CAPITULO 1

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Estaré presente siempre y
cuando pienses en mí

Todo empezó en una noche cualquiera de verano.

En un cielo estrellado y una luna llena que parecía de ensueño.

Mi madre y yo estábamos sentadas en lo alto del faro que era nuestro hogar.

El faro estaba situado cerca de un acantilado de la bahía de la isla.

Veíamos las estrellas como todas las noches.

Hablábamos de mil y una cosas, sin sentido alguno, solo reíamos y disfrutábamos de la compañía de la otra. Nos sentábamos ahí durante horas, hasta que el sueño me invadía y yo me recostaba en sus piernas.

-¿Estaremos juntas siempre mami? -pregunté recostada en sus piernas y ella acariciaba mi corto cabello.

-Para siempre mi tiburoncita -me respondió llamándome por mi apodo y dándome un beso en la frente.

-¿Me lo prometes? -pregunté casi dormida.

-Te lo prometo mi amor -respondió-. Y para que la promesa sea más fuerte ten esto -se quitó su collar decorado con un diente de tiburón-. Esto era mi tesoro preciado, ahora es tuyo -me puso el collar y me dio otro beso en la frente-. Estaré presente siempre y cuando pienses en mí.

Me cargo entre sus brazos para llevarme a la cama que ambas compartíamos desde que tengo memoria. Me dio el beso de buenas noches que apenas sentí ya que estaba más que dormida.

[...]

No sé cuánto tiempo estuve dormida, solo escuche un gran ruido, como si una puerta se rompiera.

Desperté y no vi a mi madre en la cama.

Salí disparada de la cama para ver donde estaba mi madre.

-¡No! ¡No, por favor! -eran los sollozos de mi madre que oía desde las escaleras, provenía de la sala-. ¡Ya no más!

Baje a ver y un hombre estaba golpeando a mi madre. Mi madre lo golpeo quitándoselo de encima pero fue inútil. El hombre la tiro al piso y empezó a romper su ropa con un cuchillo que tenía. Después de romper su ropa arrojó el cuchillo a un lado y empezó a abusar de ella de la maneras más cobarde.

Estaba asustada llena de miedo y pánico, no sabía quién era ese hombre.

-¡Eres mía Madeleine! -dijo el hombre-. ¡Y siempre lo serás! ¡Tú y tu hija siempre seran mías!

Baje silenciosamente hacia la cocina. Por suerte no sintió mi presencia.

-¡Eres un maldito cobarde Dimitri! -dijo mi madre quitándoselo de encima, el hombre la jalo por el pie, haciendo que ella cayera sobre el cuchillo el cual se clavó en su pecho.

Al ver eso miles de emociones me cegaron, en especial la ira.

Tome un gran cuchillo de cocina y corrí hacia el hombre y clave el cuchillo en su cabeza abriéndola en dos. El hombre murió instantáneamente. Continúe dandole tajos al cadáver de ese hombre hasta que mis manos no daban para más.

-C-camile... ven aquí mi niña -era la voz débil de mi madre.

Gatee hasta donde estaba tirada y la recosté en mis piernas.

-Aquí estoy mami -dije empezando a llorar.

-Ya sabes que hacer -tome su teléfono que estaba en la mesilla cerca de nosotras y marque al número de emergencias de la isla y pedí una ambulancia.

-Ya vienen mami, aguanta un poco -mi madre estaba muy fría y pálida, la sangre corría por todo su cuerpo tiñendo los restos de su ropa de rojo.

-Mi tiburoncita... mi niña perfecta -decía mientras acariciaba mi cara-. T-te amo mi niña.

Camile Encanto De TiburónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora