Dependencia

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Siempre pensé que depender en otras personas era malo. Porque cuando se van, te vuelves frágil. Aunque no me había pasado nunca, llegó un día, y lo conocí. Me enamoré de él a una velocidad que antes desconocía que me pudiese pasar a mí. Adoraba cada detalle de su cuerpo. Pasaba por alto sus defectos... aún sigo pensando si realmente tenía alguno. Llegó un momento en el que pensé que volvería a ser feliz para siempre, que el único dolor que sentiría sería el de sus caricias. Ilusa de mí...
Lo amaba tanto que dolía. Sentía una fuerte presión en el pecho que me volvía débil y confusa. Pero cuando estábamos juntos de nuevo ese dolor era remplazado por placer, por una alegría momentánea y única.
Mis emociones eran altibajos, demasiado inestables. Creo que me volví loca. Una locura originada por ese amor, que me alegraba la vida entera y al día siguiente me inundaba en un mar de lágrimas. Dejó de ser amor, y se convirtió en una malsana obsesión por él.
Todo se estaba empezando a torcer, la relación y yo misma. Tuvimos que dejarlo. Malgasté días tumabada sobre el frío suelo de mi diminuto apartamento, llorando y sin apetito. No recibí ningún apoyo emocional, porque estaba sola en la vida. Sin amigos y con una familia a kilómetros de distancia. Lo único que tenía era él, y ya lo había perdido. Había dejado que se fuera.
Cuando por fin me encontré con la fuerza suficiente para salir a la calle, me levanté, me arreglé y dejé que los rayos de sol se reencontraran con mi piel. Anduve por la ciudad, comprobando que todo seguía igual. Hasta que me choqué con él. Creo que yo puse la misma expresión de asombro y miedo que él. Sus labios se abrieron, como si fuese a decir algo, pero no salió nada de su boca. Fue un pequeño suspiro, como si su alma se estuviese escapando de su cuerpo.
La consecuencia fue que, la herida que aún estaba cicatrizando, se volvió a abrir. Y dolió de la misma manera que la primera vez.
Me di cuenta de que necesitaba alejarme de todo. De los problemas, de la rutina, de las personas que conocía... Tenía que huir muy lejos, y perderme. Pero a veces perderse es la mejor manera para encontrarse, y también me pasó a mí. Así que lo dejé todo, y me marché.
Fui relajándome poco a poco, asimilando todo lo ocurrido. Y por fin, volví a sentir paz en mi interior. Regresó la felicidad a mí, y espero que continúe por muchos años, dando luz a mi vida.

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