- ocho

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La noche de Madrid se ciñe sobre la pareja que camina tranquila por las calles, esquivando las masas de gente que se aglomeran a esas horas en el centro de la capital. Julieta agarra con fuerza la mano del andaluz mientras lo observa desenvolverse con soltura, cruzando las carreteras sin dejar de agarrar a la chica.

— ¿Qué ha sido eso? — le voz grave de él entra por los oídos de la morena, ella traga saliva y suspira— Porque para ser tus amigos...

— Eso de amigos es debatible — la voz dulce de ella lo hace sonreír, Sema aminora el paso hasta quedar al lado de ella, parado.

Los ojos de la castaña evitan mirar fijamente al chico, porque en el fondo sabe que realmente hay algo más. Julieta se mantiene con los ojos fijos en el lazo que forman sus manos, analizando cuidadosamente la forma de la mano del chico. Sema siente una calma extraña al notar la calidez que la mano de ella le proporciona.

La morena levanta ligeramente la mirada para observarlo, el andaluz tiene la mirada perdida en el gentío de la capital. El chico tiene los pómulos marcados, tanto que sorprende a chica, no debe ser lo normal. El moreno suspira para ver a Julieta.

— ¿Y ahora qué hacemos? — la chica habla con un tono gracioso— Porque tengo todas mis cosas en el hotel, y no son pocas.

— Tranquila, niña — la forma en la que se dirige hacia ella la hace sonreír inconscientemente, le suelta la mano de manera inconsciente y el frío roza las palmas de los dos—. Que al hotel llegas, ¿has cenao'?

— No — niega con rotundidad—, estaba dando un concierto, ¿recuerdas? — alza la cabeza con una sonrisa de superioridad, el andaluz rueda los ojos y busca en sus bolsillos el paquete de tabaco.

— Claro... — el chico abre la cajetilla sin dejar de sonreír, se baja la mascarilla y posa entre sus labios el cilindro—, ¿nos vamos a cenar? — Julieta observa cómo sus manos sacan un mechero, la chica suspira tratando que no se le note mucho.

— ¿Me estás invitando a cenar? — alza las cejas con una mirada retadora, él sonríe y hace chispear el mechero para que prenda la llama.

— Puede ser — habla mientras el fuego quema la punta del cilindro —, ¿me vas a decir que no? — su voz grave, a la par que seductora, eriza la piel de Julieta.

— No tengo ningún plan mejor.

El halo que los rodea de cara al mundo es de algo completamente distinto a lo que son en realidad, cómo si una farola estuviera iluminándolos de manera directa, como si fueran lo único visible para el otro en plena oscuridad. La chica le cuenta por encima la experiencia en la academia, mientras el castaño escucha atento, sin ser capaz de dejar de prestar atención a cada palabra que sale por su boca.

— ¿Y no es complicado salir de repente y tener tantos seguidores? — Julieta se encoge de hombros, observa al castaño sin dejar de andar.

— Es difícil, la verdad — la castaña baja la mirada a sus pies y suspira—. Como que más presión por todo. Al final también es bonito porque es una experiencia única, supongo que en FMS pasará algo parecido — Sema suelta una risa que se ve opacada por una pequeña tos, Julieta lo mira de reojo.

— En FMS es otra cosa muy distinta, a pesar de ser también un concurso. Tenemos menos presión, por lo general, siempre después de hacer una batalla sabemos lo que la gente piensa y lo que no, no tenemos que convivir los diez juntos durante... — la oración queda en el aire, Julieta sonríe parándose en medio de la calle.

— Tres meses — habla con tono pausado, se apoya contra uno de los muros y cruza sus brazos—, por lo general, porque tuvimos el parón por COVID y todo eso, ya sabes... — chasquea la lengua suspirando.

— Bueno, no convivimos diez freestylers que cada uno tiene su movida en la cabeza y familiar durante tres meses — se apoya contra una farola y quita el cigarro de la boca—. Es un fin de semana como mucho y ya, lo peor es cuando son las nacionales o así que quizás pasamos más días aislados de lo que viene siendo el ambiente familiar pero — da una calada al cigarro, la chica siente la boca seca al ver cómo se le marcan las facciones— no es lo mismo.

— Pero también tendréis vuestras movidas, ¿no? — el castaño frunce el ceño— Digo, no fumarás porque sí.

— Evidentemente no — posa sus ojos en el cigarro y suspira, Julieta arranca pequeñas pieles en el interior de su boca de manera inconsciente—, pero no creo que sea lo mismo. No tenemos un contrato con una gran discográfica, ni nos siguen casi medio millón de personas como mínimo... — ella asiente entendiendo sus palabras.

— También depende del propósito que tengas, ¿no? Para mi OT fue una especie de escaparate, por llamarlo de alguna manera. Que evidentemente es una experiencia única y todo eso que se dice, pero... — la morena se encoge de hombros sin dejar de mirar hacia el chico—. No me arrepiento de ir, aunque me hubiera gustado hacer las cosas de otra manera.

— Igual te hubiera visto improvisando en Macba — la chica ríe, a Sema le produce ternura la manera en la que los ojos de ella se achinan —. No me digas que no, chica vintage.

— No sé si improvisar, pero no te hubieras fijado si me vieras perdida en Macba, una vez coincidió que fui con un colega y estaban Kapo y otros dos, que antes de ayer descubrí que eran Zasko y un chico de Argentina — se encoge de hombros con las manos alzadas—. Ni él me ubicaba ahí en medio.

— Te apuesto lo que quieras a que yo sí te ubicaría — Julieta entrecierra los ojos mordiéndose el labio bajo la mascarilla, el chico sonríe dándole una calada al cigarro sin dejar de mirarla—, destacas — la chica sonríe sintiendo un calor tomar sus mejillas.

— Destacas tú más que yo — Sema frunce el ceño y apaga el cigarro contra la farola—, no lo niegues, haces free, qué pinto yo ahí en medio más que mirar — Julieta se encoge de hombros y suelta una risa floja.

— Sigues siendo llamativa — el chico lleva una mano hacia ella y toca su frente cerca de la peca que tiene—, no podrías esconder eso ni con un flequillo — la castaña le golpea la mano con una expresión graciosa—. ¿Vamos a cenar?

— ¿Sabes a dónde ir?

— Siempre podemos improvisar algo, soy freestyler, ¿recuerdas? — ella arruga su nariz y resopla ante la soberbia que el andaluz demuestra.

Se acercan a un pequeño local, las luces de neón de las paredes deslumbran un poco a la pareja. Sema sonríe al ver cómo la castaña achina sus ojos, él acerca su mano con rapidez a la de ella y la agarra para tirar por su cuerpo. Julieta sonríe sintiendo el tirón que el chico da.

Es un bar un tanto cochambroso, en el cual nadie se esperaría ver a la chica, pero quizás es de los sitios recurrentes del moreno en la capital. La barra cruza de un lado al otro y, por la zona pegada a las grandes cristaleras que dejan ver las calles, hay unas cuantas mesas.

Es Julieta la que tira de Sema para tomar asiento en uno de los sitios más alejados a la barra, pero casi pegados al cristal. El chico frunce el ceño dejándose llevar. Julieta toma asiento de espaldas a la puerta, dejando que sea él quien quede de cara.

— ¿Conocías el bar? — él niega, Julieta se baja la mascarilla y sonríe, baja la mirada y un par de mechones caen por su frente — Parece que supieras perfectamente donde entrar.

— Es cuestión de confiar en ti mismo, Julieta — la chica levanta la mirada, la conexión de sus ojos es inevitable.

La morena apoya el codo en la mesa y coloca el mentón sobre la palma de la mano, humedece sus labios sin dejar de analizar el rostro del chico. Sema se da cuenta de lo que está haciendo, pero tampoco pierde el tiempo. La morena tiene un rostro tan peculiar que es imposible de describir, por mucho que quisiera contarla en un tema sería inviable.

— Siento que te conozco de antes — su voz aterciopelada entra por los conductos auditivos del andaluz, provocando que su piel se erice.

— Créeme — se sienta bien en la silla y sonríe, cruza una pierna sobre la otra y alza la cabeza—, si eso hubiese pasado, lo recordaría. Pareces ser difícil de olvidar.

Tocar el Cielo · Sweet PainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora