Capítulo 15: Ataques y disgustos

556 63 0
                                    

Harry llegó a la mesa de los Griffyndor el sábado por la mañana bastante desaliñado. Llevaba el pelo más revuelto que de costumbre, la camisa asomaba por debajo del jersey, el mismo que había llevado la noche anterior y que llevaba un poco torcido, los zapatos todavía en las manos.

—Harry! —gritó Hermione cuando lo vio llegar así, despeinado y perdido. —¿Qué te ha pasado? Parece que has pasado la noche en el parque—.

Volviéndose, con una tostada chorreando mermelada en cada mano, Ron lo miró también con asombro.

—¡Pensé que aún estabas dormido, amigo! Tus cortinas estaban corridas y Arnold dijo que anoche llegaste a casa hecha polvo y le dijiste que querías que te dejaran descansar—.

—¿Lo hice? —jadeo Harry, dejándose caer junto a ellos y poniéndose los zapatos. —Sí, supongo que sí —le respondió al ver la preocupación en el rostro de Hermione —Sí, claro, ahora lo recuerdo. Pero me levanté temprano esta mañana. Necesitaba... err... caminar un poco por el parque. Por mi cuenta—.

—Y a menudo se camina descalzo por los terrenos del castillo, por supuesto—.

Hermione lo miró con una mirada que el mejor detective de Scotland Yard no negaría, pero Harry se limitó a encogerse de hombros antes de servirse uno de los platos llenos de tostadas francesas.

—Eso sería... un poco complicado de explicar. Pero, no Hermione, no suelo andar descalzo por los terrenos del castillo—.

—Entonces, ¿por qué...—.

Con un gesto de la mano y una mirada desesperada, le pidió que se callara. Ella es demasiado perspicaz, él no podría decirle nada en absoluto, ella seguiría jodiendo para entender más de lo necesario.

—Realmente, no importa, insiste. Me llevaría dos horas explicártelo todo cuando ni siquiera es interesante. Olvidémonos de ello. Por favor...—.

De mala gana, y animada por Ron, que estaba desesperado por hablar con Harry sobre quidditch antes de irse a entrenar, la joven bruja se rindió. Pero sólo cuando un viejo búho gris y marrón dejó caer la Gaceta delante de ella, se olvidó realmente de ella.

—¡Tienes que estar bromeando! Ha habido otro—.

—¿Un qué? —dijo Ron, con la boca llena de pastel de limón.

—Un golpe, por supuesto —replicó Hermione, fulminándolo con la mirada. —En un pueblo de magos en Essex. De nuevo, supuestamente liderado por Bellatrix Lestrange...—.

Olvidando sus propios problemas, Harry le arrebató el periódico de las manos y devoró el artículo, más bien corto, escrito por el periodista más inexacto de la historia del periódico.

—¿Hay algún herido? —se preocupó Ron sin dejar su trozo de pastel.

—Tres —tragó Harry—Han sido enviados a San Mungos, pero eso es todo lo que sabemos. Tengo que ver a Snape —añadió, doblando el papel y volviéndose hacia la mesa del personal.

—Todavía no ha aparecido —le recordó Hermione.

—¿Por qué no ha aparecido?—.

—Porque está buscando una manera de curar mis heridas, Ron. Si esta gente ha sido maldecida como yo, entonces los magos de San Mungo necesitan saber que lo que sea que estén probando no funcionará. Al contrario, puede empeorarlos—.

—No son estúpidos, Harry —intentó razonar Hermione, poniendo una mano en su brazo —No van a...—.

—Pomfrey buscó durante una semana antes de encontrar una pomada que redujera mi hemorragia, ¡Hermione! Uno de los primeros tratamientos que probó casi me dejó sin sangre. Trabajando con Snape, encontró el adecuado por el momento. Y las heridas siguen sin cicatrizar—.

Les Larmes du Phénix (Snarry) (Traducción)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora