Capítulo 1: Un deseo

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Bulma deseaba solo una cosa. Algo con lo que había soñado desde niña. Y ahora, estando tan cerca, no iba a ser capaz de cumplir su deseo. Todo gracias a ese pequeño idiota con síndrome de Napoleón. No podía hacer más que quedarse sentada en su celda mientras su anhelada oportunidad se desvanecía como humo en el aire.

"Solo quiero un novio perfecto. ¿Es mucho pedir?"

El cielo se pintó de negro y poco después el Dragón se manifestó en el aire, mirando a Pilaf con sus brillantes ojos rojos. Bulma quedó petrificadgoa ante la escena, pero pronto se sintió enfurecida; ya que, después de tantos problemas y dificultades que superaron para conseguir las siete esferas del dragón, no era ella quien cosecharía los frutos de ese esfuerzo.

—Inténtalo de nuevo, Goku. ¡Vamos! —gritó desesperada dirigiéndose al niño de cabello despeinado a su lado.

—Eso hago, Bulma. Espera un momento... —Gokú se colocó frente a la pared, donde Bulma había estado observando la escena desde un agujero circular—. KAMEEE...

La chica se apartó rápidamente del camino, y sonrió cuando vio el rayo de energía que se formaba en las manos del pequeño.

—HAMEEE... —Goku extendió sus brazos y liberó la bola de energía que salió disparada desde sus manos— ¡HAAA!

Bulma cerró los ojos, inicialmente preguntándose si el rayo de energía sería lo suficientemente potente para destruir la pared de acero. Pero afortunadamente, la pared se derrumbó ante tal fornido poder, y la chica fue capaz de ver a Pilaf junto al dragón a tan solo unos metros de distancia.

—¡Perfecto! ¡Buen trabajo! —exclamó ella, mientras corría rápidamente pasando entre Goku y Yamcha. De ninguna manera iba a dejar escapar su deseo ahora.

—¡Oye enano! —exclamó mientras colocaba las manos en la cintura, dirigiéndose al autoproclamado emperador—. ¡Detente en este instante! ¡No me interesa en lo más mínimo tu deseo de dominar el mundo o lo que sea!

—Bulma... —Dijo Oolong acercándose a ella, sin entender lo que intentaba hacer.

La chica lo ignoró, notando felizmente que había logrado su cometido: Pilaf la observaba y lo había distraído antes de que pidiera su deseo.

—Mi paciencia se agota —la voz del dragón reverberó en el cielo—. Pidan su deseo de inmediato.

Pilaf se volteó hacia el enorme Dios Dragón y abrió la boca para hablar, pero las palabras nunca escaparon de sus labios. El pequeño emperador fue empujado de repente por la joven chica y cayó al suelo.

—Bien, aquí está mi deseo —exclamó ella dirigiéndose al dragón—. ¡Deseo estar con mi hombre perfecto!

—¡¿QUÉ?! —Fue la exclamación colectiva de los presentes. Pero Bulma los ignoró, ya que el dragón la había escuchado y parecía estar asintiendo.

—Que así sea —exclamó el Dios Dragón.

Bulma sonrió. En un instante había decidido que lo mejor era pedir estar con su novio perfecto porque, si se quedaba allí, tendría que volver a estar presente para otra de las interminables batallas de Goku; y eso muchas veces no terminaba bien para ella. Tenía confianza en que el niño ganaría y que estaría completamente bien sin ella. Mientras que la ella sería transportada a algún castillo o paraíso terrenal, para encontrarse con un noble y encantador caballero.

Apenas terminaba de pensar en todo esto con un leve sonrojo en sus mejillas, cuando los ojos dragón comenzaron a brillar deslumbrantemente. Su luz iluminó todo el paisaje, pintando la atmósfera de color rojo. La chica sintió un impulso de temor por sus venas, mientras su visión se oscurecía. De un momento a otro, no podía ver u oír nada; sus amigos y el planeta entero habían desaparecido por completo. Se encontraba flotando en un vacío silencioso.

De repente su cuerpo se sintió contraído, como si estuviera cruzando una especie de umbral estrecho a gran velocidad. La oscuridad la rodeaba completamente, aplastándola, pero al mismo tiempo, empujándola hacia arriba. Bulma sintió que perdía el conocimiento, mientras se preguntaba qué rayos estaba sucediendo.

La chica no pudo evitar pensar que esas Esferas del Dragón no eran tan increíbles como lo había pensado y que tal vez no debió haber realizo todo ese estúpido viaje para encontrarlas. Su cuerpo parecía encontrarse atrapado en un vacío oscuro, y se preguntó si pasaría una eternidad antes de que logre salir.

Pero afortunadamente solo tomó unos segundos.

Lo primero que notó mientras volvía en sí, fue una especie de zumbido mecánico. Luego su visión se enfocó en una brillante lámpara colgada en un techo de metal, y Bulma se dio cuenta que se encontraba colapsada sobre un piso duro y helado.

—Auch —pronunció la chica mientras intentaba sentarse. Pero su cabeza se sentía demasiado pesada y un ataque de mareo la obligó a tumbarse en el piso de nuevo.

"¿Qué demonios fue eso?" Pensó, mientras se frotaba los ojos para ver más claramente.

Esto no estaba bien. Se suponía que debía encontrarse en algún paraíso romántico o un lujoso castillo. Se suponía que debía ser transportada hacia su hombre perfecto. ¿Ese había sido su deseo o no?

Pero la habitación donde se encontraba estaba vacía. Las paredes eran de metal, en una esquina se encontraba un escritorio con papeles ordenadamente apilados sobre él y apoyada a la pared había una cama. Era como la celda de una prisión. Lentamente, Bulma se levantó, con las manos abrazadas a su cuerpo, preguntándose con temor en dónde había venido a parar.

Caminó hacia el escritorio para echarle un vistazo a los papeles, pero estaban escritos en un lenguaje extraño.

"Qué raro." Procedió entonces a revisar los cajones, en un intento por descubrir su ubicación, pero solo encontró algunas vendas y una especie de dispositivo con gafas de un solo lente.

—Bueno, no me quedaré aquí todo el día —dijo acercándose a la puerta, pero notó que solo se abría con una especie de código—. Lo que faltaba —suspiró la chica, observando cuidadosamente la pequeña pantalla con botones junto a la puerta.

"Vamos Bulma. Eres la sucesora de la Corporación Cápsula, lo menos que puedes hacer es descifrar una estúpida contraseña." Pero ni siquiera podía leer los números, estaban escritos en algún idioma que jamás había visto; a pesar de que ella gozaba de una gran educación. Decidió aplastar los botones arbitrariamente.

Bulma observó sin sorprenderse que la clave introducida era incorrecta y la pantalla mostró un cuadro con letras rojas antes de volver a su estado anterior. La puerta se mantenía cerrada. "Bien, lo intentaré de nuevo," pensó al mismo tiempo que introducía un nuevo código. Pero éste también resultó incorrecto. La chica gruñía con frustración mientras presionaba otro código, sabiendo que sus intentos eran en vano.

—¡Ábrete, chatarra! —exclamó, introduciendo otra serie de números, rogando para que ocurriera un milagro y la puerta se abriera. Pero al quinto intento, el sistema finalmente tuvo suficiente y una ruidosa alarma comenzó a sonar por todo el cuarto. La pantalla brillaba con una luz roja. Bulma retrocedió hacia la cama, su corazón palpitaba con temor.

Solo le tomó un segundo darse cuenta.

Alarmas tenebrosas. Camas diminutas e incómodas. Puertas cerradas que te impiden salir a voluntad.

—Estoy en una cárcel —exclamó mordiéndose el labio—. ¿Y si mi novio perfecto es un asesino? —Bulma sacudió su cabeza tratando de calmarse. Pero no pudo evitar agacharse frente a la cama mientras abrazaba sus rodillas hacia su cuerpo.

"¿O qué tal si estoy en una especie de asilo? ¿Qué tal si se trata de un psicópata?"

La alarma seguía sonando. La chica comenzó a escuchar gritos en el pasillo al otro lado de la puerta. Algunas voces hablaban en español, pero otras en un idioma que no le era familiar.

Su corazón seguía latiendo con fuerza. "¿Y si mi hombre perfecto es una especie de asesino psicópata?"

Aquel pensamiento la hizo reír nerviosamente. Era imposible que el Dios Dragón la hubiera enviado con un asesino psicópata. ¿Verdad?

Las voces en el pasillo empezaron a escucharse con mayor claridad.

—¡Señor! ¡La alarma proviene de la habitación de Vegeta! —exclamó alguien al otro lado de la puerta.

Pide un Deseo (Vegebul)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora