A la luz del amanecer

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Kageyama y Suna sostenían firmemente sus espadas mientras que Kiyoomi sostenía el cuello y una de las piernas del príncipe Miya que no entendió la mirada primero desconcertada y después aterrada de su compañero, hasta que giró la mirada y se encontró con sus caballeros mirando la escena mientras encontraba los últimos espasmos de un esperado orgasmo. 

El rostro de Atsumu palideció igual que el de Kiyoomi y después fue de un total rojo, tanto como el de Kageyama, Rintarou parecía ser el único que no expresaba nada en su gesto, a pesar de que hubiera preferido ser tragado por las paredes y aparecido en la comodidad de su hogar. El príncipe miró las espadas que estaban desenvainadas y en manos de sus caballeros, y después notó como el miembro de Kiyoomi seguía dentro de él. Cerró los ojos, eso no podía ser más bochornoso, hasta que Kiyoomi se movió y no pudo evitar proliferar un profundo gemido, seguía sensible. 

—¡¡Largo!! —gritó Miya cuando su voz no fue tan penosa y los caballeros desaparecieron cerrando la puerta. Suna jalaba el brazo de Kageyama que seguía en shock.

Kiyoomi se quedó hincado en la cama en un estado de estupefacción, inclusive, la respiración agitada y el satisfactorio orgamo de hacía un momento habían quedado olvidados. Miya se cubría el rostro con sus manos recuperando la cordura de su temple, y cuando quitó sus manos de su rostro, Sakusa pensó que sería echado sin más. Los príncipes solían ser personas caprichosas y volubles, incluso él que era un príncipe sin reino lo era, no obstante lo que se encontró al ver a Atsumu que seguía debajo de él sobre la cama fue innecesariamente divertido. 

Miya se reía mientras que su rostro seguía sonrojado, por lo que acababan de hacer y la vergüenza. La sombra rosada de sus mejillas daba un toque particularmente seductor a la vista por si misma lasciva del príncipe desnudo y transpirado. 

—Lo lamento... —dijo Miya en un tono suave, contrastaba bastante a la actitud altiva, burlona y soberbia que según lo caracterizaban, aunque ahora Kiyoomi comprendía que era una especie de escudo para evadir sentimientos. Por algún motivo los sentimientos naturalmente humanos eran una debilidad para las personas que poseían poder. La gente no quería ver personas gobernando, quería ver entidades que casi rozaban con dioses. 

Quizás Miya si era alguien desagradable o quizás era ese chico que se sonreía y pedía disculpas. No conocía a Atsumu, salvo su despliegue de insolencia y falta de tacto, además de los interesantes gestos capaces de hacerle ganar una erección. El moreno se movió para dejar que Miya se retorciera un poco mientras que cerraba sus ojos sonriendo de medio lado. 

—Eso fue fatal —indicó sonriendo el de los ojos dorados, y Kiyoomi se sintió confundido. ¿No le había gustado? ¿Entonces porqué sonreía?—. Dime... ¿así de malo eres con tus otros clientes? Porque de verdad no eres para nada una buena prostituta...

Prostituta. De un momento a otro la predisposición que había tenido Kiyoomi, incluso la vergüenza de lo ocurrido segundos antes, desapareció por completo. Un sentimiento que iba arrastrando con él desde su escape de la torre se renovó en su piel. Las mejillas de Kiyoomi se enrojecieron ante la voz llena de burla y desdén del contrario. 

—¿Así de cretino son todos en las Tribus del Sur? —preguntó y Atsumu dejó de reír, su rostro se volvió de pronto frío y Kiyoomi supo que había cruzado la línea, pero entre la vergüenza de haber sido atrapado en un momento bastante bochornoso, que apenas fue apaciguado por la estampa de un Miya vulnerable bajo sus manos compartiendo, pero si Atsumu insistía en burlarse, Kiyoomi iba a responder, no toleraba más, aunque después recordó, que la valentía que le afloraba podía matarlo fácilmente. 

Sobre todo cuando Atsumu le miró de forma directa a los ojos, los ojos dorados parecían detallar en un brillo casi sobrenatural, ligeramente oscurecido. Kiyoomi recogió su chal y su camisa, abrochó su pantalón, suspiró mientras cubría su cabeza con el chal. Estaba furioso, al grado que ni siquiera le importó que los tres caballeros de la escolta directa del príncipe estaban ahí mismo. Pasó entre ellos sin disculparse, sólo se marchó. 

El consorte de su majestad [SakuAtsu - Haikyuu!!]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora