Dios Noche

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La puerta fue tocada frenéticamente, los gemelos sintieron los brazos de su madre abrazarlos con fuerza mientras que veían a su padre caminar hacia donde el escándalo, llevaba en una mano su sable desenvainado y en la otra una daga que metió en la pretina de su cinturón, bastante cerca de su alcance para tomarla de ser necesaria. 

La concubina de su padre también era abrazada por su madre, el hijo de esta se encontraba de pie a un costado de la cama protegiendo a su madre y a la princesa con sus hermanos. La situación era crítica.

—Pregunta quién es —dijo la madre de los gemelos que con fervor y valentía protegía en un fierro abrazo a sus hijos, y sostenía la mano de la otra mujer de su esposo, eran amigas y compañeras. 

Los niños, inconscientemente, sostenían sus manos. 

—Mamá —llamó el menor de ellos y ella solo le besó la cabeza para tranquilizarle, hacerle saber que estaba a salvo, aunque probablemente no era así. 

—¿Quién llama? —cuestionó el hombre pegado a la puerta. 

—Su alteza, soy el capitán Ojiro —anunciaron desde el otro lado de la puerta. 

Los soldados al servicio del príncipe escondidos detrás de las cortinas y las alfombras que estaban colgadas de las paredes, relajaron apenas un poco su postura, aunque mantenían su mano sobre el mango de su arma en caso de ocuparle. Los sirvientes se encontraban abrazando a la princesa que a su vez protegía a los niños. La concubina del príncipe también estaba siendo protegía.  

La puerta se abrió y el príncipe miró frente a él al capitán de tez oscura que le hizo una reverencia. 

—Su alteza —saludó y el aludido asintió permitiéndole entrar. 

—¿A qué has venido, Ojiro? —cuestionó el príncipe mientras se interponía entre él y su familia que estaba algunos pasos más atrás. 

El capitán no pasó por alto que estaban los dos hijos del príncipe y la princesa en los aposentos, era evidente que las noticas acerca de la cercana muerte del rey estaba cerca. Torció los labios. 

—¿Qué vienes a hacer aquí, Ojiro? —insistió el príncipe. 

—Su alteza —habló el capitán—. El príncipe Kageyama me pidió que lleve a los infantes  hasta su tribu —Ojiro dio un paso hacia donde estaban los niños, y los menores se aferraron fuertemente a su madre. 

—Da un paso más, Ojiro e incendiaré toda la ciudad, lo juro por los dioses —sentenció la princesa. 

El capitán apretó los labios. 

—Mi señora, solo estoy acatando ordenes. 

—Estás en mis alcobas, las órdenes las doy yo, así que sal ahora mismo y llévate a tus hombres —sentenció decidida sin apartarse de sus hijos. La concubina ahora quién abrazaba a los jóvenes príncipes. 

Los gemelos veían al hombre que dudoso observaba a su padre, a su madre y a ellos. 

—Mi señor —el capitán trató de buscar ayuda en el príncipe pero este volvía a tener su mano sobre su arma—. No queremos hacerle daños a los infantes...

—Es cierto, Miya —habló un hombre que recién entraba en escena. 

Vestía la ropa tradicional de la tribu de los cuervos en sus tonos oscuros con vistos naranjas brillando. Sonrió levemente, era un hombre entrado en años, con el cabello blanco y arrugas en el rostro. 

—Príncipe Kazuyo —susurró el príncipe que relajó sus hombros. 

—Ina —llamó al  padre de los gemelos—. La princesa Mori, la dama Minami y tus hijos deben de irse de palacio, tu padre, el rey, está a punto de morir y tus hermanos empezaran una masacre apenas eso ocurra... el aire huele a sangre, y estas cuatro paredes ya no son seguras... en mi tribu estarán todos a salvo. 

El consorte de su majestad [SakuAtsu - Haikyuu!!]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora