A pesar de ello, nunca lo hizo, no por cobardía ni por amor. Lo hizo porque cada día, días en los que dejaba que penetrara la verdadera oscuridad que habitaba en ella. Se decía a sí misma que no dejaría que ganara la batalla. Que no permitiría que su cobardía contemplara lo que una vez la hizo débil.Imaginarse la idea de quedarse expuesta ante el camino aterrador que cruzó,le aterraba, le empujaba a seguir viviendo para exponer a la realidad lo que supone sobrellevar algo tan sencillo como una espina en el corazón. Sí, una espina. Una espina tan pequeña y punzante que conseguía traspasar la gran muralla hasta llegar al corazón del fuego. Detrás de ahí, habitaba un corazón vacío, repleto de cenizas de incendios atrás. Que nunca fue descubierto ni anunciado. Un diminuto espacio que conforme indagabas, podías descubrir que dentro de él, a pesar de lo aterrador que parecía. Te percatabas de que ahí, entre tanta ceniza y oscuridad donde creían que el amor murió, florecían al rededor matorrales de rosas delicadas. Que si las cuidabas a flor de piel, descubrías la otra cara del corazón. Uno capaz de amar, vivaz y alegre. Un tipo de escondrijo que solo podían llegar a ver a aquellos que indagaban hacía él.

Reflejos del almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora