Capítulo 14 Tiempo de Dolor

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Por desgracia para todos, Voldemort y muchos de los suyos habían escapado, aun así, algunos mortios estaban aún inconscientes, serían juzgados debidamente con la mayor pena, el beso del dementor.

Los alumnos estaban transtornados tras ver la muerte de sus compañeros. Las imágenes se reproducían en su mente de forma incansable, quitándoles el sueño, las ganas de comer y la alegría…

Aquella mañana, el gran comedor estaba en completo silencio, Dumbeldore dijo unas cuantas palabras, pero al final, la pena le venció y tuvo que callar…

Hermione revolvía la comida de su plato sin poder olvidar todo lo ocurrido la noche anterior, definitivamente, estaba más que segura de que la culpa era suya. Pues si hubiese avisado a todos nada mas ver a los mortifagos en los terrenos, tal vez, solo tal vez, podría haber evitado aquellas muertes…. Blaise…

—¿Estas bien Herm? —preguntó Ron posando una mano sobre la espalda de su amiga.

—¿Herm? ¡Herm!

—¿Qué? —preguntó ella de repente, pues no se había dado cuenta de que sus amigos estaban hablando.

—Te estaba preguntando si estabas bien…

—S… sí, sí.

Ambos la miraron con tristeza, y es que las cosas estaban cada vez peor… lo más seguro es que el ataque de la noche anterior no fuese el último, y ella lo sabía. Debía pensar en algo, con su nivel de hechizos no lograría nada, había conseguido crear el Avada Kedabra, pero no estaba satisfecha, la muerte era poco castigo para ellos

—Piensa Hermione piensa… —se susurraba a sí misma agarrándose la cabeza con ambas manos—. ¿Cómo conseguir un hechizo decente con el que hacerles pagar sus crímenes…?

Lo único que serviría para los mortifagos seria acabar por una vez por todas con su señor, jamás se les podría hacer más daño, solo matándole a él, pero… ¿Cómo? Era demasiado listo.

El día pasaba lentamente, el cielo estaba oscuro… desde el día anterior no había cambiado, la lluvia era suave, como si el cielo llorase las perdidas… Las muertes inocentes de niños que no tenían nada que ver con todo lo que ocurría.

La castaña y premio anual de Gryffindor estaba en su solitario cuarto aún dándole vueltas a lo de aquella mañana… al ¿Cómo?

—¡Maldita sea! —gritó estallando un jarrón contra la puerta del baño.

Se acercó a la ventana, era de noche ya, y la lluvia no había cesado, muchas personas patrullaban los terrenos, aurores, padres que se habían ofrecido a la tarea de vigía… medio ministerio estaba preparado para atacar varita en mano.

Los estudiantes tenían prohibido salir solos, y mucho menos de noche, todo se había vuelto tremendamente peligroso, pero aquello le daba igual a Hermione, encontraría la manera de lo que fuese que necesitara. Decidida, cogió la capa de invisibilidad de Harry a escondidas y se aventuró hacia la biblioteca.

No había nadie, cerró la puerta, se quitó la capa posándola sobre una cercana mesa y pensó, pensó incansablemente en algún libro que pudiese ayudarla, allí no lo encontraría, conocía todos a los que tenia acceso, pero… ¿y a los que no?

—La sección prohibida… —susurró pasando su mano por el rostro cansado y contraido.

Caminó hacia allí, desencantó la puerta que obstruía el paso y entró. Allí había gran sabiduría, una gran pena que los alumnos no tuvieran acceso a aquel área de la biblioteca, pero cierto era también, que muchos secretos se encontrában en las paginas de aquellos textos, palabras ocultas en el paso del tiempo, peligrosas.

Ángeles Caídos [Dramione-Fic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora