Epilogo

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Madeleine

Unos meses después...

Creí que el destino había perdonado mi castigo cuando me brindó la bendición de quedar embarazada. Siento una profunda gratitud por todo ello. Sin embargo, el nacimiento de nuestro bebé no fue sencillo; fue un parto extremadamente arduo que me mantuvo sufriendo durante un día entero. En esos momentos, parecía que el tiempo se estiraba infinitamente, pero incluso en las horas más difíciles, encontré felicidad, porque a mi lado estaba aquel que me infundía un valor inquebrantable.

Con el tiempo, mi cuerpo experimentó algunos cambios; gane un poco de peso y mi rostro mostraba signos de fatiga. A pesar de esto, cada sacrificio valió la pena. Durante los primeros días después del nacimiento de nuestro bebé, no podía soltarla. Estaba siempre a su lado, incluso durante las noches en vela. No podía evitar preocuparme constantemente por su bienestar, a pesar de que ella estaba en perfectas condiciones de salud.

Luego, cuando me calmé un poco, nuevamente comencé a notar a todos a mi alrededor.

Alexander estuvo allí casi todo el tiempo. Canceló todas las reuniones en los primeros meses de vida de nuestra hija. Trabajó en casa. Salía solo cuando era necesario para llevar y recoger a Ivanna de la escuela. Me ayudaron mucho. A veces, la fatiga era tan grande que podía caerme durante una hora en medio del día. Mientras tanto, Ivanna cuidaba felizmente a Isabella

- Todo estará bien con ella - Alexander me acarició los hombros, de pie detrás de mí. - No te preocupes...

- Probablemente sea la única niña que podría dar a luz - miro fascinada a nuestra niña en la cuna. Ella duerme dulcemente.

- No es así. - Envuelve sus brazos alrededor de mi cintura. - No será la única... Tendrás tantos hijos míos si eso es lo que quieres

- ¿Y si digo lo que quiero?.. - sonrío, presionando la parte de atrás de mi cabeza contra su pecho.

Me sonrió dulcemente para no despertar a nuestra hija mientras hablaba en voz baja:

- No tienes que preocuparte. Vamos a cuidar de todos. Pero recuerdo que querías tener una carrera, que disfrutabas tu trabajo.

- Sí, me gusta

- Sabes, ya soy un poco mayor  y tú eres joven. Aún puedes lograr todo lo que desees.

Traté de alejar esa idea de su mente, mirándolo fijamente y poniendo mis manos en su pecho:

- No eres un anciano... - Murmuré con ternura. - Cuando nos conocimos, no pensé que fueramos a hacer una pareja.

Él levantó una ceja, cuestionando:

- ¿Porque soy mayor?

- Porque eres más inteligente. Sabes, parecías increíblemente inteligente, sonrío con los dientes blancos, haciendo una mueca. - Fuiste inteligente. Y yo...

- Tú también eras inteligente. Había algo en ti que no me impedía tomarte en serio.

- ¿Entonces no pensaste en mí ni por un segundo como una chica para la noche? ..

- Nunca - pasa sus dedos por mi muñeca, antebrazo, hombro. - Me enamoré como si tuviera dieciséis años - dijo con una exhalación y se apresuró a irrumpir en mi boca con un sabroso beso. Gemí en sus labios. No hemos tenido contacto en todo este tiempo.

- Te extraño... - susurró en mis labios.

- Yo también... - Estaba a punto de volver a caer sobre sus labios, pero Ivanna entró de repente en la habitación. Me apresuré a quitar las manos de Miroslav de mi cintura.

Mamá para su hija© { ✓}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora