Prólogo

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«Supongo que mi ser estaba buscando esta magia, la magia que recorre en mi al verte sonreír... Creo que has hechizado a mi corazón»

El clima frío calaba los maderos que construían el pequeño pueblo de Crossworld. Si bien el clima en invierno siempre ha sido difícil de soportar, éste era de los más helados que se habían sentido en los últimos 24 años.

Los pobladores estaban enfermando debido al frío intenso y a la escasez de alimentos. Al ser una población asentada cerca de los manantiales de la montaña les era muy difícil tener servicios médicos, la mayoría de los médicos que llegaban al lugar se marchaba después de unos meses.

Pará fortuna de los pobladores el pequeño Jimin como les gustaba llamarlo había vuelto a su hogar unas semanas atrás. Gracias a él que, a pesar de solo ser un enfermero, sobrellevar estos padecimientos les era más fácil.

Jimin Park era un joven muy querido por los habitantes no sólo por ayudarlos actualmente, sino porque para la mayoría de ellos él era como un hijo o un hermano.

Veintitrés años atrás una canasta con pequeñas flores de manzanilla que decoraban la asa había sido encontrada por la abuela Park. Cubriendo la canasta había una manta de algodón de bordes cosidos con hilos dorados, de la cual se asomaban un par de guantes blancos que cubrían unas manos diminutas.

Dentro de la canasta encontró un sobre con una nota escrita en tinta negra.
La cual había dejado plasmada en lágrimas el sufrimiento de su madre.

"Lamento mucho tener que dejar aquí, a lo que más amo en mi vida.
Le ruego a quien esté leyendo esto, tenga un corazón bondadoso. No quisiera tener que separarme de la razón de mi felicidad pero estar conmigo es muy peligroso.
Por favor díganle que lo amo y no importa la barrera siempre lo haré. "

Además de la nota un pequeño saco lleno de monedas en oro lo acompañaba serían suficiente por un largo tiempo. Estaba claro que provenía de una familia acomodada y por la forma en que la canasta había sido dejada era probable que fuera su única opción para mantenerlo a salvo.

La abuela Park quien era una mujer bondadosa lo acogió como si fuera su propio nieto. Tenía que protegerlo. Algo en el llanto que escucho aquella mañana le había traído recuerdos de su hijo que había fallecido. No permitiría que alguien lastimara a su pequeño.

...

El sol del atardecer pintó las bellas calles del pueblo. Aquellas en las cuales había sido tan feliz y tan miserable. La nieve resplandecía como si esta tuviese polvo de plata, como la de aquel día en donde vio partir a su hermana tres años atrás.

Los recuerdos inundaban la mente de Jimin. Después de la muerte de su querida abuela y la partida de su gemela el estar en el pueblo le parecía difícil de sobrellevar. Sin embargo, estaba dispuesto a seguir buscando a Jazmín hasta encontrarla. Nunca se rendiría.

Además de él nadie parecía recordarla. Incluso la nota que les gustaba leer cuando eran niños parecía haber sido modificada, como si sólo fuera un niño al que habían dejado.

La campana de las dieciocho horas resonó por el lugar interrumpiendo abruptamente sus pensamientos.

Tenía que apresurarse. Mañana sería el aniversario luctuoso de su nona. Ya había estado mucho tiempo haciendo revisión de un par de pacientes y vagando entre pensamientos. Un aniversario luctuoso requería de tiempo suficiente para preparar todo lo necesario para el Jesa.

Al llegar a su casa pudo preparar hábilmente algunos platillos como arroz, bibimbap, tteok y jeok. Seguido de esto tomó un pincel que mojó con tinta y sobre el papel comenzó a escribir las tablillas espirituales. Pegandolas en la pared.

Has hechizado a mi corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora