- dieciocho

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El sonido de las notas suaves del piano hacen mover a la chica la cabeza al ritmo, sin dejar de observar las manos de su compañero alternando esos pocos arpegios que crean la melodía del tema.

Que ya no me cabe en mi este sentimiento inmenso— Julieta recita mirando el rostro complacido del catalán—, que esto es muy grande pa definirlo en un verso— la morena sonríe mientras recoge más sus piernas—, que se me queda pequeño hasta el universo, lo pienso, lo pienso, lo pienso yo.

Enrique levanta la mirada y asiente, echándose hacia atrás en el teclado, observa a la joven sentada sobre la alfombra decorada con numerosos dibujos. La chica hace rayas por las hojas que tiene escritas, mientras el catalán se levanta del piano para tomar asiento al lado de ella, deja a sus pies unas hojas con lo que él había escrito hasta ese momento.

— ¿Y esto? — Julieta empieza a leer— Yo me conformé con mi mismo, y hoy soy un corazón sin emisiones — el aire se escapa de los pulmones de la morena—. Dios...

— Si la quieres, es tuya — la morena niega, levanta la mirada hacia el chico con una mano extendida.

— Es nuestra.

En la entrada del edificio de los estudios, un andaluz da una calada al cigarro leyendo el último mensaje que su compañero de liga le ha había mandado, la imagen de la castaña recogida en el suelo sobre una libreta lo hace sonreír. Se echa a un lado al escuchar cómo se abre la puerta, pero pone el pie para frenarlo. Es una larga cabellera castaña que le resulta familiar. Deja caer el cigarro en una papelera y entra, siguiendo las instrucciones que Enrique le había dado.

Sube las escaleras hacia el segundo piso, se mira de arriba a abajo frente a un espejo pequeño y suspira, traga saliva observando el largo pasillo. Echa a andar en dirección a la puerta del final, pero frena al escuchar una voz que ya protagoniza sus pesadillas.

— ¿Le estás pegando? — el sevillano muerde el interior de su mejilla y se gira de brazos cruzados, su gesto duro pone en alerta al chico, pero lo encara de igual manera— Respóndeme, raperito.

— No fui yo el que se dio de entendido de la movida en un programa de televisión, cállate la puta boca — escupe las palabras con rabia, sin cambiar su posición en ningún momento—. No le pego, no si no lo pide — sonríe con superioridad, haciendo enfadar poco a poco al ex triunfito—, ¿qué pasa, niño? ¿Nunca llegásteis a ese punto? — Sema chasquea la lengua y se recuesta en la pared sin dejar de mirarlo desde arriba.

— Te haces el duro, pero tienes algo que esconder — el sevillano alza una ceja —, ¿acaso sabe Julieta que te fumas porros más grandes que tu cabeza? — el chico entrecierra los ojos observando al rubio.

— Nunca se ha dado la conversación, pero tampoco se lo he escondido.

— Una pena... con lo que le importa a ella la sinceridad — el corazón del chico se altera, pero no le permite enterarse de que está poniéndolo nervioso.

— ¿Alguna movida más que sacar? Tengo que ir a ver a mi novia — el cordobés aprieta un puño de la rabia, el sevillano mueve una pierna impaciente a que acabe de hablar—, al menos yo no le he hecho daño públicamente — el castaño arruga la nariz con superioridad mientras que el otro respira pesadamente.

— No te atrevas a sacar eso.

— Mira, Huguito — se pone recto y se acerca a él, impone aún más en cuanto menos distancia lo separa del otro—, voy a sacar lo que a mi me de la gana, porque no fui yo el tío que le rompió el corazón, y no voy a serlo — sostiene la tela blanda de la sudadera del rubio entre sus grandes manos—. No te quiero cerca de mí y menos de ella, ¿me estás escuchando? — el rubio se arma de valor y encaja el puño en la mandíbula del freestyler, el cual ríe negando— ¿Te acabas de atrever a eso? — Hugo asiente, observa cómo en el rostro del castaño se abre paso una sonrisa tenebrosa.

En un movimiento rápido, el cuerpo del cordobés choca con una de las paredes del pasillo, provocando un fuerte estruendo que llama la atención de los que se encuentran más cerca de esa zona. El puño del sevillano impacta directamente con el pómulo del chico, provocando que de un aullido del dolor.

El grito llega hasta el estudio en el que se encuentran Enrique y Julieta, la cual reconoce el tono de voz de su compañero de edición. Ambos dejan todos los instrumentos antes de salir hacia el pasillo, los ojos de la castaña se aguan al ver la situación. Echa a correr hasta agarrar el brazo de su pareja con fuerza, el chico la mira, las pupilas dilatadas de la rabia, el pecho subiendo y bajando con intensidad, en las manos marcas de sangre.

— ¿Qué es esto? — la voz temblorosa de la morena lo hace bajar la mirada a sus manos y al rostro desencajado del chico— Sema, ¿qué has hecho? — le da un empujón para ver al cordobés— Hugo... — le da pequeños golpes en el rostro sintiendo un dolor creciente en el pecho, evita mirar hacia atrás y encontrarse con la mirada del chico—, hola... — susurra viendo cómo abre los ojos ligeramente, un cardenal empieza a crecer bajo su ojo derecho con rapidez.

— Niña, yo... — Enrique observa el rostro compungido del sevillano, él le posa una mano sobre el hombro y niega, Sema suspira viendo cómo ella ni se inmuta respecto a las pocas palabras que él le dirige.

— Quizás es mejor que te vayas — un agobio crece en el pecho del chico el cual niega sin apartar los ojos de la chica, la cual llora en silencio mientras teclea en su teléfono el número de emergencias.

— Julieta, yo... — ella traga saliva y niega, una opresión en el pecho, su mano tiembla mientras la lleva al oído.

— ¿Emergencias? — un tono tranquilo a pesar de estar llorando, Sema no le ve caer las lágrimas pero su voz quebradiza le rompe algo por dentro, el chico observa al catalán y asiente.

— Avísame de lo que sea — el chico asiente, camina y se para al lado de la chica, se agacha y roza su brazo desnudo, pero esta se aparta como si su tacto quemase—, lo siento, amor — murmulla lo último con los ojos empapados en lágrimas—. Rompí la única promesa que me tomaba en serio — suspira y se aleja, dándole la espalda.

Julieta lo ve irse con los hombros caídos, ella siente cómo una parte de si misma se va por las escaleras, detrás del andaluz. Los ojos de la castaña se posan en el andaluz, que aprieta su mano con una sonrisa que la hace estremecerse. La chica se fija en Enrique, el cual la observa entristecido, con el corazón partido al ver una imagen tan dolorosa como esa frente a él, la morena se levanta instintivamente y rodea el torso del catalán, sus sollozos se hacen audibles, Sema se cubre el rostro escuchándolos en el tramo de las escaleras.

— Ya pasó, niña — acarica su pelo con cuidado, mientras la nota vibrar en su pecho—. Se arreglará esto, de verdad — ella suspira levantando la cabeza ligeramente, se limpia el rostro viendo cómo llegan ahí los médicos—. De verdad, Juli, es... inexplicable.

Vacío, una idea cruza la idea de Julieta, un sentimiento que ya conoce, solo que de una manera más intensa. Busca su teléfono y entra en instagram, escribe el usuario de un chico al cual nunca esperaría escribir en ningún momento de su vida.

Hola, no sé si te acuerdas de mí, pero necesito tu ayuda.

Tocar el Cielo · Sweet PainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora