Era tan tentador que Harry se enderezó un poco tarde y su escoba, con las manos y las piernas hasta las rodillas, se sumergió en el agua cristalina. El golpe le hizo soltar un grito de sorpresa y aterrizó de nuevo en la orilla, a unos metros de Snape, que se puso de pie de un salto al no verlo subir a tiempo.
—Estás oxidado—Harry se rió, viéndolo aterrizar.
—Te conviene reírte—gruñó—apenas puedes mantenerte en pie sobre una escoba—.
¡Por Merlín! ¿Realmente quería morir tan joven? Preocupado, vio a Snape sacar su varita del bolsillo y apuntar en su dirección. No tuvo tiempo de tomar su propia varita antes de que el profesor lanzara su hechizo.
—¡Siccatio!—.
Un poderoso aliento cálido se extiende por todo su cuerpo y, en menos de cuatro segundos, su ropa y su piel estaban perfectamente secas. Mejor aún, estaban tan cálidos y agradables como si acabaran de salir de la secadora. La ropa, por supuesto, su cuerpo probablemente se habría visto muy afectado por las muchas vueltas en la escoba, y el calor y la suavidad habrían sido sólo incidentales a los golpes y fracturas que la aventura habría causado. Aunque, el hechizo siccatio ofrecía, a fin de cuentas, las ventajas de treinta minutos en una secadora ocultando las desventajas y, en definitiva, no es tan estúpido pensar que su piel también se benefició del hechizo y salió suave y cálida. Pero a falta de un testimonio directo, es, por desgracia, un punto sobre el que no sería difícil pronunciarlo inmediatamente.
—Gracias...—murmuró Harry con una especie de duda en la voz.
Snape le sonrió, sin resentirse. Lo cual era nuevo.
—Cuando fallas, te pones de mal humor. Menos mal que ocurrió sobre el agua y no sobre un campo de quidditch. Vamos, vayamos a casa ahora. Te arreglaré el vendaje y luego podrás ponerte a trabajar—.
Suspirando cansado, el joven lo siguió, con la cabeza gacha. Le gustaba verlo sonreír. Esto era una tontería, había algo realmente malo en él y necesitaba averiguar qué era lo antes posible, para poderse quitar de la cabeza toda esta absurda historia. Como si tuviera tiempo para eso a pocas semanas de sus EXTASIS.
Tumbado sin camiseta en el sofá, transformado para la ocasión en una mesa de exploración, dejó que Snape observara una vez más sus heridas que no cicatrizaban.
—No empeora, pero nada de lo que le aplico funciona—Lo escuchó quejarse—Lo mismo ocurre con los pacientes tratados en San Mungos. El último ataque añadió cinco más, y a pesar de los esfuerzos de los curanderos, no están obteniendo más resultados que yo—.
—¿Ha habido otro ataque?—.
Harry se apoyó en los codos, indignado por no habérselo dicho. Y por la repentina expresión de pánico en la cara del profesor, se dio cuenta de que eso no había planeado decírselo y que la información se le había escapado.
—Han sido seis este mes—admitió Snape, apartándose de él—Hay docenas de víctimas—.
Harry no podía creer lo que oía y se quedó mirando al profesor, estupefacto.
—¿Seis? Decenas de... ¡Pero la El Profeta no lo mencionó!—.
—El Ministerio ha conseguido encubrirlo. Por el momento, al menos. No quieren que cunda el pánico, a menos de un año del final de la guerra—.
—Pero la gente tiene derecho a saber. ¿Y yo? ¿Por qué no me lo dijiste?—.
El joven vio esto como una traición. Pensó que podía confiar en el profesor, pero se dio cuenta de que se engañaba a sí mismo. Y los dedos del profesor, aún apoyados en su estómago, sólo le hizo temblar por su frialdad en lugar de confundir su mente como ocurría unos segundos antes.
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Les Larmes du Phénix (Snarry) (Traducción)
FanfictionDurante la Batalla de Hogwarts, Harry salvó la vida de Severus Snape y reveló al mundo mágico su verdadero papel como espía bajo las órdenes de Dumbledore. Unos meses más tarde, cuando vuelve al castillo con sus amigos para completar su año de EXTAS...