Capítulo 17 Elección

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Capítulo 17 Elección

Con el mayor cuidado del mundo, volvió a embestirla suave y cuidadosamente, observó el rostro de la castaña. Volvió a contraerse, pero menos que la primera vez, su cuerpo comenzaba a acostumbrarse.

Hermione sentía las embestidas con mayor fuerza, y la molestia comenzó a mezclarse con un extraño placer que nunca había sentido. Notar los jadeos de Draco en su oído solo provocaba que su excitación creciese, y no puedo evitar soltar un profundo gemido cuando este, en un acto de descontrol alzó la pierna derecha de Hermione posándola sobre su hombro y provocando que el contacto fuera más íntimo y profundo.

Pensaba que iba a volverse loco. En su adolescencia se había acostado con la mayoría de las mujeres de su casa y otro buen puñado del resto, pero aquello era diferente, no comprendía muy bien por qué, pero el sentimiento que le embriagaba no tenía comparación con nada en el mundo.

Tras el momento de amor ambos se tumbaron, su piel estaba levemente mojada a causa del sudor que la había recorrido segundos antes, momento de tranquilidad, de paz para ambos.

Las manos del rubio acariciaban la suave cabellera de Hermione, que descansaba plácidamente sobre su pecho desnudo. Su mirada hacia ella era tan tierna que si alguien ajeno a aquel momento se enteraba, no lo creería… no del grandioso y ególatra Draco Malfoy.

La noche pasaba con lentitud, ajena a aquellos dos jóvenes enamorados, como si una burbuja cristalina les hubiera envuelto para que el tiempo no pasara en su mundo de ensueño en el que solo existían ellos dos.

—Hermione… tenemos que bajar a desayunar… —susurró con dulzura.

—Espera un poco…

—Llegaremos tarde a clase.

—No importa…

—No puedo creer que Hermione Granger la magnifica, diga eso —se burló levantándola con suavidad.

—Vale —se quejó ella—. Ya voy…. Deja que me duche.

—Si quieres te ayudo —contestó pícaramente.

—¡No! —gritó sonrojándose, pues aún sentía una gran vergüenza al recordar lo que había pasado la noche anterior.

A escondidas salieron a la sala común, por suerte ya no había nadie, caminaron lentamente hasta el gran comedor cogidos de la mano, su entrada no fue muy triunfal, en especial la de Draco, que tuvo que soportar toda clase de abucheos de Slythering por haberse unido al ED, lo que le obligó a sentarse (por petición de Dumbeldore) en la mesa de Gryffindor, en la que no decían nada, pero que se notaba que no estaban de acuerdo por sus duras miradas.

—Herm… —susurró una pelirroja sentándose junto a ella.

—¡Ginny!

—¿Dónde demonios te metiste anoche? —preguntó enfurecida —¡Estaba preocupada!

—Perdona… —se disculpó al tiempo que sus mejillas tomaban un color rosado.

La joven Weasley la miró escrutándola al milímetro, tenía una ligera impresión de lo que había podido ocurrir, lo que hizo que en su rostro se dibujara una amplia sonrisa de complicidad.

—Creo que tienes mucho que contarme… —susurró provocando un mayor sonrojo en su amiga.

El resto del desayuno fue bastante tranquilo dentro de lo que cabía… Los alumnos pertenecientes al ED tenían clases especiales, los Slythering clase normal para su desagrado. En definitiva, cada uno lo que había elegido. Las clases para los del ED eran duras y laboriosas. Las impartía Dumbeldore con la ayuda de Lupin. Lo que más practicaban era DCAO y pociones, ya que sería lo que más falta les iba a hacer llegado el momento.

—Hoy se han pasado… —se quejó Ron caminando con sus compañeros hacia el gran comedor.

—Mucho… —agrego Neville que aún sangraba de la nariz.

Aquella tarde tenían libre, unos jugarían a Quiddich, otros se limitarían a pasear con sus amigos… Pero Hermione Granger no, ella la pasaría en la biblioteca buscando aquello que la ayudaría a acabar con el asesino de sus padres… Por suerte, había recibido un permiso especial para rebuscar en la sección prohibida, así que aprovecharía y almacenaría toda la información que encontrase, aunque no fuese importante, estaba claro que no dejaría pasar una oportunidad como aquella, siempre había sido su sueño poder devorar los libros que descansaban en aquellas estanterías.

Su esfuerzo fue recompensado cuando en sus manos se encontró un viejísimo libro desgastado con tapas negras, faltaban muchísimas páginas, algunas estaban descoloridas, tanto que las fórmulas y los hechizos se veían a trozos, parecía casi tan viejo como el mundo.

—Increíble… —susurraba mientras ojeaba cada página entrecerrando los ojos levemente—. Jamás había visto nada igual… —terminó mientras leía de cabo a rabo la última, que estaba llena de apuntes. Con una letra perfecta que se notaba era de mujer… ¿de quien? Lo más seguro es que jamás lo sabría, pero con solo leer lo que ella había escrito y creado en su mente, no eran conjuros ni hechizos corrientes, iban más allá del entendimiento humano.

—¡Tengo que enseñárselo a Draco! —dijo casi en un grito cerrando el libro y corriendo llevada por el diablo hacia la salida.

Primero se dirigió a la biblioteca principal, nada, no estaba allí. Siguió hasta el comedor, tampoco. El campo de Quiddich, La lechucería… y por fin, tras la larga carrera le había encontrado descansando plácidamente rodeado de cientos de lechuzas que ululaban tranquilas en su imperiosa torre de piedra. El sitio perfecto para hallar un atisbo de tranquilidad.

—¡Draco, Draco! —le llamó eufórica.

—¿Qué? ¿Qué pasa? ¿Están atacando?

—¡No! Por dios… mira lo que he encontrado, es un libro increíble…

—Haber, dejame ver… —murmuró sin darle importancia.

Tras unos minutos su semblante no cambio, Hermione estaba exasperada, ¿cómo podía mostrarse tan tranquilo con la de hechizos poderosos que se encontraban en aquellas paginas? Pero la respuesta era sencilla, pues Lucius le había hecho leer y estudiar desde su más tierna edad los libros de magia oscura más increíbles y peligrosos que tenía a su alcance… pero hubo algo que hizo palidecer más su fino rostro de marfil, en la misma página que Hermione se paró, la última, la que estaba escrita a mano.

—¿Has leído esto bien? —preguntó fijando sus ojos grises en ella.

—Sí, de cabo a rabo…

—¿Y sabes lo que significa? ¿Lo que esto conllevaría?

—Lo sé… —murmuró con cierto tono de agonía.

Draco cerró los puños y los ojos con tranquilidad, pensativo… era algo importante, había que reflexionar hasta límites insospechados.

—Hermione…

—…

—¿Tú estás de acuerdo? ¿Dispuesta? —preguntó con una expresión dulce.

—Solo si tú lo estás… —contestó acariciando aquel bello rostro masculino.

—Entonces... ¿lo has decidido? ¿Lo harás?

—Sí. Es lo que mi corazón desea Draco... pero tú, no... no debes.

—Yo haré lo que tú hagas. No te dejaré sola. Nunca, pase lo que pase.

—Deberíamos... decírselo... ¿a Dumbeldore? —preguntó con cierto temor.

—No, si lo descubre hará todo lo posible para que no lo hagamos.

—Cierto...

—Dónde tú vayas iré yo Hermione.

—Dónde tú vayas iré yo Draco —contestó ella con ternura y escondiendo una risa.

El tiempo pasaba lentamente, todos se preparaban para la batalla final. Los aurores se habían asentado en Howarts junto a cientos de magos llegados de todos los rincones, la mayor unión jamás imaginada para luchar contra su propia oscuridad, para luchar contra el mal personificado.

Ángeles Caídos [Dramione-Fic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora