CAPÍTULO 4

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Si pudiera describir a Freya con una sola palabra, no habría una sola palabra para describirla, ella es muchas cosas juntas así que la tendré que describir con dos palabras solo para salir del paso: Alegría contagiosa.

Y sí, eso es lo que ella es, una chica muy alegre -demasiado diría yo-, desde que entre ella a sido un dolor de muelas para algunas guardias y para la directora. Y créanme siempre hallará la manera de sacarle una sonrisa a alguien.

Pero prefiero contar cómo la conocí.

Después de que leí la carta de sentencia me puse como una vieja con menopausia.

Luego de sonar la famosa campana, salí de la habitación, le pregunté a una de las chicas que iba caminando y ella me explico que todos los días suenan tres campanadas las cuales se dividían en: Desayuno, Almuerzo y hora libre y por último la cena. Agradecí la información y la seguí

Llegamos al comedor y ahí pude ver cómo era.

Una gran sala con pequeñas mesas de comedor para cuatro personas, algunas tenían la capacidad para que cierto numero de personas.

Estaba comiendo con apetito voraz. De pronto escuché esa voz:

-Te recomiendo no comer esa sopa. -me dijo con un toque de diversión. La mire con confusión y un ligero fruncimiento de ceja-. Está como que envenenada, hace poco lo descubrí -hizo una pausa para analizarme con la mirada y luego añadió-: ¿Puedo sentarme junto a ti?

Asentí y agaché la cabeza. Ella se sentó pero sin antes hacer un gran escándalo al mover la silla.

Esa niña era de tez morena clara, ojos marrones y llamativos, nariz un poco achatada, cejas finas, sus labios tenían cierta coloración rosa, sus cabellos oscuros eran extremadamente rizados, siempre recogidos en una coleta.

-Por cierto me llamo Freya. -Añadió luego de quedar sentada en la silla-. ¿Y tú eres?

-Me llamo Camile. -respondí elevando la mirada para encararla.

-Entraste hoy ¿No? -inquirió luego de darle una mordida al pan. Yo asentí-. ¿De verdad te comerás la sopa? -volví a asentir-. Estás loca si crees que te dejaré comer eso. -fruncí el ceño y ella sonrió-. ¿Ves la cocina desde aquí? -volví a asentir-. ¿Ves a esa cocinera de allá? -señaló a una que estaba de un lado hacia otro con un semblante enfermizo y a la vez horrendo.

-Sí, la veo, se ve muy anti higiénica -asentí mientras veía a la cocinera sacándose algo de la nariz y pegandolo a una cuchara-. ¿Quien es ella?

-Herminia, la cocinera de esa sopa. -movió su vista a otro lado para fijarla en una chica que estaba como a cuatro mesas de distancia la cuál comía como si no hubiese un mañana-. Esa que está ahí es su sobrina, es la única con el estómago lo suficientemente fuerte como para soportar esa sopa, la llamamos: EH

-Estómago de hierro, muy bien pensado. -comenté con una sonrisa ladeada mientras jugaba con la avena y añadí-: ¿Hay algo que sea comestible aquí? -pregunté señalando mi charola con la cuchara.

-Bueno déjame pensarlo. -dijo y puso su dedo índice en sus labios y el pulgar en la barbilla-. Bueno esta la leche de cartón, el pan y la avena gris.

-¿Avena gris? -inquirí confusa.

-Sí, avena gris. -afirmó elevando las cejas.

-Bueno algo me dice que la deje de comer -comenté.

-No es que sea mala, solo hay que comerla cuando esta caliente.

Suspiré y deje de mover la avena para luego darle un mordisco al pan.

Camile Encanto De TiburónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora