28- Epílogo. Nuestra familia

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Whistler un pequeño pueblo de Canadá, ese había sido el lugar elegido para pasar las vacaciones de Navidad en familia, dos semanas en una cabaña con todas las comodidades, donde a demás, el tiempo volaba, no podía pararlo, así que se habían ventilado casi una semana entera ya. Los padres de Clarke insistieron en aquel viaje, Nicole y Erika estaban invitadas también, Clarke le dijo, "Es la madre de su nieto" pero ambas se miraron sabiendo que no era así, que detrás de aquella invitación había mucho más, se llamaban vacaciones en familia por una razón y ambas estaban conformes con eso. Hacía poco más de un año que aquellas dos mujeres se habían casado, su mujer dijo que prometió llevarla al altar y fue lo que hizo, los Griffin era todo lo que la pelirroja tenía, ella no conoció a su hermano pero Clarke parecía feliz porque hubiera cortado la relación con él para siempre. A partir de aquel día, después de la ceremonia y la fiesta, cuando se fue a la cama con la rubia, le dio la sensación que Clarke se había quitado una carga de encima, un peso enorme que todavía sostenía sobre sus hombros, uno que cargaba sobre su espalda por mucho que los años pasaran, por eso le preguntó "¿Qué sientes?" Su mujer la miró y le respondió "Está en buenas manos" su mujer necesitaba que Nicole fuera feliz sin ella, feliz de verdad, a veces se la quedaba mirando, la acariciaba y le decía "Ojalá todas tuvieran la suerte que tuve yo" y ella se derretía por dentro igual que el primer día, en su caso, cada día que se despertaba por la mañana a su lado era un "primer día" La entendía, conocía a Clarke y conocía su historia, ahora conocía también a Nicole y entendía por qué su mujer necesitaba que fuera feliz, que encontrara el amor, uno correspondido de igual manera y poder soltar eso que inconscientemente la corroía por dentro.

Clarke le había dicho que salía con el resto a por unos cafés, porque ellas dos tardaban demasiado y se desesperaba en la habitación, un poco exagerada por su parte pero si le llevaba en café calentito a la puerta de casa, no se iba a quejar. Ellas compartían una con su hija, Connor necesitaba una para él solo, así que Nicole y Kate eran libres y a sus padres a veces no se les veía el pelo. Terminó de adecentar a su hija ¿Exagerado? No lo creía, fuera estaba todo cubierto de nieve. Le parecía mentira que ya tuviera cuatro años, si hacía apenas unos días que la cogió por primera vez entre sus brazos. La debilidad de la casa, con sus preciosos ojos verdes y su pelo castaño ondulado hacía con todo el mundo lo que le daba la gana, lo sabía y le gustaba, se aprovechaba de eso. "Venga vamos, que nos están esperando" empujó de su hombro suavemente mientras la oía responder "Somos divas" cómo dando por hecho que esperarlas era lo que tocaba y le sacó una sonrisa tonta. Al abrir la puerta vio a la rubia con dos vasos de cartón en las manos, acercándose a ellas.

¡Ah! ¡Un alien! - Clarke dio un paso atrás, mirando a su hija. Que exagerada por Dios, si solo llevaba un mono de nieve con capucha, guantes y unas gafas de Snow que ella misma había querido ponerse -

¡Mamá soy yo!

¿Quién eres tú? - La rubia arqueó una ceja, mirando a la niña algo desconfiada, ella se apoyó en la puerta mirándolas a las dos, con media sonrisa en los labios, es que no podría amarlas más y menos cuando estaban juntas -

Gaby ¡Tu hija! - La niña dio un paso adelante y la rubia hincó una rodilla en el suelo -

Pero eso no puede ser, mi hija tiene cara

La niña la miró a ella un segundo, la sonrisa si se le veía, al menos parcialmente... al menos se le podría intuir, la pequeña volvió a mirar a la rubia mientras intentaba subirse las gafas, puede que se complicara un poco con aquellos guantes, por eso la rubia la miró y le sonrió a ella, joder, una de las bonitas de verdad, no podía evitar que se le acelerara el pulso cada vez que iban dirigidas a ella y con aquel gesto tan empalagosamente dulce por culpa de su hija. En aquel momento le pareció una completo locura, propia de una persona insensata, haber pensado aunque tan solo fuera por un segundo que las cosas pudieran ser diferentes, que la rubia hubiera podido reaccionar de cualquier otra forma a cómo lo hizo al saber que iba a ser madre por segunda vez. Su Clarke, no.

The price of loving you - GIP Clarke -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora