Capítulo 18: Fiebre y sangre

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El simulacro de examen iba bien para Harry, Hermione, Ginny, Dean y Luna. Ron y Neville luchaban un poco más en algunas asignaturas, pero en general, todos lo hacían muy bien y la simulación los impulso más que cualquier palabra de aliento.

Sin embargo, las noches siguientes, Harry descubrió que tenía razón y que la poción para dormir sin sueños ya no le hacia ningún efecto. Era la tercera vez que se despertaba sudando y sin recordar su pesadilla, decidió volver con Snape. Esa noche, incluso tuvo la suerte de verlo en los pasillos, haciendo su ronda.

A pesar del cansancio de su brusco despertar y de su escaso sueño, tenía curiosidad por ver si el profesor volvía a verlo bajo su capa, y se puso en marcha. Sentado contra la pared en un pasillo del segundo piso, ya podía oír los rápidos pasos del hombre que resonaban en las losas de piedra, cuando sintió un líquido cálido que gotea por su muslo derecho.

Su primera reacción era mirar al techo, pero en la oscuridad total desde que apagó su varita, no ve nada. Hasta que un débil resplandor apareció por la esquina del pasillo y se poso en su frente.

—Potter...—dijo la voz cansada de Snape—¿Qué haces todavía fuera de tu dormitorio—.

La luz no es lo suficientemente brillante y Harry no podía ver lo que podría haber goteado sobre él. Estaba a punto de encender su propia varita para averiguarlo, cuando sus ojos se posaron en su pierna, tímidamente iluminada por la de Snape. Estaba cubierto de sangre.

—Potter, no tengo ganas de jugar—dijo el profesor con impaciencia, agitando la mano delante de él sin encontrar ningún obstáculo.

Frunciendo el ceño, se pregunto por un momento si está alucinando, pero su nariz se empeña en decir que Harry está delante de él. Así, cuando su pie choco con algo invisible, bajo la mano suavemente hasta que se encontró con una cabeza cubierta por una sábana.

Agarrando la sábana de la nuca de Harry, la retira, orgulloso de sí mismo, antes de descubrir al joven, tenso por la angustia, levantando la camiseta del pijama para mirar el vendaje que le había puesto unas horas antes, empapado de sangre. Demasiada sangre.

El hombre se dejo caer frente a él, aumentando la potencia de sus lumos, y lo hizo levantar la cabeza tomándolo de la barbilla, dudando entre atender su herida inmediatamente o escarbar en sus recuerdos recientes para entender el motivo de su estado.

—¡Harry! ¿Qué ha pasado?—.

—Yo... no lo sé—tartamudeó—Me desperté de una pesadilla y vi que no estabas dormido, así que vine a pedirte una poción más fuerte, pero entonces sentí algo húmedo y era... No sé cómo sucedió. No noté nada hasta que... esta sangre... es...—.

Tomando el asunto en sus manos, Snape la ayudó a ponerse en pie y lo acompañó a sus aposentos, donde le quitó la venda empapada de sangre antes de analizar sus heridas una vez más.

—No lo entiendo—gruñó, lanzando algunos hechizos para detener la hemorragia—Ya debería haberlo descubierto, pero mis experimentos no van a ninguna parte. Y ahora esto... Estabas bien antes, Harry...—.

Esta noche, como todas las noches desde que salió de la enfermería, Harry fue a que el profesor le cambiara el vendaje. A lo largo de las semanas y los meses se había acostumbrado a la sensación de las grandes manos blancas de Snape sobre su pecho, a la caricia de sus dedos, a menudo helados, extendiendo sobre su piel diversos ungüentos de su propia creación. Había llegado a encontrar normal su aliento en el vientre, mientras el hombre se acercaba para observar la no evolución de las heridas que desnaturalizan su cuerpo.

Este ritual se había convertido en un hábito que realizaban sin pensarlo. Cena, revisiones, nuevos vendajes con Severus, revisiones de nuevo, dormir. Su nueva vida como estudiante. Pero esta noche había vuelto el miedo a que la situación cambie, a que empeore.

Les Larmes du Phénix (Snarry) (Traducción)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora