12- Cállate y bésame

2.3K 107 131
                                    


No podía creerse que ya hiciera casi cuatro meses desde que lo dejó con Kate, apenas había sabido nada de ella y era mejor así, era mejor para todos, porque a esas alturas lo que sentía por la rubia era lo más fuerte y extraordinario que había sentido jamás y no tenía pinta de detenerse, iba a más, Los Angeles era su paraíso y San Francisco su puta tortura, con el tiempo le costaba cada vez más esfuerzo controlar lo que sentía y lo que quería, asumir que las cosas estaban hechas para ser así y no de otra manera, que lo que había aceptado desde el principio se le agarraba a las entrañas con más fuerza, una sensación casi desesperante cada vez que pisaba el suelo de aquella cuidad, cada segundo que no podía tenerla, mirarla cuando se cruzaban era incuestionablemente insuficiente, pensar que Nicole existía y la recibía en casa cada día le revolvía todo por dentro, tenía que contener la ansiedad que la situación le generaba, que otra tocara a Clarke, por mucho que fuera su mujer, le oprimía el pecho de una forma desagradable. Porque la amaba, amaba a la rubia y contrastaba demasiado cómo se sentía en cada lugar, en uno estaba en el puto paraíso y después bajaba al infierno en caída libre, así cada vez, sin excepción, pero en esa caída, en cada ocasión el golpe era más fuerte. No podía abrir la boca, le prometió que nada cambiaría, se sintió libre para amarla de esa forma y ahora le llegaban esas otras consecuencias, porque no podía hacer otra cosa que dejarse llevar, contenerse estando con ella era un acto de irresponsabilidad hacia sus sentimientos y a la vez el más kamikaze de todos, no podía pedirle nada, el "contrato" permanecía inalterable, no había ninguna cláusula que permitiera ser modificado, eso solo dependía de la rubia y que naciera de ella, dependía de si podía soportar aquella situación, de lo que dijeran sus sentimientos, si abría la boca podía cagarla y perderla, si le decía cómo y lo que sentía podía elegir a su mujer y terminar con aquello irreversiblemente y por nada del mundo daría lugar a eso, lo que le daba tenía que ser suficiente, porque qué la eligiera a ella era una opción demasiado microscópica como para tenerla en cuenta. ¿Y si algún día dejaba de serlo? Suficiente, porque lo sentía crecer en su interior y muchas veces, sobre todo después de hacer el amor, en la cama, desnudas, entre caricias, tenía la tentación de hacerle preguntas, preguntas de las que no quería escuchar la respuesta, en busca de un rayo de esperanza, pero se las tragaba todas, solo estropearía el momento y los que pudieran llegar después. Clarke seguía siendo dos personas diferentes y en cambio ella hacía cuatro meses que solo era Lexa. Se pasaba los días en San Francisco pensando en aquello, no porque quisiera, eran sus emociones lo que lo sacaban a la luz de manera muy poco conveniente y le daba vueltas, muchas vueltas, se mareaba y se enfadaba consigo misma, se decía "Es lo que has elegido, acéptalo" y lo hacía, pero empezaba a costarle demasiado. Debió haber anticipado que aquello iba a pasarle, en el fondo lo sabía, solo que no pensó que fuera tan pronto, pensó que tenía más tiempo para prepararse. Pero ahora estaba en Los Angeles, habían pasado una semana demasiado maravillosa como para amargarse, era tan intenso todo que hasta le daba la sensación de que estaban juntas, después su parte racional se reía de ella de forma desconsiderada, pero es que Clarke actuaba como tal, era Clarke la que la hacía sentir así, la que se entregaba a ella de esa forma, no habían caretas ni mascaras, nada que las frenara, solo se dejaban llevar por lo que sentían, no había más, tan solo eso hacía que su tiempo fuera perfecto.

Astrid estaba convencida de que su mujer misteriosa era la camarera del local en el que se encontraban es ese instante, tal vez por todo lo que pasó al principio y su invitación a copas gratis y a ella le venía genial que pensara aquello, añadió que aquella chica tenía novio, uno que no andaba precisamente lejos y eso lo complicaba mucho más, pero le daba la libertad para bailar con Clarke sin miedo a que su tapadera se viera descubierta. Amaba bailar así con la rubia, a veces sentía que hacía más calor que cuándo la sentía desnuda en la cama, porque si algo se le daba bien era provocarla y calentarla. Llevaban allí por lo menos dos horas, habían bebido unas cuantas copas e inhibirse costaba un poco más, no podían besarse, pero podían tocarse aprovechando la música, la coartada perfecta para restregarse un poco, para subir los grados, para que la rubia rozara sus labios en su cuello delante de toda aquella gente, era imposible no sentir que lo tenía todo por momentos, la mayoría del tiempo no tenían que esconderse y en el trabajo las dos eran profesionales, así que disculparla si tenía la sensación de que estaba saliendo con ella. Las manos de la rubia acariciaban sus costados por debajo de la ropa y le erizaban la piel de todo el cuerpo, se estaba poniendo un poco cachonda, se movía de espaldas contra ella y temía que a la rubia le estuviera pasando lo mismo. Le agarró por la nuca e inclinó el cuello hacia un lado, atrayendo su boca de nuevo hacia él, se contuvo un suspiro y algún que otro sonido.

The price of loving you - GIP Clarke -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora