Al despertar dos días después, Harry tenía un momento de confusión. No llevaba las gafas en la nariz, pero las manchas borrosas del techo no le recordaban a ningún lugar conocido donde pudiera despertar legítimamente. Ya estaba buscando a tientas sus gafas en la mesilla de noche, cuando un ronquido le llegó desde su izquierda y le devolvió la memoria. Se dejó caer de nuevo sobre las almohadas, se estiro y, tras un segundo ronquido aún más fuerte, da una patada a la pierna del hombre que dormía a su lado.
—¡Aouch!—dijo una voz somnolienta.
—Roncas—murmuro Harry, dándole la espalda al roncador y extendiendo el brazo hacia la mesita de noche una vez más.
—Lo siento—respondió la voz dormida en un tono que sugería que el ruido se reanudaría pronto.
—¿A qué hora dijo Hermione que se reuniría con nosotros?—.
El otro tardo tanto en contestar que Harry creyó que se había vuelto a quedar dormido, pero finalmente su voz se elevo, ronca y aburrida.
—A las diez, creo—.
—Entonces será mejor que nos levantemos—anunció Harry, con los ojos, ahora rodeados por sus habituales marcos metálicos, fijos en el reloj que colgaba frente al sofá cama, que ya marcaba las 9:30—Vamos a llegar tarde, Ron—.
Un gruñido le respondió y el chico se apartó de él, llevándose el edredón.
—No deberíamos haber aceptado esa bebida que Fred y George nos invitaron anoche—bostezó el pelirrojo, enterrando la cara en la almohada—Me siento como si hubiera estado bailando sobre la mesa toda la noche—.
Ahora, sentado en el borde de la cama, Harry volvió a quitarse las gafas y se frotó los ojos con menos energía de la que le hubiera gustado poner en el gesto.
—Eso es porque has estado bailando sobre la mesa toda la noche—.
Un gemido le responde cuando, en la habitación de al lado, se empiezan a oír voces.
—Creo que se han levantado—Harry volvió a ponerse las gafas y se levantó, con las piernas flácidas.
—Si queda algo de su llamado Super Chartreuse de los duendes, se lo haré tragar hasta la última gota—gruñó Ron, extrayéndose a su vez del sofá cama.
En la cocina, encontraron a George sentado con Lee Jordan, con un aspecto tan miserable como ellos, y a Fred, perfectamente sobrio y revoloteando por la habitación, abatido por no haber podido disfrutar de aquella memorable resaca.
—Tú...—amenazó Ron, señalando con un dedo acusador a su hermano—¡Tú y tus estúpidas ideas! ¿De dónde sacaste ese alcohol adulterado? No creo que vuelva a estar sobrio...—.
—Cálmate, hermanito—lo retuvo George—También es bastante difícil en este lado—.
La tarde anterior, después de pasar el día paseando por el cruce de caminos, haciendo algunas compras en las tiendas nuevas y en las antiguas, muchas de las cuales tuvieron que ser reformadas después de la guerra, Ron y Harry volvieron a casa de George y Fred. En el piso de arriba de la tienda, donde los chicos habían sido invitados a pasar unos días, encontraron a los propietarios en plena preparación de una de sus fiestas secretas.
Durante toda la velada, los alumnos de Hogwarts se agolparon en las pocas habitaciones en las que se podía vivir, y pronto, los espíritus más o menos ilegales traídos por Lee y George, diluyéndose en la sangre de los magos y brujas, pusieron a los invitados en situaciones de las que habrían prescindido de buena gana.
Bailes sobre las mesas, besos en los baños o confesiones vergonzosas, todos tenían algo que lamentar ahora que amaneció un nuevo día.
Harry recordó haber hablado con mucha gente. Antiguos alumnos que conocía, como Angelina Johnson, Olivier Dubois y Dean y Seamus, pero también muchos otros cuyos rostros había olvidado.
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Les Larmes du Phénix (Snarry) (Traducción)
FanficDurante la Batalla de Hogwarts, Harry salvó la vida de Severus Snape y reveló al mundo mágico su verdadero papel como espía bajo las órdenes de Dumbledore. Unos meses más tarde, cuando vuelve al castillo con sus amigos para completar su año de EXTAS...