- cinco

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Julieta camina tranquila por el centro de Madrid, juega con el teléfono entre sus manos. A pesar de faltar pocos días para el primer concierto grande que da en su vida está tranquila, como si eso no fuera realmente lo que significa. La chica se sienta en un banco en una calle ascendente, cruza una pierna sobre la otra e inspira profundamente el aire de la capital.

Desbloquea el teléfono y busca el contacto del andaluz, no aparece ninguna fotografía en la imagen de perfil de WhatsApp. La castaña muerde su labio inferior mientras mueve su pierna nerviosa, en su cabeza se libra una pequeña batalla, hablarle o no.

La catalana no es tonta, es consciente de esa energía conjunta que se desarrolla entre Sema y ella como si tuvieran un hilo uniendolos. Julieta bloquea el teléfono y pasa la mano por su frente, no entiende la necesidad de escribirle un mensaje y seguir manteniendo el contacto.

Sema observa el techo de la habitación de hotel, cada vibración del móvil hace que se gire esperanzado de que la chica se haya decidido por enviarle un mensaje, pero parece imposible que eso suceda. El andaluz siente la necesidad de encender un cigarro mientras escucha a su compañero de habitación hablar con su pareja.

El chico se levanta con el dispositivo en las manos y se acerca a la ventana, deja colocado sobre el radiador que hay bajo la apertura de la estructura el teléfono y se prende un cigarro, la chispa ilumina parcialmente su rostro, desde la calle podría ser perfectamente visto.

En la primera calada sabe bien, pero en la siguiente empieza a rascar, debía dejarlo, pero la ansiedad le consume más veces de las que le gustaría. Con la mano derecha vuelve a agarrar el teléfono, esperanzado de ver un mensaje de la chica por fin.

— Sema — Nacho se levanta de la cama, el andaluz escucha desde su posición como cruje el somier—, ¿te pasa algo tío?

— Que va hermano — el chico se gira con la mano aún extendida a través del cristal—, ¿por qué lo dices?

— No sé, tío, parece que se te han caído las buenas vibras de haber ganado — Nacho se acerca al ventanal y observa la calle— . Se te veía bastante cómodo estos días, ¿te ha dao' mucha ansiedad?

— Que va, que va — el moreno se lleva el cigarro a la boca bajo la atenta mirada de su amigo—, igual he sio' demasiao' directo con la chavala esta que ha pasao' aquí el finde — evita decir su nombre para que no sea tan notorio el interés que siente por ella.

— ¿Por qué? ¿Te gusta? — Sema rueda los ojos volviendo a posar su mirada en el cielo oscuro de Madrid, se siente atrapado por cuatro paredes que deberían regalarle la felicidad— Pa' que pregunto, si es que se te nota — el andaluz frunce el ceño y alza los hombros sin entender el por qué de la afirmación de su amigo—. Durante todo el fin de semana os habéis estado buscando uno al otro, al final estabais casi todo el tiempo juntos. A cualquiera se lo puedes intentar negar, hermanico, pero a mi no.

— Nacho no es así — el nombrado alza las cejas y señala con la cabeza el teléfono.

— ¿Entonces por qué no lo sueltas?

Julieta acaba de escribir el mensaje y se queda mirando la pantalla, debe llevar cerca de diez minutos sentada en el banco. Poca gente pasa a esas horas, pero las calles aún tienen algo de sonido. La chica suspira pensando en si borrarlo o enviarlo ya.

— Julieta — la voz la sobresalta y pulsa el botón de enviar de manera inconsciente, muerde sus labios y sale de la aplicación con rapidez—, ¿te he asustado? — la voz de su compañera canaria es tan dulce como siempre, esta posa la mano sobre el hombro de la chica— ¿Estás bien?

— Sí — bloquea el teléfono tras murmullar eso, lo guarda en el bolsillo del pantalón y sonríe hacia su amiga—, ¿por qué?

— Pensaba que llegabas mañana, como el resto — la castaña niega bajo los ojos de Nia—. ¿Y eso mi niña?

Tocar el Cielo · Sweet PainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora