18- Una botella llena de arena que guardaba un beso del amor de su vida

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De vuelta al trabajo después de diez días de intento de desconexión total, decía intento porque dejar de pensar en Lexa no era nada fácil, de hecho era tan jodido que no había podido hacerlo, imposible, lo sabía de antemano, solo pequeños momentos, muy pequeños, de paz mental entre tanto caos emocional. Y a lo mejor elegir Paris no había sido la mejor idea del mundo y ella no estaba siendo cien por cien ella, quizás ni un cincuenta por ciento, porque eso ya pasó a la historia, volver a serlo era imposible pero al menos tenía que esforzarse por parecerse o todo aquello no habría servido de nada, tal vez por eso se refugió en su hijo todos aquellos días, porque verlo sonreír a él la hacía sonreír a ella y falta le hacía y solo por verlo así algo dentro de ella se consolaba diciéndole que todo tenía sentido, que por él valía la pena estar pasando por aquello, por su felicidad y por poder seguir siendo la madre qué él quería y necesitaba. Intentar volver a ser la esposa que su mujer necesitaba también, era el siguiente paso, esa chica había tragado por ella cosas que ni ella ni casi nadie hubiera sido capaz de hacer y su deuda con Nicole aumentaba, debía ir saldándola poco a poco. La realidad era que no quería volver de aquella cuidad porque eso significaba volver a la puta realidad dónde estaba Lexa, seguro que ya le había dado tiempo para asentar su odio, porque ni le devolvió la llamada que le paró el corazón nada más le llegó la notificación, pero tenía que ser así, para que todo funcionara tenía que ser así, para liberarla de ella debía dejar que pensara que no le importaba, porque le importaba demasiado y por eso mientras ponía un pie en aquel edificio las piernas le temblaban, el corazón latía desbocado y algo desconocido hasta ese momento se le agarraba a las entrañas y le comprimía el estómago. Tenía que evitar verla porque desconocía cómo iba a reaccionar al hacerlo, o cómo reaccionaría Lexa, ojalá le apartara la mirada, porque a pesar de lo que iba a dolerle eso, no dolería tanto como que la mirara a los ojos. Le había hecho mucho daño y no iba a perdonárselo nunca, pero al menos serviría para que la morena siguiera adelante con su vida, que su sacrificio al menos sirviera para eso, para que Lexa pudiera ser feliz. Llegó diez minutos antes y se encerró en su despacho, tenía demasiado trabajo acumulado, en aquella ocasión lo agradecía enormemente, menos tiempo para pensar y menos riesgos que correr. No tenía intención de salir hasta el momento de marcharse a casa y por eso aquel día todo fue bien. Aquel día y los siguientes, porque repitió la misma operación, se llevaba la comida de casa para no tener que salir ni a la puta máquina de agua y un termo hasta arriba de café solo por no pisar aquellos pasillos, pero su corazón no se relajaba y su mente no paraba de llegar a Lexa y se le revolvía el estómago al pensar que estaba odiándola desde tan cerca, o peor aún, que estaba sufriendo por su culpa unos pisos más abajo.

Pensaba en ella y en su forma de besarla, en cómo se sentía estando con ella, cómo habían condensado todo en su pequeño mundo, el mejor de todos, la forma en la que le sonreía desnudas bajo las sábanas y tuvo que sacudir la cabeza porque con perspectiva todo eso empezaba a dolerle o mejor dicho, seguía doliéndole, solo podía rebajarle intensidad y eso se conseguía evitando pensar en ella y cualquier cosa que tuviera que ver con ella o con ellas dos y evitar pensar en algo que te hacía sentir de esa forma era muy complicado porque en el fondo no quieres perderlo, quieres atesorarlo para siempre porque es jodídamente increíble, lo mejor que podrías sentir nunca, pero en aquellas circunstancias era un arma de destrucción masiva directa a su corazón. Solo le quedaba aprender a vivir con ello, esforzarse porque así fuera, por conseguir al memos "vivir" y esperar que Lexa pudiera hacerlo también, sobre todo que Lexa pudiera hacerlo también. Se sentía afortunada por llegar a casa y encontrarse con Connor, por retomar la vida que había apartado en su totalidad, sentir que todo iba bien con él y que era una buena madre, su día a día no estaba tan mal si lo mirabas desde esa perspectiva y Nicole volvía a ser la mujer alegre y cariñosa que había sido siempre. Una mujer que sabía que dentro de ella algo no estaba bien, que quizás no cicatrizara nunca y que tal vez solo esperaba que curara lo suficiente para volver a ser suficiente para ella, porque su mujer quería serlo, suficiente para ella, no lo entendía, pero lo agradecía porque eso mantenía a su familia unida, mantenía a su hijo feliz y estable. Aquel viaje les vino bien a los tres y que ella no viera a Lexa también. Y podía evitarla, pero no eternamente y eso llegaba a angustiarla, a desesperarla, temía aquel momento y cómo no controlaba la situación todavía le daba más miedo y algo de ansiedad, la incertidumbre la ponía nerviosa y solo evocar diferentes posibles escenarios la estaba consumiendo un poco, necesitó abrir la ventana para respirar algo de aire puro y borrar de su cabeza la imagen de los ojos de Lexa mirándola con odio y dolor y haciéndose a la idea de que tal vez no volviera a dirigirle la palabra nunca más. Tenía pensado subir a principios de la semana siguiente a decirle a su padre que se retiraba del proyecto de Los Angeles, asumiría todas las consecuencias, pero no podía hacerlo, no podía volver a estar allí con ella, sería inmolarse, un puto suicidio, primero porque no iba a conseguir evitarla ni un solo día y segundo porque todo le recordaría a ella, en Los Angeles dolería más que en cualquier otro sitio y fuera de allí ya dolía casi hasta niveles insoportables, así que no quería ni imaginarse lo que sería volver a coincidir allí o simplemente pasear por aquella maldita ciudad.

The price of loving you - GIP Clarke -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora